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Neoliberalismo y construcción de la subjetividad

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  • Salud Mental

Rodrigo Héctor Falcone, MP 54866. Me gradué como profesor y licenciado en psicología en la UNLP. Tengo experiencia trabajando en hospitales públicos y privados de la provincia de Buenos Aires. Me he desempeñado como psicólogo y como acompañante terapéutico en otras oportunidades.

Posicionamiento ético-político de les profesionales de la psicología en torno al uso las terapias electro convulsivantes desde un enfoque de derechos

Cuando nos encontramos conversando con otros profesionales de la salud mental solemos escuchar expresiones del estilo: “-No estoy de acuerdo con algunas cosas de la ley de salud mental (…)”. En general nos damos cuenta, luego de explicitar un poco más nuestros posicionamientos, que estamos frente a alguien que no interviene con un enfoque en derechos humanos para el abordaje de los padecimientos mentales. Así, me he topado en este último tiempo con personas que defenderían Terapias Electro Convulsivantes si no fueran tan repudiadas por el órgano de revisión en nuestro país. También he notado que los malos tratos son moneda de circulación corriente en el nosocomio, por no hablar de la confusión que existe en torno al término tortura.

El presente artículo tiene como objetivo reflexionar sobre algunos presupuestos que hacen a un posicionamiento ético-político en el uso de las terapias electroconvulsivas en el tratamiento de personas con padecimientos mentales, desde una perspectiva derechos. Al mismo tiempo que observaremos la lógica con que se justifican estas intervenciones y el contexto sociohistórico en que se reproducen.

Partamos de una distinción ya clásica que hacen varios autores, entre ellos Silvia Bleichmar en su trabajo La construcción del sujeto ético, entre moral y ética. La moral sería algo perteneciente al orden de lo histórico, de los imperativos de la conciencia del superyo, que atentaría contra la llamada por Laplanche “santidad del analista”. La acogida benevolente de lo que dice el paciente y el no enjuiciamiento de su acción. La ética sería en cambio lo que abre las condiciones para la inscripción de un psicoanálisis. Son temas éticos la elección de los pacientes, formulación del contrato, conocimiento acerca del propio saber y posicionamiento en las generaciones de analistas. La cuestión ética, entonces, no es algo del orden de la naturaleza sino una construcción social que hacemos con otros, una decisión que hace a nuestro juicio clínico, no es necesariamente una posición abstinente. Recordemos los dichos de Freud ante el relato del capitán cruel en el célebre caso del hombre de las ratas, cuando el mismo le pide que no le obligue dar detalles acerca de las torturas. Freud le responde que no tiene inclinación por la crueldad y el martirio, intervención que abre las condiciones para un tratamiento posible. Además, Silvia Bleichmar distingue entre el analista como sujeto ético desde el punto de vista histórico social y la ética del analista desde el punto de vista del manejo del método y la teoría. El primer aspecto es básicamente un acuerdo de voluntades, un contrato entre sujetos libres que genera las condiciones para la instalación de un análisis, pero el contrato no es del orden de lo analítico en sentido estricto. Esta distinción es importante porque nos permite pensar que la aplicación del método en sí mismo, haciendo caso omiso del contexto histórico social, no garantiza la ética. De la misma forma que la aplicación de la ley no garantiza necesariamente el cumplimiento de un derecho. La situación es más compleja de lo que parece.

Retomemos el tema del uso del electroshock como medida terapéutica. La mayoría de los psiquiatras consultados sostienen que las TEC se practican en otros países con resultados positivos en diferentes casos de estupor catatónico o depresión, en forma controlada y con el uso de anestésicos o relajantes musculares. La perspectiva ética para justificar su empleo se reduce a un caso por caso, entre los cuales la mayoría se ven beneficiados por la misma. Reconocen que no sería para todos y que hay un porcentaje considerable de secuelas que desdeñan.

