El abordaje de las masculinidades ha cobrado un gran protagonismo en las políticas públicas con enfoque de género. Esto permite pensar en los varones como destinatarios de políticas que no sólo evitan daños (especialmente en lo que respecta a la violencia de género), sino también que propician sensibilizaciones y previenen violencias.
En el campo de los estudios de masculinidades se requieren desarrollos situados, transdisciplinarios y transfeministas que aporten estrategias que contemplen los modos específicos de producción subjetiva de las masculinidades. De esta manera, en este artículo vamos a abordar tres aspectos clave: las masculinidades y los afectos (la política cultural de las emociones al decir de Sara Ahmed), los abordajes de las masculinidades en el contexto de encierro punitivo, y finalmente, algunas propuestas técnicas de trabajo con varones en el marco del Sistema Integrado de Políticas Públicas contra las Violencias por Razones de Género (SIPP, 2020).
Masculinidades y afectos
En las estrategias de intervención con varones se advierte cómo prevalece en sus vivencias y miradas una fantasía de individualidad, una imposibilidad en lo que respecta a permitirse expresar los afectos, así como también problematizar el privilegio de creer que no son necesarios los cuidados para sostenerse.
Desde el asesinato de Fernando Báez Sosa en el año 2020, la agenda pública comenzó a visibilizar cada vez más la necesidad de un trabajo sostenido en materia de sensibilización de las masculinidades. Esto constituye según David Jones (2022) una demanda epocal:
“que un varón hable acerca de masculinidades para que otros varones escuchen lo que el feminismo tiene para decirles”. (p.24).
Los recorridos y pujas feministas, y especialmente su masificación a partir del #Ni una menos, han permitido establecer esta exigencia, aunque la misma no se presenta sin sesgos de género, especialmente cuando se trata de delimitar interlocutores válidos. En esta línea, Jones refiere que sus propias colegas le comentaban que probablemente los varones cis-hétero escuchasen más
“si su interlocutor fuera un varón ´como ellos´, lo que favorecería que se piensen a sí mismos desde el feminismo”. (Jones, 2022, p.24)
Estamos todavía en tiempos de disputa de sentidos en el campo de las masculinidades y en momento en los cuales como profesionales de la salud mental deberíamos asumir un compromiso por las militancias de estas discusiones, dada la importancia en la producción de subjetividades de varones menos padecientes, en función de las exigencias patriarcales, así como también, más conmovidos con el dolor de lxs semejantes.
Los varones han sido socializados en una cartografía de emociones territoriales asociadas con la exigencia, la conquista y la templanza. Estas emociones entran en franca crisis, de manera continua, pero muy pronunciada a partir de la crisis sanitaria de 2020, donde el territorio público se reduce y las dificultades en el orden doméstico y de cuidado instalaron dificultades en los lazos sexo-afectivos.
Sara Ahmed nos propone una serie de interrogantes acerca de la felicidad, que podemos pensar específicamente para los varones. La autora cuestiona la pedagogía colonial de la felicidad, y el modo en que se fueron erigiendo figuras como Emilio de Rousseau, que pretende configurar una tecnología de emociones viriles centradas en la razón y en la censura de cualquier sensibilidad.
Si bien es con las feministas que se pone en tela de juicio la fantasía pública de felicidad, también podríamos desplazar este cuestionamiento a los varones, especialmente a la exigencia permanente de templanza, fortaleza y felicidad, que se oferta en los espacios de socialización y también en la intimidad.
Abordaje de las masculinidades, salud y encierro punitivo
La promesa de felicidad que abordamos, siguiendo a Sara Ahmed, la operacionalizaremos con los avances de una investigación que inicié en el año 2021, acerca de las intervenciones en salud mental, en cárceles, con varones privados de libertad.
Esta investigación aborda los modos de intervención de profesionales de la salud mental frente a varones detenidos. La metodología de trabajo contempló 323 encuestas a varones encarcelados y 15 entrevistas semi-dirigidas a profesionales y referentes de políticas de salud mental en cárceles.
El inicio de la indagación se caracterizó por el retorno de la presencialidad plena luego de la crisis sanitaria producto de la pandemia por COVID-19. En dicha coyuntura la falta de contacto presencial con las familias, sostén afectivo y económico de los varones detenidos, produjo efectos subjetivos asociados con emociones como la tristeza, el odio, la ansiedad y la frustración.
