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Reseña: Sara Ahmed (2015), La política cultural de las emociones

  • Artículos
  • género y salud mental
  • N°9

Gimena Ojeda

Las estudiosas feministas y queer nos han mostrado

que las emociones “importan” para la política;

las emociones nos muestran cómo el poder moldea la superficie misma de los cuerpos

y de los mundos también. Así que de cierto modo, sí, al trazarlo,

estamos “sintiendo nuestro camino”.

  1. Ahmed

 

Presentación

Sara Ahmed, es una académica y activista feminista cuyos temas de estudio se ubican en la intersección de las teorías feministas, las políticas queer, el postcolonialismo y las luchas antirracistas, y sus aportes teóricos son fundamentales para entender los regímenes de producción de lo sensible.

Entre sus publicaciones se destacan, además de La política cultural de las emociones que aquí nos ocupa:

  • Living a feminist life / Vivir una vida feminista 
  • Willful subjects
  • Queer phenomenology: Orientations, objects, others / Fenomenología Queer: orientaciones, objetos, otros.
  • Differences that matter: Feminist theory and Postmodernism.
  • The promise of happiness / La promesa de la felicidad
  • On being included: Racism and diversity and diversity in institutional life
  • Vithetenus Hegemoni. (English Translation: The Hegemony of Whiteness)
  • Strange encounters: embodied others in post- coloniality

Su página web es www.saranahmed.com

 

Ficha bibliográfica

  • Autora: Ahmed, Sara
  • Título: La política cultural de las emociones
  • Editorial: Universidad Nacional Autónoma de México UNAM
  • Idioma: Castellano
  • Número de páginas: 368
  • Fecha edición: 01/11/2018

Esta edición está traducida por Cecilia Olivares y prologada por Helena López (p. 9-18). La política cultural de las emociones. México: PUEG-UNAM, 2015.

El libro se compone de una sección de agradecimientos, una introducción (“Sentir el propio camino”), 8 capítulos (“La contingencia del dolor”, “La organización del odio”, “La política afectiva del miedo”, “La performatividad de la repugnancia”, “Vergüenza ante los otros”, “En nombre del amor”, “Sentimientos queer” y “Vínculos feministas”), conclusiones (“Emociones justas”), un epílogo (“Las emociones y sus objetos”) y la bibliografía.

La edición en español, que incluye el epílogo, corresponde a la segunda edición de The Cultural Politics of Emotion. En este apartado la autora que ubica al libro en su relación con el campo emergente de los estudios de los afectos y en relación a sus otras obras.

 

Resumen

La reflexión que propone Sara Ahmed en La política cultural de las emociones implica reconfigurar la pregunta respecto a qué son las emociones y qué hacen, para pensar qué efectos tienen sobre nosotros. Ahmed propone que las emociones no son exclusivamente estados psicológicos, sino que también son prácticas culturales y sociales. En el proceso de lectura (significación) las emociones no están en los objetos ni en los sujetos, se producen en las mismas superficies y límites que permiten que lo individual y lo social sean delineados. Así, para pensar las emociones nos sitúa en un espacio de superficies y límites que se configuran en forma relacional y dinámica.

Para construir esta teoría, la autora se basa en el análisis de la relación entre las emociones, el lenguaje y los cuerpos. A lo largo del texto muestra el modo en que las emociones son nombradas en los actos del habla, y cómo estas emociones nombradas implican sensaciones (tienen efectos en la piel que siente). Esta idea, conceptualizada en lo que la autora denomina “giro emocional” plantea retos teóricos, metodológicos, éticos y políticos.

En esta obra la Ahmed propone una metodología para leer “la emotividad de los textos” que se presenta como una novedad y que aplica al analizar el papel de las emociones en los debates sobre terrorismo internacional, asilo y migración, y reconciliación y reparación.

 

Ideas/ejes principales[1]

En La política cultural de las emociones, Sara Ahmed elabora una teoría social sobre las emociones que permite explicar cómo se generan socialmente, cómo se reproducen y cómo se distribuyen a través de la economía de los afectos. Las emociones, plantea Ahmed, no son estados psicológicos, sino prácticas culturales que se estructuran socialmente a través de circuitos afectivos. Eso es cultural y no solo psicológico; así, lo que se siente es social y colectivo. Como lo señala la autora, las emociones no residen ni en los sujetos ni en los objetos, sino que se construyen en las interacciones entre los cuerpos, en las relaciones entre las personas.

Asimismo, la autora da cuenta de las emociones como acción, de las emociones como movimiento permanente (o parálisis / inacción). Este papel actuante de las emociones en los sintientes que analiza Ahmed, cuestiona los esquemas establecidos a partir de distinciones categóricas entre mundos privados y públicos, entre el sufrimiento y la subalternidad, o entre emociones positivas y negativas. Y por lo tanto exige revisar todos esos conceptos y correrse del intento de encontrar la motivación última de la acción en el reservorio emocional de las personas (eso no solo deviene en reduccionismo, sino que desplaza los problemas sociales naturalizando y sacralizando sus consecuencias sociales y políticas).