Viñeta. He tenido la oportunidad de acompañar el proceso terapéutico de una persona con varios años de internación en el Hospital Neuropsiquiátrico Alejandro Korn de Melchor Romero. Recientemente hallado sin vida en el comedor del pabellón. Nunca pudo salir del manicomio sino para comprar mercadería o alimentos de su interés al mercado. Se lo notaba muy angustiado por momentos y era recurrente su disgusto con el personal de atención al que según cómo estuviera de humor les insultaba o se refería a ellos como la policía. Presentaba temblores en sus brazos y dificultades para retener la orina. Problemas con la autoridad y negativa a aceptar las normas de la institución. Recibió TEC a principios de la década del 80. No podríamos concluir directamente que su mal carácter y genio con respecto al personal encargado de su atención sean la consecuencia directa de la TEC recibida. Pero es un dato a tener en cuenta. Jamás recuperó su voluntad para vivir en comunidad, incluso en sus últimos años se agudizó su desconfianza respecto del equipo de salud. También aumentó su deterioro cognitivo.

El Órgano de Revisión de la Ley Nacional de Salud Mental N° 26657, recomienda la prohibición del uso del método electroconvulsivo, fundamentándose en la normativa respaldatoria vigente, la cual el estado argentino es garante. También afirma, desde el punto de vista terapéutico, que el uso de electroshocks carece hoy día de evidencia científica certera sobre su mecanismo de acción. Es cuestionado por producir daño cerebral y alteraciones en la memoria e inteligencia. Entre las secuelas o efectos colaterales de su aplicación se citan: complicaciones cardíacas, confusión, problemas de aprendizaje, enlentecimiento cognitivo, discapacidad cognitiva, entorpecimiento en la realización de actividades de la vida diaria, pérdida de memoria, fracturas de huesos y de columna vertebral, rupturas de ligamentos, quemaduras y muerte. Emocionalmente se han registrado respuestas tales como sentimiento de humillación, sumisión, docilidad exagerada, sentimiento de fracaso, temor y desconfianza.

El estado argentino por el art. 75 inc. 22 de su Constitución Nacional, debe garantizar el cumplimiento de los Derechos Humanos y todos los tratados y acuerdos internacionales en consonancia con los mismos y que se hallan mencionados en la Ley Nacional de Salud Mental N° 26657.

Algunos profesionales de la salud con los que me ha tocado interactuar, presentan confusiones para reconocer una tortura o un maltrato, arguyendo muchas veces que es el tratamiento posible que el estado le puede dar en este momento. Acuden a mi mente los comentarios de Horacio Pietragalla, en relación con las denuncias de hacinamiento y tratos inhumanos en los centros de confinamiento por Covid-19 en la provincia de Formosa durante 2020: -“No hay centros clandestinos de detención en la provincia de Formosa y no se violan sistemáticamente los derechos humanos.” Claro que ya no estamos en los ‘70 y que no hay centros clandestinos dentro de los cuales se aplicaba sistemáticamente la tortura con fines políticos y con el uso de las fuerzas represivas del estado. Hoy la existencia de los manicomios como verdaderos zoológicos humanos -deberíamos agregar las prisiones, los talleres clandestinos para la explotación laboral y sexual-, lesionan a la humanidad toda. Al menos abramos la discusión. No hay una violación sistemática pero que las hay, las hay. El estado es responsable si omite investigarlas, juzgarlas y erradicarlas.

Otro caso concreto que quiero traer a colación del destrato, se trata de una persona de edad media, también con varios años de cronicidad del tratamiento de internación en el mismo hospital. A quien me encontré contenido mecánicamente en más de una oportunidad en el servicio de clínica médica. Cuando consulto los motivos, refieren la falta de recursos humanos para contener al mismo. Uno de los agentes refiere que: “-No es una tortuga!!”, se corrige enseguida y dice: “-tortura”. Prestemos atención al significado de este desliz en el habla del agente. Significado al nivel del contenido refiere a cierta lentitud, también este animal connota longevidad y parentela con los saurios que alguna vez poblaron la tierra. Pues una tortura denota justamente esa misma rigidez y atraso en la forma de obtener resultados terapéuticos en este caso. Lo mismo podemos decir del método de pasar electricidad por el cuerpo de los torturados con los fines de arrancar una confesión que tan caro significado le ha cobrado a nuestro país y a nuestra historia.