En el caso de la salud mental, considerando la misma como una construcción social que adquiere características de control punitivo en la cárcel, a través de su omisión y/o de minimización de la misma, los varones encuestados refirieron que no tuvieron contacto con psicólogxs, ni dentro ni fuera de la cárcel. En esta línea, teniendo en cuenta que estamos abordando una indagación con diseño de investigación – acción, en los talleres en los que se relevaron las encuestas, algunos varones comentan que es mejor “hablar con el espejo y arreglar las cosas con uno mismo, que ir al psicólogx” (Crónica de taller, viernes 30 de junio de 2023). La salud mental entonces, es también un derecho no registrado por los varones como recurso. En consonancia con lo anterior, es muy significativa la respuesta y consultas frente a una de las preguntas del cuestionario: ¿Qué riesgo corrés como varón en una cárcel? La pregunta retoma la propuesta de Benno de Keijzer (1997), quien sostiene que la masculinidad en función de la autoexigencia patriarcal, expone a los varones a múltiples riesgos, que incluye la dificultad de la consulta en el ámbito de la salud/salud mental. La invisibilización de dicho riesgo, como operatoria propia del patriarcado, supone que los propios varones no tengan ningún tipo de registro del propio padecimiento asociado con las masculinidades hegemónicas. Tomaremos la definición de la masculinidad como un dispositivo político – extractivista (Fabbri, 2021), haciendo énfasis en la dimensión afectiva, dado que el ejercicio del cuidado en el caso de los varones privados de libertad, supone también una exigencia para la cadena de cuidado de mujeres, en distintos roles (madres, amantes, “ranitas”, concubinas, etc.). Aspecto que ante la pregunta sobre cómo acceden al cuidado en los días de visita, los varones no tienen registro de esta situación, aunque para muchas mujeres supone un trabajo de cuidado y doméstico (preparación, viaje, conciliación trabajo – cuidado entre otros).
Las figuras femeninas están asociadas con el ejercicio del cuidado y sostén. En entrevista con una psicóloga nos manifestaba: “está la madre, la rana y la concubina. Esos serían los tres lugares de las mujeres que tienen ellos: la madre es intocable, inmirable, con la mamá nada. La mamá es sagrada. Lo que dice la mamá, se hace. Pero ellos, a veces, así y todo, no las reciben a sus madres para no verlas mal, para que la mamá no llore” (Entrevista a profesional de la salud mental, junio de 2022). Estas tres figuras responden a estereotipos de feminidad relacionados con las características del dispositivo político extractivista de las masculinidades, dado que, a través del mismo, logran el sustento afectivo, económico, sexual, entre otros.
En línea con lo anterior, es significativo lo que ocurre en la coordinación de los talleres. La indagación se efectúa en articulación con el Programa de extensión Masculinidades disidentes: jóvenes y salud mental en cárceles (ejecutado desde la Facultad de Psicología, UNLP). La intervención con jóvenes se lleva adelante en tres encuentros que tiene como ejes de trabajo las masculinidades, el derecho al cuidado/autocuidado y la prevención de las violencias por razones de género. Los talleres son coordinados en su mayoría por mujeres psicólogas y estudiantes de Psicología, con una mirada feminista. En esta línea, en una de las instancias de cierre de los talleres, uno de los jóvenes planteó “Cuando nos dijeron que venían feministas pensamos en otra cosa, nos sorprendimos con los talleres, estábamos preparados para dar batalla y nos encontramos con otra cosa” (Crónica de taller, viernes 7 de julio de 2023).
La sorpresa se relaciona con la postura en torno a las exigencias de las masculinidades hegemónicas, y también con las propuestas vinculadas con la igualdad de género, como la posibilidad de la ranchada entre varones o lo que denominamos “affidamento masculino” (Luque, 2020). Los prejuicios en torno al feminismo, como una reivindicación en contra de los varones, son emergentes que se exacerban en las unidades penitenciarias y las concepciones de los varones detenidos frente a la propuesta política emancipadora de los feminismos. La noción de affidamento masculino refiere a la confianza entre varones, a fin de propiciar lo que ellos mencionan como “desahogarse con amigos” (Crónica de taller, viernes 30 de junio de 2023).
