Select Page

Teoría Queer y Psicoanálisis: ¿Fin del binarismo?

  • Artículos
  • género y salud mental
  • N° 9
Intervención por Pablo Domrose

Agustina Sandez. Psicóloga egresada de la Universidad Nacional de Rosario. Atención clínica con orientación psicoanalítica a niñxs, adolescentes y adultxs.

Si Freud centró las cosas en la sexualidad

es porque en la sexualidad,

el ser parlante balbucea.

(Lacan, 1972)

El presente artículo se centra en la relación entre la teoría queer y el psicoanálisis de orientación lacaniana en torno a la lógica binaria hombre/mujer. Desde sus inicios, la teoría queer ha realizado fuertes críticas hacia el psicoanálisis por considerarlo heteronormativo y falocentrista. Dicha crítica se basa principalmente en ubicar al falo como fundamento de la constitución subjetiva, lo que conlleva como consecuencia pensar en un binarismo que ubica, por un lado, al hombre como portador del falo y por otro, a la mujer en falta. Frente a esto, intentaremos en nuestro desarrollo realizar una lectura crítica de esta objeción que permita problematizar y ponerla en tela de juicio, preguntándonos ¿Es el psicoanálisis verdaderamente heteronormativo? ¿Es posible pensar el psicoanálisis más allá de la lógica binaria?

 

Sobre la Teoría Queer

El término “queer” proviene del inglés y se traduce como “raro”, “extraño”. En sus orígenes, este concepto se utilizaba de manera peyorativa y estigmatizante para referirse a todas aquellas personas homosexuales, transexuales, bisexuales, es decir, aquellas personas cuya sexualidad se encontraba por fuera de lo que en ese momento se consideraba como “normalidad”. Es por ello que se podría afirmar que había una forma “normal” de sexualidad (la heterosexual) a otras consideradas “anormales”, donde estas últimas eran consideradas perjudiciales e inadecuadas.

Este movimiento surgió en Estados Unidos a principios de la década de 1990 y entre sus principales exponentes se puede mencionar a Judith Butler, Teresa de Lauretis, Monique Wittig, Paul Preciado, entre otros. Si bien la expresión “teoría queer” apareció por primera vez en un artículo publicado por Teresa de Lauretis en el año 1991, se considera el libro El género en disputa de Judith Butler, publicado en 1990, como la obra inaugural de este pensamiento.

Javier Saez (2004) señala que este movimiento realiza una crítica de las identidades sexuales en el sentido de cuestionarlas como esencias inmutables e inalterables, subrayando la complejidad y la heterogeneidad de los cuerpos. De esta manera, se trata de un movimiento subversivo en tanto cuestiona los fundamentos de cualquier procedimiento normalizador. Para el autor, lo interesante desde este punto de vista es que se concibe a las identidades como continuos que se encuentran en constante cambio, por ende, dependen de momentos estratégicos y políticos.

En esta misma línea, Ángela Sierra González (2008) plantea que lo queer no se trata únicamente de un movimiento contestatario, además se trata de aproximarse a la realidad en un constante cuestionamiento a todo aquello que se considere como natural o inalterable. A su vez, afirma que lo queer no elimina ninguna de las categorías que cuestiona, al contrario, lo que se defiende y a lo que se resiste, es al hecho de no tener que encasillarse en ninguna de ellas. Se podría decir entonces que ser queer no es una identidad en sí misma, sino más bien una posición política, un conjunto de saberes y de prácticas que desafían las identidades normativas. De esta manera, lo que se propone desde la teoría queer es reivindicar la diversidad sexual, invitándonos así a pensar más allá de la lógica binaria hombre/mujer.

 

Sexo, género, sexuación

Cuando hablamos de sexo nos remitimos a un dato biológico, es decir, se diferencia hombre y mujer a partir de una referencia puramente anatómica. Sin embargo, la sexualidad no obedece a datos biológicos y dichos elementos nada nos dicen respecto de qué significa ser hombre o mujer, por lo que es necesario ir más allá. En esta línea Sigmund Freud (2006) expresaba “Aquello que constituye la masculinidad o la feminidad es un carácter desconocido que la anatomía no puede aprehender” (p.106).

