En el presente artículo se buscará realizar una historización y reflexión sobre el rol de la psicología en su relación con el Terrorismo de Estado y los Derechos Humanos. Por un lado, se parte de la psicología como un campo de saberes que formó parte del experimento argentino psico-militar durante la última dictadura cívico-militar (Di Nella, 2007). Por otro lado, se comenta el rol y las prácticas de los psicólogos dentro del Campo de los Derechos Humanos. Esta publicación se enmarca en mi Trabajo Integrador Final de la Licenciatura en Psicología (UNLP). También, es un intento de reflexión sobre el rol de la psicología en la actualidad en homenaje y conmemoración por el Día Nacional del Psicólogx Víctima del Terrorismo de Estado.
Psicología y Terrorismo de Estado
En esta indagación y a partir de la lectura de múltiples autores, se parte de la hipótesis de que durante las dictaduras latinoamericanas en los ‘70 se hizo un uso de la psicología en la planificación e implementación de operaciones psicológicas que buscaron crear un clima de terror, miedo, indiferencia y apatía en la sociedad.
Si bien las fuerzas militares habían realizado golpes de Estado que interrumpieron los ciclos democráticos previamente, la última dictadura tuvo una sistematicidad en su genealogía y en su despliegue diferente a los anteriores. Eduardo Luis Duhalde (2013) en su clásica obra El estado terrorista argentino, historiza y sistematiza los elementos que caracterizan este proceso dando cuenta de la diferencia entre un Estado militarmente ocupado y/o un Estado terrorista. Este último construyó su legitimación no sólo mediante el autoritarismo sino también mediante la implantación del terror y el miedo generalizado como práctica sistemática y clandestina con el fin de reconvertir el país de manera radical. En un sentido análogo, Daniel Feierstein (2011) conceptualiza a la práctica social genocida como aquella tecnología de poder cuyo objetivo radica en la destrucción de las relaciones sociales de autonomía, cooperación y de la identidad de una sociedad, por medio del aniquilamiento de una fracción relevante (sea por su número o por los efectos de sus prácticas) de dicha sociedad y del uso del terror, producto del aniquilamiento, para el establecimiento de nuevas relaciones sociales y modelos identitarios. La psicoanalista Alicia Lo Giúdice (2005) coincide en caracterizar al genocidio como un trauma de carácter histórico. Plantea que el poder dictatorial tomó la lógica de poder concentracionario del nazismo alemán para instituir la violencia como modo de vida donde el terror desarticula por completo el tejido social.
Las décadas del ‘60 y ‘70 habían sido muy productivas en relación a debates teóricos y políticos sobre cuál podía ser el rol de la psicología al interior de la sociedad. Fue en este marco de prácticas sociales genocidas que se intentó desaparecer estos debates. De hecho, Alejandro Vainer (2005) plantea que así cómo hubo 110 Trabajadores de la Salud Mental y 66 estudiantes de la disciplina desaparecidos, también hubo una desaparición de teorías y prácticas en Salud Mental que fueron borradas. Las comunidades grupales, las experiencias piloto de comunidades terapéuticas, agrupaciones gremiales y movimientos subjetivos en la cultura fueron desarticulados por la dictadura militar.
La dictadura que comienza en 1976, fue la expresión en el territorio nacional de un plan regional instrumentado principalmente por los Estados Unidos, conocido como Operación Cóndor. Se comienza a implementar una estrategia que buscaba eliminar los “enemigos internos” mediante un control social estructurado en el Terror. La coerción predominó por sobre el consenso que sostenía la hegemonía del capitalismo industrialista en claro declive. Así, entre 1969 y 1977, Estados Unidos desembolsó el valor de 1100 millones de dólares en armamentos para la región y se formaron más de 600 oficiales argentinos en sus escuelas militares (Duhalde, 1983). Este es un punto clave para comprender lo que Di Nella define como el experimento psicológico de la dictadura (2007). La formación que grupos militares recibieron en operaciones psicológicas (PsyOps) se tradujo luego en operaciones políticas que apuntaban a la modificación del carácter social mediante la instauración del terror, la desarticulación del compromiso social, la desconfianza y la cultura del silencio. Algunos significantes que circulaban por la época y que luego quedaron en la memoria social como el “algo habrán hecho” justificaban la indiferencia de la sociedad civil sobre los crímenes que se realizaban en ese tiempo. A partir de esta conceptualización, se intenta arrojar luz sobre una construcción que lejos de ser fruto de la espontaneidad social, se planificó y se instituyó en la subjetividad de la época por el poder dictatorial.
