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“La orientación vocacional y las adolescencias, en el contexto de pandemia”

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  • N° 3

Lic. y Prof. en Psicología, Carla V. Romano Cavigioli Mat. Prov. 30250

Catalejo* es un dispositivo de Orientación Vocacional integral, que nació en la cuidad de Chivilcoy en el año 2016, para les jóvenes que se enfrentan al desafío de elegir. Ofrecemos un espacio donde éstes puedan descubrir sus gustos, preferencias y valores, reconocer sus habilidades y aptitudes y analizar la oferta educativa y el mundo de las profesiones y ocupaciones, de manera individual o grupal y de forma presencial, al menos hasta el año pasado, cuando tuvimos que readecuarnos debido a las restricciones impuestas por la pandemia.

Esto implicó no solo un trabajo activo de readaptación de estrategias para sostener el interés y el compromiso de les orientades sino también poner toda nuestra creatividad y versatilidad como profesionales al servicio de la creación de condiciones de grupalidad en un contexto totalmente nuevo.

Para esto último, tuvimos primero que reconocer nuestros prejuicios y resistencias en relación a la virtualidad y sus vicisitudes. S. Thompson dice que “Ante lo inédito, las preguntas pertinentes son nuestro faro”, con lo cual uno de los primeros interrogantes que ubicamos fue si la práctica digital se estaba instituyendo como la nueva normalidad y, si así era, si se trataba de una versión empobrecida de la atención presencial o si podía instalarse como otro soporte, dentro de la misma disciplina, pero respondiendo a otras coordenadas.

Una primera respuesta que se nos impuso durante los encuentros inaugurales por Zoom fue que, si considerábamos la atención virtual como una práctica de segundo orden, no le prestábamos la suficiente atención al encuadre, es decir, a la exigencia de actualizar el dispositivo, enriqueciéndonos en el manejo de las aplicaciones e incluso sopesando el ancho de la banda de internet de la que disponíamos.

Rápidamente empezó a circular en el equipo una figura retórica que nos ayudó a seguir pensando: la diferencia entre la práctica digital y la presencial es análoga a la que separa el cine del teatro. En el teatro, como en la presencialidad, las irrupciones son una posibilidad -y un riesgo- que le aporta su cuota de tensión a la escena. Es bien sabido que la presencia es muchas veces la que da lugar a la detención de las asociaciones. Fue ahí cuando nos sorprendimos enredadas en una situación paradojal: las dificultades a las que nos enfrentábamos en los talleres virtuales, se debían a la ausencia de ciertas dificultades a las que estábamos habituadas a enfrentarnos en los encuentros presenciales.

Pero de nuevo el teatro – y el psicoanálisis – nos recordó que la práctica toma su potencia de los medios de los que se priva, haciéndonos pensar en nuevos modos de reintroducir la disparidad subjetiva, por ejemplo, apagando la cámara. Les orientades nos reciben en su hábitat, no son visitantes, sino visitades. Están como en su casa y eso puede hacer que nos vean de un modo particularmente irritante porque no pueden dejar de vernos.

Les adolescentes de hoy son la misma generación que, en el 2009, cuando transitaban los primeros años de la escuela primaria, tuvieron dos meses de vacaciones de invierno obligatorias por la gripe A, como en una especie de bautismo o ensayo general para lo que les tocaría cerca de su egreso.

Son estes adolescentes reincidentes en pandemias los que, al mismo tiempo que atraviesan un momento evolutivo de transición y cambios –que despiertan grandes montos de ansiedad-, deben adaptarse a una nueva forma de estudiar y conectarse con les demás, de pasar el tiempo libre y de recreación y, como si fuera poco, elegir qué quieren hacer por el resto de su vida, en un mundo en el que la incertidumbre se volvió protagonista.

Adolescentes que, más allá del aprendizaje de contenidos, extrañan la vida con otres. Adolescentes con el acento puesto en los resultados y con dificultades para encarar procesos. Adolescentes con bajos niveles atencionales. Adolescentes que se descubren por primera vez con sentimientos de estrés, cansancio, angustia, agobio, aburrimiento. Algunes, generando oportunidades para aprender nuevas habilidades. Todes, haciendo lo que pueden. Pero para ningune es tarea fácil. Se ven enfrentades a sus propios límites y nos interpelan. No solo a guiarles en el complejo proceso de constitución de su identidad vocacional. Nos interpelan a escucharles, a responderles, a promover la expresión de sus sentimientos. A acompañarles y contenerles, dimensionando riesgos, sin entrar en pánico, allí donde el contexto hace texto:

“Catalejo me pareció un espacio para conocer gente nueva, sacar nuestras inquietudes, pero sobre todo un espacio en el cual nos acompañaron en una etapa difícil y diferente de nuestras vidas”; “En este año, sobre todo, con el tema de la pandemia, que no pudimos ir a la escuela, me sirvió como una orientación, para no perder la rutina, planificar actividades, pensar con otros y darle un norte a qué estudiar”; “Entré por recomendación de unos amigos y la verdad es que superó mis expectativas porque aprendí un montón de cosas”; “Me inscribí porque mis amigas se habían anotado antes que yo, pero no creía que era necesario hasta que empecé a participar de los encuentros. Fui consciente de lo importante que es tener un espacio para pensar en este momento”; “Me ayudó a pensar en otras cuestiones, a aclarar otras tantas; ver que no soy la única que se encuentra en medio de miles de carreras, con miedos, esperanzas y ganas de saber lo que quiero hacer en mi futuro”.

El gran desafío que la práctica digital nos impuso fue el de construir un cuerpo (grupal) allí donde no solo no había posibilidad de contacto, sino que éste era representado como una amenaza. Nuestra meta pasó a ser entonces la producción, en cada encuentro, de modos creativos para que esa escisión no arme síntomas.

¿Era posible un proceso de orientación vocacional sin presencia real? Temíamos que les orientades refieran “Vi un taller de orientación vocacional” en vez de decir “Estuve en un taller…”. Nuevamente el teatro vino a enriquecer nuestra reflexión con su lógica: la generación de expectativas. Aquello que trasforma al público (la polis) en espectador (el que espera consecuencias). Y esto requiere de técnicas específicas, que no pueden ser las mismas que cuando no entra en juego una cámara que ve y dirige o coordina los encuentros:

“Las presentaciones de cada uno, me hicieron pensar en mí también. Las actividades que hicimos fueron muy divertidas”; “Ni bien empezamos yo estaba perdida en cuanto a mis intereses y aptitudes. Incluso, me molestaba hablar sobre mi futuro y la elección de carrera. Con los encuentros fuimos descubriendo no solo lo que nos gustaba, sino también a nosotros mismos. Me puse a investigar sobre planes de estudio, salidas laborales, videos de YouTube, cosas que nunca había hecho antes”.

Hoy, la distancia, el aislamiento y el espacio virtual, representan la protección y el afecto. Necesitamos que el afecto y el sostén encuentren otras formas para integrar cuerpo y subjetividad, cuando una pantalla se interpone en el vínculo. Si bien, durante los encuentros virtuales, surgieron aspectos inusuales a los que no estábamos habituadas, un fenómeno se hizo evidente: el cuerpo queda en el centro de la escena, por ausencia o por exceso:

“Para mí no solo fue un curso de orientación vocacional, sino que fue un encuentro con gente que me ayudaba en ese sentido pero que también escuchaba mis anécdotas, mis problemas, me aconsejaba, contaba sus problemas y sus sentimientos, lo que me hizo sentir más segura en todo sentido”; “Estaba nerviosa pero después de un ratito se me fue, gracias al ambiente de compañerismo y amabilidad”; “Me pareció que todos me motivaban a seguir viendo, considerando, conceptualizando el camino que quería seguir”

La pandemia nos llenó de dudas, de inquietudes, de interrogantes. No solo a nivel personal y social sino como profesionales. Hoy podemos esbozar algunas respuestas, otras siguen siendo una incógnita. En cuanto a nuestra experiencia, podemos afirmar que en la práctica digital hay otras coordenadas, diferentes a la clínica analógica, pero que pueden tener también efectos analíticos. Como dijo uno de nuestros orientados, la experiencia de Catalejo “llegó para quedarse. No solo me ayudó a elegir una carrera, sino para aprender que, cuando tenga que tomar una decisión, la piense bien, no lo haga de forma rápida y fácil y siempre pida ayuda”.

 

 

*Catalejo es un equipo interdisciplinario cuyo propósito es orientar a les jóvenes a partir del reconocimiento y desarrollo de sus aptitudes, intereses, habilidades y valores, para la construcción de su proyecto de vida. Durante el proceso se aborda el ser persona, el ser estudiante y el ser profesional en contextos singulares.

El equipo está compuesto por la Licenciada y Profesora en Ciencias de la Educación, Lorena Parabúe, especialista en Orientación Vocacional, y la Licenciada y Profesora en Psicología, Carla Romano Cavigioli, especializada en Psicodrama Psicoanalítico Grupal.

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