Así como el sexo es un dato biológico, podemos decir que el género es el significado sociocultural que se le atribuye al sexo, es decir, comprende todos aquellos comportamientos, roles y atributos que se le asignan a mujeres y hombres en una sociedad dada. Al ser una construcción social no es estático, sino que cambia de acuerdo a la cultura y la sociedad determinada. Es importante remitirnos al concepto de género porque el mismo se apoya en la idea de que existe una concepción binaria del sexo y lo que se desprende de ello es que hay únicamente dos géneros: el femenino y el masculino. De esta manera, la sociedad clasifica a hombres y mujeres a partir de su sexo biológico y le atribuye una serie jerárquica de funciones y roles, estableciendo así estereotipos sobre la masculinidad y feminidad.

Por otra parte, la sexuación es un concepto estrictamente lacaniano y refiere a la modalidad con la que el sujeto va a relacionarse con el goce. Para adentrarnos en la complejidad de las fórmulas de la sexuación, nos vamos a centrar específicamente en El Seminario 20 Aún de 1972-1973. Podemos decir resumidamente que las mismas ponen de relieve la imposibilidad de la escritura de la relación sexual e introducen una diferencia respecto del modo en que cada ser hablante se relaciona con el goce.

En dichas fórmulas Jacques Lacan (2010) ubica, por una parte, un lado izquierdo e indica que el hombre en tanto todo se inscribe en la función fálica y, por otra parte, a la derecha ubica la parte mujer de los seres hablantes, que es el lado no-todo. Asimismo, afirma que inscribirse de un lado u otro es una elección independiente del sexo anatómico.

En este sentido, no hallamos en las fórmulas ningún elemento que aliente una concepción binaria que haga complemento, las mismas no están ancladas a cuestiones biológicas ni de identidad. Entonces, si bien se plantea un lado “hombre” y otro “mujer” eso no impide que podamos pensar más allá de la lógica binaria. Tal es así que Lacan plantea que hombre y mujer son asunto de lenguaje, no son otra cosa que significantes. De esta manera, son los significantes los que definen “hombre”, “mujer”, “trans”, “lesbiana”, etc, y a su vez, alguien podría declararse trans y tener un goce fálico o no-todo, porque como ya se ha mencionado, se trata de una cuestión de elección y no importa el sexo biológico que porte quien puede ubicarse en cualquiera de las posiciones de goce.

 

¿Heteronormatividad en el psicoanálisis?

Como mencionamos en un principio, el psicoanálisis ha sido objetado por movimientos feministas que lo han tildado de falocentrista y heternormativo. Es necesario adentrarnos en esta crítica y comenzaremos indagando sobre el supuesto falocentrismo del psicoanálisis. Cuando hablamos de falocentrismo nos referimos a la creencia de que el falo es el elemento privilegiado que ubicamos en el centro de las explicaciones sobre la constitución subjetiva. En este marco, una de las autoras pioneras de la teoría queer, Gayle Rubin (1986) establece que el falo es el elemento que nos permite distinguir la castración, en tanto la presencia o ausencia del mismo conlleva las diferencias entre hombres y mujeres: el hombre es quien lo tiene y la mujer está en falta.

De esta manera, la autora sostiene que esta distinción se apoya sobre la concepción de que hay una dominación de parte del hombre como portador del falo y de la mujer una envidia del pene. Esto trae como consecuencia que todos estaríamos inmersos en esta cultura fálica, influyendo esto en la división de los sexos y, a su vez, este falocentrismo es pensado como la encarnación del status masculino donde el hombre tendría derecho sobre la mujer, quien estaría en una posición inferior.

En cuanto al psicoanálisis, es innegable la importancia que se le ha dado al falo como concepto en la experiencia analítica. Lacan (2009) nos dice en La significación del falo en el año 1958 que el falo se esclarece por su función y comienza distinguiendo aquello que el falo no es: no es una fantasía, no es un objeto y, menos aún, no es el órgano (pene o clítoris) que simboliza. Esta última distinción es fundamental porque en la lectura de Rubin nos encontramos con que los términos falo y pene son utilizados indistintamente.