En los talleres de sensibilización propiciamos la relación entre affidamento y autocuidado, dos nociones del campo de los feminismos que son apropiadas por varones en contextos de encierro punitivo. Este trabajo de sensibilización se relaciona con lo que Astorga y Valdivia refieren en relación con la propuesta de pedagogía crítica de los feminismos, siguiendo a Claudia Korol:
“una praxis feminista implica poner nuestra acción al servicio de no reproducir ni que se reproduzcan estas situaciones de subordinación en el ámbito en que nos toca desenvolvernos” (Korol, 2006, p.59. En Astorga y Valdivida, 2020, p.18).
De esta manera, retomamos la sorpresa que marcaba uno de los varones en los talleres, y podemos situar esto como algo propio de los efectos de la praxis transformadora de los feminismos para la igualdad de género, que contempla el padecimiento de los varones y su socialización y (des)subjetivación frente al dominio patriarcal y sus masculinidades hegemónica.
Un aspecto importante es considerar la propuesta de investigación como una instancia multiplicadora de reflexividad y autovigilancia, permitiendo que otros varones accedan a los interrogantes y dudas productivas que surgen en los espacios de talleres de sensibilización y prevención de las violencias por razones de género. Esto supone también una estrategia de repolitización del cuidado dentro de la cárcel.
En cuanto a la construcción de las masculinidades, frente a la pregunta ¿Cómo te hiciste varón?, aparecen respuestas como “Cuando tuve a mi hijo” “Cuando llevé el pan a la casa” (Crónica de taller, viernes 23 de junio de 2 023), referencias de modos tradicionales y hegemónicos de construcción de las masculinidades. Siguiendo a Astorga y Valdivia (2020), la definición de la masculinidad responde tanto al sistema patriarcal como también a la heteronorma, que presentan características específicas en el encierro y que se vinculan con la resistencia, la figura del varón tradicional y la construcción de un despliegue de dominio de los espacios carcelarios.
Finalmente, haremos referencia a las situaciones de violencias por razones de género, en articulación con los lazos sexo afectivos. Consideramos éstos como estrategias de cuidado (Colanzi, 2018), y al mismo tiempo como el escenario de vulneración por excelencia, dado que supone una instancia de exposición propia de la intimidad. Durante la pandemia el acceso a celulares implicó también la construcción de nuevas retóricas sexo-afectivas, con las marcas propias del uso de redes sociales y apps. En el marco de las estrategias de prevención de las violencias, y específicamente la violencia digital, se propuso en los talleres abordar la noción de consentimiento y consultar qué tipo de redes sociales eran las que más utilizaban siendo Instagram y Whatsapp las preferidas. En ambos recursos digitales se establecen sistemas de control y seguimiento de horarios y modalidades de respuestas que marcan las prácticas erótico-afectivas de varones detenidos. Lara Quinteros (2020) sostiene que
“si bien el uso de las tecnologías es relevado socialmente como algo placen tero y necesario, simultáneamente las relaciones que se tejen ahí son sujetas a estigmas que las sindican como superficiales o de menor valor que las generadas en la presencialidad” (p. 67)
y esto aparece en la distinción que realizan algunos varones detenidos cuando plantean que algunas son las novias – compañeras que los siguen antes de estar privados de libertad, y otro es el estatuto de mujeres que conocen en las redes, con quienes se sostienen vínculos esporádicos durante el encierro punitivo. Los vínculos con la figura de la “rana” o de mujeres “que los siguen” responden a necesidades específicas que aparecen con la caída del lugar de proveedor y protector, que los varones detenidos en muchos casos sostenían previamente a la privación de libertad. Siguiendo este planteo, el lugar de proveedor se invierte en el adentro, pero es un horizonte de futuro a salir de la cárcel. Es así como una de las profesionales de la salud mental nos comentaba: “De hecho, cuando los escuchas, el amor son las zapatillas. Porque los escuchas mucho: “yo no quiero que les falte nada”, “yo cuando salga le quiero comprar las zapatillas, yo no lo tuve” (Entrevista a psicóloga, junio de 2022).
Las eróticas afectivas están estrechamente relacionadas con el consumo, con los objetivos y también con las posibilidades extractivistas con las características propias de las masculinidades hegemónicas.