El Trabajo Integrador Final en el que se enmarca este artículo busca historizar las condiciones genealógicas en las cuales se produjo el secuestro de hijos e hijas de detenidxs-desaparecidxs por la dictadura. Es un ejemplo palmario de cómo la represión no solo instigó el miedo en la sociedad sino también intentó el borramiento de una generación. Esta práctica se sostenía en la significación de los niños como un botín de guerra, así como también en la creencia de que la apropiación de estos niños era una forma de “salvarlos” de las familias de “subversivos” (Nosiglia, 1985; Villalta 2012). La apropiación de niños atenta contra lo que una sociedad eleva al nivel de lo sacro, de lo preservado como bien inalienable. Se operó en esta práctica una profanación de lo que Agamben considera como lo sacro. Valores sagrados, no en términos religiosos, sino instituciones de la sociedad que en cada momento histórico se busca preservar como bien inalienable, en este caso la protección de las infancias mediante la preservación de sus lazos filiatorios y sus historias de origen (Rousseaux, 2018). En conclusión, se puede pensar que este poder desarticulador y sin oposiciones sobre valores como la identidad, la maternidad o la infancia dan cuenta de las características principales de esta práctica social genocida.
La psicología en el campo de los Derechos Humanos
A partir del retorno democrático se han hecho lecturas sobre el daño cometido por la Dictadura en pos de instituir políticas reparatorias. El Programa Consecuencias actuales del terrorismo de Estado en la salud mental (2006) ha planteado que las consecuencias del terrorismo afectaron y afectan a sus víctimas directas, así como a todo el conjunto social en tanto que las violaciones a los Derechos Humanos por parte del Estado involucran a todos los habitantes. En este sentido, la implantación del terror y sus huellas traumáticas en la subjetividad fue una política de Estado. A partir de la recuperación democrática en 1983, fueron los Organismos de Derechos Humanos y luego el mismo Estado, los actores que impulsaron políticas reparatorias y restitutivas del Estado de Derecho. El programa citado, historiza diversas experiencias y organismos que construyeron, de manera autogestionada y creativa, dispositivos de atención a las víctimas de crímenes de lesa humanidad. Luego del retorno democrático se va constituyendo un campo de defensa de los Derechos Humanos y atención a las víctimas del Terrorismo de Estado. Las luchas sociales que habían sido enmarcadas en la perspectiva de la lucha de clases previamente al golpe del ’76, eran reformuladas y se dieron bajo el nuevo paradigma de Derechos Humanos que comenzaba a tener preeminencia en la región. En 1968, 84 estados nacionales ratificaron su compromiso con la Declaración Universal de Derechos Humanos de la ONU. Por su parte, Argentina lo hizo en 1994 con la inclusión en su Constitución de las declaraciones, tratados y acuerdos vigentes relativos a los Derechos Humanos, otorgándole rango constitucional. El retorno democrático, la renovación de los instrumentos jurídicos para juzgar los crímenes de lesa humanidad cometidos y el apoyo que recibieron las Abuelas de Plaza de Mayo por diferentes organismos internacionales, pueden ser algunas coordenadas que expliquen los cambios discursivos y paradigmáticos en el procesamiento de las luchas contra la impunidad y por la restitución de la identidad de los niños desaparecidos.
Si bien el auge de las luchas, iniciativas e investigaciones en este campo se da con el despertar democrático, la historia de organismos como Madres y Abuelas de Plaza de Mayo se remonta a los primeros años del proceso militar. También se pueden rescatar algunas intervenciones realizadas por equipos de salud mental en estos años, herederas de la disuelta Coordinadora de Trabajadores de la Salud Mental, desarticulada en 1976. De esta manera se fue conformando un campo de organizaciones en Defensa de los Derechos Humanos que a su vez dio lugar a la conformación de equipos de salud mental que intentó dar una respuesta posible a las consecuencias del trauma, la pérdida, la violencia y el sufrimiento provocado en las víctimas y familiares del terrorismo de Estado.
Los primeros equipos psicoasistenciales fueron el Equipo de Asistencia Psicológica de las Madres que pudo intervenir en torno a los efectos psicológicos del terror, la tortura y la represión a nivel individual de las víctimas, como así también investigando en torno a los efectos colectivos de la represión. En 1982 se fundó el Movimiento Solidario de Salud Mental en el marco del organismo Familiares Detenidos-Desaparecidos por Razones Políticas. Impulsó la atención clínica a familiares, la docencia y la investigación sobre el tema.
Posteriormente, se conformó el Equipo de Salud Mental del CELS que aún hoy en día se ocupa de temáticas de violencia institucional y policial. De igual manera se conformaron equipos de Salud Mental en la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos y el Equipo Argentino de Trabajo e Investigación Psicosocial en el marco del grupo de Madres de Plaza de Mayo.
El Centro de Salud Mental por el derecho a la Identidad de Abuelas de Plaza de Mayo condensa estas experiencias ya que tuvo un rol central en el acompañamiento de hijxs de desaparecidos que fueron accediendo a la historia de sus orígenes y atravesando un proceso de restitución, así como también de reformulación de su identidad. Como se mencionó anteriormente, la apropiación de niños en la dictadura constituyó uno de los elementos que fracturó generaciones y desarticuló vínculos familiares.
