Estoy segura que antes de nacer, mi vieja no me esperaba. Que llegué de repente, antes de lo planeado, es un hecho.
También sé que en esos tiempos, no circulaba información para pensar en no tenerme. Su desarrollo como mujer casada, se imponía atado al ser ama de casa, y madre. Obvio.
No sólo no me soñó, sino que cuando me adoptó como hija tampoco pensó que no iba a jugar con muñecas, y cuando tuve una barbie vivió desnuda y rapada. A mi me gustaba jugar, no hacer que una muñeca que no me identificaba era lo que mi vieja quizá sí soñó para mí. De hecho siempre jugué a “juegos de varones”.
Ella me ponía vestidos y a mi se me veía más la bombacha que el hoyuelo del cachete. No me gustaba quedarme quieta “como una señorita”.
Crecí rogando me dejaran tener el pelo corto o teñido, con una conducta bastante desobediente y una boca muy sucia para una “nena”, que más de una vez “la hizo quedar mal”.
Pero me lo permitió y me dejó ser todo lo que no soñó en mi. Me habló del valor de los vínculos, que siempre tienen que ser elegidos, y no impuestos por condiciones familiares o sociales. Y de una vida sexual libre, activa y cuidada (tuve la suerte que muches no, incluída ella).
Me enseñó a permitir de les otres, sólo lo que era bueno para mi. Y a actuar en consecuencia: prestando atención a que lo que puede ser bueno para mi, no siempre lo es para el resto. No se si era conciente que estaba cultivando en mí, la empatía y el respeto por lxs compañerxs.
Por eso, y más, es gracias a ella, que puedo retobarme contra todo lo impuesto y no quiero en mi vida. Que lucho por mi y por les otres, que lo hago como puedo y abrazada por la red que me sostiene y sobre todo, elijo.
Gracias mamá por hacerme feminista.
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Esto lo escribí para todas las funciones maternas, que maternan cómo pueden. En especial a la mía.
Como puedan, con lo que puedan, construyan en sus maternidades y crianzas, un feminismo compañero. Porque el feminismo, siempre debe ser el punto de partida.