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Entrevista a Graciela Perosio

  • Artículos
  • N° 8
  • Terrorismo de Estado

Reseña de la entrevista realizada a Graciela Perosio por la Dra. Irma Colanzi

(Foto de Marcelo Mendiburu)

En el primer contacto con Graciela Perosio, ella transmite su pasión por el arte y también su apego a la vida. Graciela se brinda al diálogo e invita a transcurrir por sus recorridos y elaboraciones, que a través de la literatura ha podido simbolizar.

Graciela Perosio estudió la carrera de Letras en la Universidad del Salvador, fue docente universitaria y también dictó talleres de creatividad y escritura. En el año 1995 obtuvo la Beca Nacional de Investigación del Fondo Nacional de las Artes, abocándose al estudio del autor Carlos Latorre, que marcó su infancia y luego su trayectoria literaria. Algunas de sus publicaciones son: “Del luminoso error”“Brechas del muro”“La varita del mago”“La vida espera”“La entrada secreta”“Regreso a la fuente”“Sin andarivel”, “Balandro” y Fresias de octubre”.

En cuanto a sus afectos su historia estuvo signada por las marcas de la dictadura, momento político en el cual perdió a su hermana Beatriz Perosio, quien fue secuestrada y desaparecida el 8 de agosto de 1978, a los 30 años. Beatriz era la presidenta de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires (APBA) desde 1977 y de la Federación de Psicólogos de la República Argentina (FePRA).

En esta entrevista fuimos realizando un trabajo de memoria sobre su obra, su familia y los procesos de elaboración de pérdidas afectivas y políticas en la vida de una autora muy significativa en nuestro país.

Graciela me comenta que hace poco presentó su último poemario “Fresias de octubre”, en el que elabora los fragmentos del dolor en un proceso que comprometió su salud. En sus poemas resignifica las palabras de Marguerite Duras “no se puede escribir sin la fuerza del cuerpo. Hace falta ser más fuerte que uno mismo para abordar la escritura, hay que ser más fuerte que lo que se escribe”. En la voz de Graciela se advierte esa fuerza vital, mientras narra episodios traumáticos de su vida, como también la cercanía a la belleza, en el arte y en los afectos.

La entrevistada nos comenta que “Fresias de octubre” es un libro que tiene una parte de crónica, desde un punto de vista técnico lo definió muy bien Elsa Osorio, la narradora, quien dice que es un libro donde narrativa y poesía se abrazan. “No puedo separar lo prosaico y lo lírico en este texto porque lo considero una unidad en la línea de la épica. Cuando digo poema épico es porque suelen contar la conquista de un territorio. Y para mí acá se trata de la conquista de un cuerpo sano. Realmente los problemas a los que está llegando todo el sistema de salud son terribles. Se ha vulnerado por completo la relación médicx-paciente, porque las prepagas les prohíben –o al menos desaconsejan-una serie de estudios a lxs médicxs, por ser onerosos, y así se demoran los diagnósticos.

El modelo médico hegemónico es una constante en la conversación, dado que, en la historia de Graciela, tanto su hija como su madre, tuvieron padecimientos vinculados con el cuerpo y la salud mental. A lo largo de la entrevista, la entrevistada dio cuenta de su mirada en relación con el sistema médico y con el campo de la salud mental.

Esas experiencias también signaron los pasos de su hermana, la psicóloga Beatriz Perosio, cuya persecución significó un gran riesgo para toda la familia.

Graciela nos comentó que “cuando Beatriz desaparece, nosotrxs vivíamos acá en Buenos Aires. Una de las cosas que queríamos era tener una casa con jardín, que lxs chicxs tuvieran una infancia un poco como las de antes, con espacio, con juego en la vereda. Y además nos fuimos a vivir a Provincia, muy cerca del Puente Saavedra, estábamos ahí nomás, en el límite. Nos cuestionábamos qué información pasar a lxs chicxs, hasta dónde. Todo eso era muy difícil por su propia salud, también teníamos miedo de que lxs discriminaran por tener un familiar desaparecidx.