Freud (2008) ya establecía en el año 1923 con La organización genital infantil que para ambos sexos solo desempeña un papel un genital, el masculino. Afirma así que no se trata de un primado de genital sino de un primado de falo. La referencia fálica al no remitirse a un atributo de dominio masculino, vale tanto para hombres como para mujeres. Para Lacan entonces, el falo es un significante y como ya se ha mencionado, la relación del sujeto con él es independiente de la anatomía. En este sentido, es importante destacar este papel simbólico del falo porque no se trataría de algo que se tiene o no, al contrario, concebir el falo como significante permite que la mujer participe de él al igual que el hombre, ya que no tener el falo es participar del mismo a título de ausencia.

A su vez, el falo tiene un papel fundamental en la sexuación, como hemos mencionado, se propone pensar al goce más allá del falo y se sostiene que inscribirse de un lado u otro es una elección independiente del sexo anatómico. Podemos decir que ello es un argumento que pone en tela de juicio la crítica de la cual partimos. Así, afirmar que el psicoanálisis es falocentrista sería caer en un malentendido y a su vez, podemos pensar dicha crítica como uno de los puntos de desencuentro entre el psicoanálisis y la teoría queer.

En este sentido, es necesario, por un lado, no desconocer que la postura de las autoras queer que se apoyan en esta crítica tienen argumentos sólidos para realizar dicha objeción, no se trata en este artículo de rechazar dichos argumentos. Sin embargo, si tenemos en cuenta todo lo desarrollado hasta el momento sobre lo que implican las fórmulas de la sexuación podemos permitirnos interrogar las mismas y afirmar que es factible pensar al psicoanálisis lacaniano como un campo alejado de la heteronormatividad y, por ende, más allá de lo binario.

 

Reflexiones finales

A partir de lo desarrollado en este artículo, una primera cuestión a marcar es que la teoría queer y el psicoanálisis se presentan como dos discursos distintos, que tienen orígenes diversos en tanto podemos pensar, por un lado, a la teoría queer como un movimiento que busca dar respuesta a las demandas sociales en un determinado contexto político e histórico y, por otro lado, el psicoanálisis como un discurso que trata de la subjetividad y que Lacan define como una práctica que merece el nombre de erotología, ya que de lo que se trata es del deseo. No obstante, hemos podido encontrar en este recorrido elementos que permiten realizar un diálogo entre estos discursos, marcando tanto puntos de encuentro como desencuentro entre los mismos.

Entre los puntos de encuentro podemos mencionar que, cuando de sexualidad se trata, tanto para la teoría queer como para el psicoanálisis debe pensarse por fuera de las referencias puramente biológicas. Las autoras queer han realizado trabajos que dan cuenta de la importancia de alejarse de cuestiones anatómicas para pensar el lugar que ha tenido lo cultural y la influencia del sistema heterosexual dominante. El psicoanálisis, por su parte, propone a partir de las fórmulas de la sexuación que los seres hablantes asumen su posición sexuada y se relacionan a las modalidades de goce independientemente de su sexo biológico, estableciendo así que un sujeto ya sea hombre o mujer puede ubicarse de un lado u otro dependiendo su elección.

Entre los puntos de desencuentro podemos ubicar la crítica de parte de las teóricas queer al falocentrismo lacaniano. Como hemos mencionado, esta objeción parte de ubicar al falo como significante privilegiado y ubicarlo en el centro de las explicaciones de la constitución subjetiva. El concepto de falo muchas veces se lo ha utilizado como sinónimo de pene, de manera que se afirma que habría una dominación masculina a la hora de pensar la sexualidad. Sin embargo, si tenemos en cuenta el desarrollo que realiza Lacan en El Seminario 20 Aún a partir de formular una modalidad de goce que estaría más allá del falo, esta objeción queer puede ponerse en tela de juicio. Así, lejos de remitir el falo al pene, Lacan nos advierte que no podemos definir identidades sexuales a partir de este operador.