Ahmed también introduce en el análisis la cuestión de las emociones y los límites corporales: las emociones permiten delimitar espacios y distancias. Y, al delimitar el espacio, establecen un adentro y un afuera. Como correlato de esta operación, argumenta Ahmed, a través de las emociones, los cuerpos adquieren determinado valor y, por lo tanto, algunos cuerpos valen más que otros y es aquí, en esta política cultural (y económica) de las emociones, donde se crea y se reproduce la idea de otredad mediante el agrupamiento de algunos cuerpos y la marginación de otros. Si unos cuerpos valen más que otros, la desigualdad entre esos cuerpos deviene “inevitable”. De este modo Sara Ahmed muestra cómo la emoción diferencia; y, en definitiva, cómo las emociones son utilizadas socialmente para generar, legitimar y aceptar la desigualdad social.

Mediante lo que la autora denomina la “emocionalidad” de los textos, evidencia las intenciones emocionales de los discursos públicos para generar ciertos efectos “legitimadores” en quienes los reciben. Metodológicamente, Ahmed trabaja con múltiples y diversos materiales, con el objetivo de incluir en el análisis las diversas maneras y ámbitos en que funcionan las emociones. Esta multiplicidad evita pensar que las emociones están en los materiales que analizamos (como si las emociones fueran una propiedad de algo o de alguien), cuando lo importante es analizar lo que hacen esos materiales. Es decir, cómo trabajan los textos a través de las emociones para generar determinados efectos en nosotros. Ahmed analiza textos públicos y el lenguaje figurativo que se emplea para nombrar ciertas emociones, para explicar cómo funcionan las economías afectivas en la sociedad. Se trata de un análisis de contenido (análisis textual) que desarma el andamiaje emocional de la producción textual. Asimismo, configura la investigación a partir de un diálogo entre estudios de género y de cultura, del que participan la fenomenología, el feminismo y la teoría queer, y la psicología, la  sociología y la economía política, construyendo la mirada transdisciplinar con que la autora desarrolla estos análisis.

Finalmente, la dimensión política del texto de Ahmed presenta grandes desafíos. Al definir que no solo lo personal es político, sino también que lo emocional es político (las emociones son públicas y se organizan socialmente), reconoce una función específica de las emociones en la construcción política. Ahmed explicita que las emociones, si bien son tomadas como una manifestación privada, se construyen y se significan a través de un imaginario colectivo y en el marco de una determinada interacción social. Las emociones que resultan correctas, que son apropiadas para determinados sujetos (varones o mujeres, por ejemplo), constituyen un aprendizaje que va moldeando, a través de lo que sentimos, la proximidad a ciertas personas y objetos y la distancia respecto de otros. De este modo, para Ahmed, las emociones pueden conducir a la política, a la identidad colectiva, a determinadas alianzas sociales, etc. Es este poder social de las emociones el que se manifiesta a través de la política.

Así, la teoría de Ahmed exige interpelarnos respecto a las implicaciones políticas de sentir o no sentir algo. Porque el poder moldea cuerpos y moldea emociones; y en ese movimiento oculta y calla determinados cuerpos y da visibilidad y voz a otros. Las emociones son una política cultural eficaz y eficiente para mantener el orden: la función social de emociones como la vergüenza, la culpa o el miedo es evitar el conflicto, callar cuerpos y privatizar problemas que son sociales y culturales. Las emociones funcionan como mecanismos legitimadores de la desigualdad y de las injusticias, si todos sentimos miedo, no salimos a la calle, no reclamamos derechos, nos encontramos con los otros en esa singularidad, pero exclusivamente desde lo privado y lo individual. Y eso, al poder, plantea Sara Ahmed, siempre le resulta útil y funcional.

 

Conclusión

La política cultural de las emociones de Sara Ahmed admite abordar aspectos de la investigación en ciencias sociales que son, al mismo tiempo, grandes contribuciones a los estudios culturales en general y a la sociología de las emociones en particular: el giro emocional que aquí presenta plantea retos teóricos, metodológicos, éticos y políticos.

La obra de Ahmed establece tramas de correspondencia entre las condiciones estructurales de la desigualdad social y el miedo, la vergüenza o el odio como expresiones emocionales de ese mundo desigual. La política cultural de las emociones permite ubicar puntos de convergencia entre el nivel biográfico y el social, y establecer desde allí encarnaciones individuales de problemáticas estructurales. En este ocultamiento de la injusticia detrás de lo emocional, es donde reside uno de los grandes aportes políticos de esta investigación.

La política cultural de las emociones es uno de los libros más influyentes de lo que se llama “el giro emocional” en las Ciencias Sociales y supone una oportunidad para revisar las propias configuraciones sobre las que construimos nuestros interrogantes.

 

[1] Se referencia para el análisis los señalamientos realizados por Mancini, F. (2015) “Lo emocional como político”, Programa Universitario de Estudios de Género de la UNAM. Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)