Los distintos equipos psicoasistenciales mencionados, buscaron romper con la lógica concentracionaria diluida en el lazo social mediante la reconstrucción de las historias de orígenes y la construcción de alternativas posibles para las víctimas mediante procesos de subjetivación sumado al compromiso social en las luchas de memoria, verdad y justicia.
Pensando el rol de la psicología actual
Con el retorno democrático, la reapertura de las carreras de psicología y la sanción de la Ley de Ejercicio Profesional de la Psicología en 1985 se recupera algo de las luchas teóricas y políticas que se habían dado previo al golpe para la construcción de una psicología respetuosa de los valores democráticos y comprometida con el bienestar general de los habitantes.
Un primer hito es la incorporación de la promoción de la perspectiva de Derechos Humanos en las incumbencias reservadas al título de psicólogo y Licenciado en Psicología: “Realizar acciones tendientes a promover la vigencia de los derechos humanos y efectuar estudios, asesorar y operar sobre las repercusiones psicológicas derivadas de la violación de los mismos” (Resolución nº 2447 del Ministerio de Educación y Cultura, 20/9/85).
Por caminos paralelos se dieron los avances en los colectivos de Derechos Humanos anteriormente mencionados y políticas reparatorias por parte del Estado. La perspectiva de que el daño producto de los crímenes de lesa humanidad perviven hasta la actualidad también llevó al armado del Centro de Asistencia a Víctimas de Violaciones de Derechos Humanos “Dr. Fernando Ulloa” en el año 2010, en el marco del Ministerio de Justicia de la Nación.
Habiendo hecho este breve recorrido por los caminos transitados desde el fin de la dictadura hasta hoy, podemos advertir que a medida que pasa el tiempo se multiplican las acciones, grupos y colectivos de psicolog@s que buscan revertir y reparar, las consecuencias del Terrorismo de Estado en el lazo social, promover la perspectiva de Derechos Humanos mediante sus intervenciones o prevenir los efectos de la violencia institucional. Un punto de diferencia con épocas anteriores es la multiplicidad de discursos, experiencias, formación ideológica y horizontes de expectativas que conviven dentro de este Campo de los Derechos Humanos. Si bien a primera vista no se perciben experiencias e identidades aglutinantes de peso a nivel nacional como lo fue la Coordinadora de Trabajadores de la Salud Mental previo a la dictadura, hay una gran variedad de redes e instituciones que aportan a la construcción del campo.
Por último, estas experiencias mencionadas se dan en los ámbitos privados y públicos, pero también en otros espacios que hoy cobran una importancia crucial. Las experiencias de redes comunitarias en la virtualidad y la atención psicológica remota durante la pandemia son nuevos espacios donde se reactualiza el compromiso de los profesionales de la psicología con los Derechos Humanos. Son espacios, también, de disputa con los discursos de odio y la construcción de un sentido común que prioriza el repliegue en la individualidad y la apatía con respecto a la política como medio para mejorar el bienestar y la calidad de vida de los habitantes.
Agradecimientos por la foto de portada a Agustina Rolon.
Referencias:
Di Nella, Y. (2007). Psicología de la dictadura. Koyatun: Buenos Aires.
Duhalde, E. L. (2013). El Estado Terrorista argentino. Buenos Aires: Editorial Colihue.
Feierstein, D. (2011). El genocidio como práctica social. Entre el nazismo y la experiencia argentina. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
Lo Giúdice, A. (2005). Derecho a la identidad. En Lo Giúdice (comp.), Psicoanálisis: restitución, apropiación y filiación (pp. 29-41). Buenos Aires: Centro de Atención por el Derecho a la Identidad, Abuelas de Plaza de Mayo.
Rousseaux, F. (2018). ¿30.000? ¡Ni idea! El Estado y lo sacro en Territorios, escrituras y destinos de la memoria. Rousseaux, F. y Segado, S. (comps.). Editorial Tren en movimiento. Buenos Aires.
Secretaría de Derechos Humanos de la Nación (2006). Consecuencias actuales del Terrorismo de Estado en la Salud Mental. Buenos Aires: Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación.
Nosiglia, J. (1985). Botín de guerra. Cooperativa Tierra Fértil. Buenos Aires.
Vainer, Alejandro (2005). Los desaparecidos de la Salud Mental. Conferencia en la Universidad Autónoma de Entre Ríos. Disponible en:
http://www.topia.com.ar/articulos/los-desaparecidos-de-la-salud-mental
Villalta, C. (2012). Entregas y secuestros: el rol del Estado en la apropiación de niños. Editores Del Puerto. Centro de Estudios Legales y Sociales. Buenos Aires.