Ahora bien, que podamos hallar elementos que nos permiten realizar un corrimiento del binarismo de género no quiere decir que el psicoanálisis se encuentre exento de la influencia del sistema heteronormativo, no hay que olvidar cuando estamos ante trabajos de Freud o Lacan el contexto socio-histórico en el que estas producciones fueron escritas. Por ello, el título del presente artículo lleva la cuestión del fin del binarismo como un interrogante, en función de seguir manteniendo la pregunta, sin aspiraciones totalizadoras de verdad o de respuestas acabadas. De hecho, considero que lo interesante es mantenerlo como debate, ya que, si bien se sostiene una premisa y es que es posible pensar al psicoanálisis más allá de la lógica binaria, no habría posibilidad de afirmar que hay un fin total del binarismo.

De esta forma podemos ver que el diálogo entre los estudios de género y el psicoanálisis es un diálogo complejo pero necesario. Y si bien los debates entre estos saberes se vienen dando desde hace décadas, hoy en día cobran una mayor dimensión y eso no es arbitrario, al contrario, se debe a que los movimientos de mujeres y los debates sobre cuestiones de género tienen una mayor presencia y protagonismo a nivel social, lo cual promueve la apertura de un espacio que facilite el diálogo entre estos discursos. Hoy en día son muchas las personas que demandan profesionales que tengan formación en perspectiva de género y que esperan ser escuchadas sin sesgos de género.

Se observa en la actualidad la emergencia de modalidades subjetivas que no se inscriben en el binarismo hombre/mujer, rebelándose así frente a cualquier intento de clasificación y determinismo. Habitamos en una sociedad y en un momento histórico en el que cada día es más común escuchar hablar de personas no binarias, es decir, personas que no se identifican exclusivamente como hombre o mujer, pero que, sin embargo, pueden sentirse identificadas a los dos géneros o a ninguno de ellos o cuya identidad de género fluctúa en el tiempo. Se hace necesario recalcar que, cuando de sexualidad se trata, no podemos pensar en términos de blanco o negro ya que las posibilidades son infinitas y uno podría decir que hay tantas maneras de ser no binario como personas no binarias hay.

De esta manera, y teniendo en cuenta el papel social que tiene este tema, considero que poder preguntarnos que tiene el psicoanálisis para decir y aportar, y como nos posicionamos frente a ello da cuenta no solo de una decisión política sino también de una postura ética. En este sentido, el psicoanálisis no puede desconocer ni ser ajeno a esta realidad actual donde cada día hay más visibilidad de las diversidades sexuales, porque, como ya dijo Lacan (2008) en su Discurso de Roma en el año 1953 “Mejor pues que renuncie quien no pueda unir a su horizonte la subjetividad de la época” (p. 309). Y estar a la altura de la época es asumir el compromiso ético de leer el deseo según las coordenadas subjetivas de cada cual, es escuchar la singularidad en la contemporaneidad. No hay posibilidad entonces de pensar la subjetividad desligada del contexto y es por ello que es necesario captar cuales son los efectos subjetivos, escuchar cuales son las demandas sociales actuales y repensar la práctica en función de los cambios de la época, y ello no es sin un trabajo permanente e inacabado que como profesionales debemos estar comprometidos a realizar.

*Imagen: Intervención por Pablo Domrose

Referencias bibliográficas

Freud, S. (1990) “La organización genital infantil”, en Obras Completas. Volumen V. 1º ed. Buenos Aires. Amorrortu.

Freud, S. (2006) “33º Conferencia. La feminidad”, en Obras Completas. Volumen XXII. 2ºed. Buenos Aires. Amorrortu.

González, A. (2008) Una aproximación a la teoría queer. En Cuadernos del Ateneo, ISSN 1137-070X, Nº 26.

Lacan, J. (2008) Función y campo de la palabra y el lenguaje en el psicoanálisis en Escritos 1. Buenos Aires. Siglo XXI.

Lacan, J. (2009) La significación del falo en Escritos 2. Siglo XXI. Buenos Aires.

Lacan, J. (2010) El Seminario 20, Aún. 1ºed. Buenos Aires. Paidós.

Rubin, G. (1986) El tráfico en las mujeres: Notas sobre la economía política del sexo. En Revista Nueva Antropología, ISSN 0185-0636, Nº030, p. 95-145. México.

Saez, J. (2004) Teoría Queer y Psicoanálisis. Madrid. Síntesis.