Naomi Klein, en su trabajo La doctrina del shock, destaca las similitudes entre las crisis económicas generadas por desastres o contingencias históricas que, a partir de la confusión y conmoción ocasionados, dieron el pie para el avance de reformas neoliberales, con esta técnica psiquiátrica que aplica choques eléctricos a personas con padecimientos mentales. Emiliano Galende analiza el contexto fascista de la Europa de entre guerras como el caldo de cultivo en el que se gestó el TEC basados en el mito de que un estado de conmoción o sufrimiento psíquico intenso podía producir la locura y al mismo tiempo capaz de curarla.

Hoy día los sectores más conservadores del gobierno colocan en la agenda cada vez que pueden proyectos de hacer pasar electricidad por el cuerpo de los sospechosos o revoltosos con el fin de reducirlos. Hablo del proyecto del uso de pistolas Taser para la defensa.

Las experiencias de reformas del sistema de salud mental que se basan en políticas comunitarias y de inclusión social, han construido evidencia suficiente con el desarrollo de otras técnicas y recursos, con los que es posible superar la implementación del choque eléctrico. La mayor parte de las provincias y países donde este método ha caído en desuso, sus referentes manifiestan adhesión a la ley de salud mental y a su modalidad de abordaje comunitario. Las prácticas psicologizantes que basadas en un modelo clínico asistencial, centran los determinantes del padecer y sus intervenciones en el plano biológico o psicológico exclusivamente, deben hacer lo necesario para integrar lo social como causa y territorio de intervención.

El correlato del neoliberalismo como modelo económico es la posmodernidad como filosofía del pensamiento. La caída del muro de Berlín, del socialismo real, el fin de la guerra fría y la globalización del capitalismo su acontecimiento histórico político. De ahí que hoy pueda optarse entre una variedad de ofertas terapéuticas entre las cuales debe tomarse la menos restrictiva y que favorezca la promoción del bienestar mental y las mejores condiciones de vida de las personas.

El desarrollo del neoliberalismo aparece hoy como contradictorio en nuestro contexto latinoamericano neocolonial con una inflación y pobreza crecientes. Buena parte de la población hoy necesita de un Otro que mejore sus condiciones psicosociales y situacionales para amortiguar la intensidad de las nuevas crisis. Ese Otro es el estado que regule los flujos de capitales distribuidos al antojo de unos pocos. Sin la constitución de ese Otro no hay fundación del inconciente, ni cultura, ni construcción de subjetividad, sólo barbarie.

 

Referencias bibliográficas

Adaglio, M.; Ghini, V.; Aluminé Rodriguez Zani. Alcmeon. (1998) Revista Argentina de Clinica Neuropisquiatrica. Terapia electro convulsiva.   https://www.alcmeon.com.ar/7/26/alc26_05.htm

Bleichmar, Silvia. (2011) La construcción del sujeto ético. Caps.  23, La ética del analista, ¿en el límite o en el centro del contrato analítico?  y 24. Balance teórico.

Freud, S. (1909) A propósito de un caso de neurosis obsesiva (el hombre de las ratas AE. Tomo X

Órgano de Revisión de la Ley Nacional de Salud Mental. Dictamen sobre el uso de electroshock. Anexo Res. S. E. N° 17/2014.  https://www.mpba.gov.ar/files/documents/R.S.E._N17-2014.pdf

Galende, E. (2017) El mito de los criterios benéficos del shock. Por qué no el electroshock y las terapias convulsivantes.   https://www.pagina12.com.ar/4855-por-que-no-el-electroshock-y-las-terapias-convulsivantes

Klein, N. (2007) La doctrina del shock: el auge del capitalismo del desastre.