Estrategias técnicas de trabajo con varones en el Sistema Integrado de Políticas Públicas contra las Violencias por Razones de Género
El abordaje de las masculinidades en el territorio provincial se vincula con las políticas de prevención y asistencia de las violencias por razones de género. Es en esta línea que considero oportuno situar que, en el campo de la salud mental, y a partir de la creación de equipos de atención a víctimas del terrorismo de Estado en los años 80, se crearon herramientas sólidas de escucha clínica, social y política, que problematiza la construcción de las figuras de víctimas (demandadas por el Estado para posicionarse como víctimas sin sospecha, “buenas víctimas”). En esta línea, en la carrea de grado de Psicología de la UNLP, a fines de los años 90, se crearon espacios de formación de grado que contribuyeron, desde su cursada optativa, a la producción de recursos y recorridos de formación en perspectiva de Derechos Humanos y frente a las víctimas. Este hito responde a la creación de espacios de formación del Equipo de Trabajo e Investigación Psicosocial (EATIP), cuyas referentes Diana Kordon y Lucila Edelman, desarrollaron el Seminario optativo Situaciones traumáticas de origen social. Su incidencia en la subjetividad, que a partir del 2007 fue absorbido por la Universidad, luego continuó de forma autónoma.
Este espacio curricular nos invita a pensar que la formación de lxs psicólogxs debería considerar los grandes aportes de las construcciones de dispositivos de intervención que se crearon con las tecnologías de acompañamiento, pero que se fueron desplazando, por las luchas feministas a otros espacios y distintos tipos de intervenciones.
La referencia al EATIP es una invitación a tomar muchos de sus desarrollos en el abordaje de las masculinidades. En primer término, a partir de los dispositivos grupales con acuerdos de encuadre de trabajo feminista y situado. En segundo lugar, propiciando una matriz conjunta en el grupo, un sentimiento de pertenencia que destierre la fantasía de individualidad de los varones y fortalezca el affidamento y cuidado mutuo entre ellos. Y finalmente, el trabajo en la intersubjetividad y lo transubjetivo, con pedagogías de sensibilización y cuidado entre varones.
Conclusiones
El trabajo recorre distintos aspectos vinculados con al trabajo de sensibilización de las masculinidades y la prevención de las violencias de género. Revisa los primeros resultados de una investigación – acción sobre las masculinidades, la salud mental y las cárceles (CONICET). La dimensión político extractivista de la masculinidad hegemónica surge en distintos momentos del trabajo con varones detenidos, especialmente en lo que respecta a las redes afectivas de cuidado que ejercen las mujeres que los visitan, ya sea madre, concubina o rana. La retóricas sexo-afectivas son un aspecto clave para propiciar preguntas incómodas y promover la reflexividad en los varones encarcelados, contemplando la necesidad de un trabajo horizontal y respetuoso desde las tecnologías de ternura (Colanzi, 2021), que multiplica las reflexiones e interrogantes en torno a la posibilidad de transformación de la dimensión socio – cultural, económico y afectiva de las masculinidades.
Referencias
Ahmed, S. (20). La promesa de felicidad. Caja negra editores.
Astorga, N. Valdivia, A. (2020). Hombres que ejercen violencia hacia la (ex) pareja mujer: cambios y tensiones. Punto género, 13, pp. 4 – 24.
Colanzi, I. (2018). Los lazos sexo-afectivos: modos de ejercicio de cuidado en mujeres privadas de libertad. Revista Derecho y Ciencias Sociales, abril (18), pp 121-137. http://sedici.unlp.edu.ar/bitstream/handle/10915/67 147/Documento_completo.pdf-PDFA.pdf?sequence=1.
Colanzi, I. (2021). Tecnologías de ternura y saberes curiosos. Liminal.
De Keijzer, B. (1997). El varón como factor de riesgo: Masculinidad, salud mental y salud reproductiva. En Tuñón, E. (coord.), Género y salud en el Sureste de México, ECOSUR y UJAD. Fabbri, L. (2021). La masculinidad incomodada. UNR.
Jones, D. (2022). La masculinidad. Universidad Nacional de General Sarmiento.
Lara Quinteros, R. (2020). Los dating apps para varones: desafíos para el campo investigativo en Latinoamérica Social. Punto género, 13, pp. 66 – 78.
Luque, C. (2020). Affidamento masculino: El arte queer del fracaso del varón patriarcal. Heterotopías, 3(5), pp. 1-15. https://revistas.unc.edu.ar/index.php/heterotopias/article/view/29076.
Madrigal Rajo, L. J. Guardado Tejeda, W. (2020). Los Cuidados y masculinidades en el actual contexto COVID -19 en Centroamérica. Punto género, 13, pp. 109 – 129.
*ilustración de Agustina Olivera