Beatriz y yo también tuvimos una infancia complicada por otros motivos. Mamá tenía algunas características extrañas. Cuando la conocías no notabas nada, una mujer muy simpática, muy amiga de mis amigxs del colegio. Pero tenía percepciones, por ejemplo, cuando moría alguien en Italia de su familia, ella sabía la hora, se despertaba si estaba durmiendo. Después llegaba el telegrama, siempre coincidía. Cuando nosotrxs éramos chicxs, solía decir a menudo una frase terrible que tardé en comprender. “las Perosio nacieron con el coturno bajo el brazo”. Nunca te explicaba por qué, nos visualizaba con el zapato de la tragedia en vez de con el pan. Pero era muy habitual, tanto que yo la uso en un poema.

Antes de matarse, alcanza a tener conmigo esta conversación donde me dijo “Y vos tenés que sobrevivir. Porque alguien tiene que contar cómo fueron las cosas”. Tuvimos ese diálogo en un lugar que no existe más, porque era un servicio pago que funcionaba en el Borda y era mixto. Estuvo internada un tiempo allí y ya había ganado las elecciones Cámpora, pero todavía no había asumido. No es que yo niegue que tuviera un serio problema psíquico, pero su relato -si querés- delirante, era: “¿sabes para qué va a servir ahora todo lo que está pasando? Lxs militantes van a salir y van a decir ‘estoy acá’ y lxs otrxs van a ir y van a anotar los nombres y los domicilio y después lxs van a matar a todxs. De esa tu hermana no pasa, y vos tenés que pasar. Prometeme que tenés que pasar, porque alguien tiene que vivir para contar cómo fueron las cosas”. En ese contexto me dice: “papá, de alguna manera, va a flotar y lo va a pasar, pero Beatriz no pasa de eso, y yo soy muy responsable de las cosas que ustedes piensan. Pero ahora no puedo bancarme el resultado, yo no soy la Virgen María para quedarme esperando que me entreguen el cuerpo”. Con esa frase cierra la conversación. Fue lo último que escuché de mi mamá.

La muerte, las desapariciones, la persecución política establecen paradójicamente un vínculo con la vida. Graciela canta, crea poemas, se apasionó por la literatura, y así nos recita un poema “Trío” que representa esta desobediencia y su apego por la vida:

Trío

Andábamos las dos perdidas

por tu cintura breve y sin saber,

buscándole el sabor a la savia,

cuando los meses nos sangraban la costumbre

de desnudarnos nubes

de desnudarnos nuevas

de desnudarnos nunca, las dos

qué pobreza del número ahora

quedé la nula la no,

la sola

una

la que zarpa

Graciela refiere “Sentir que tenés que seguir y lxs otrxs quedaron atrás. Están con vos adentro. Beatriz me decía: “a vos te interesa mucho el inconsciente y yo creí que ibas a ser psicóloga, pero me doy cuenta de que es tan fuerte tu necesidad de crear, que es mucho más lógico que estudies Letras”. Siempre me pregunto cómo pueden saber los demás lo que yo siento como obligación hacia Beatriz. Y te digo, llegó un momento en el que empecé a aclararlo cada vez que me invitaban a un acto por ella. Les decía que yo no iba a ir a hacer de estatua de la Dolorosa. Voy a ir, voy a hablar, cantar, jugar, gritar, lo que se me dé la gana que tenga que ver, pero no quieran esa imagen de duelo de la familia, para que ustedes sientan que realmente la están duelando. Ustedes duelen a mi hermana como se les ocurra a ustedes, pero yo voy a continuar con mi vida, que es lo que le debo a ella. Porque ella lo que quería era que todxs viviéramos mejor. No le interesaba el bronce y el mármol”.

Graciela nos cuenta sobre sus hijxs, Lucas y Milagros, habla con mucha ternura de ellxs y de sus nietxs. Nos cuenta: “Lucas se recibió y después estudió Historia. Fijate qué curioso lo que pasó en el ingreso al Buenos Aires con Milagros. Milagros me dijo: “yo no puedo preparar el parcial de Historia. Estoy estudiando la anarquía”. Entonces me siento en el lugar donde yo daba clases de taller y me empieza a contar algunas cosas de la anarquía. Y de golpe se queda como tildada mirando para abajo. ¿Qué estás pensando? Y me dice que quiere hacerme una pregunta: “¿cómo se mató la abuela? Y ¿cómo la torturaron a la tía? Para poder estudiar Historia a mí me hace falta saber esta parte de la historia, si no algo me ocurre en mi cabeza”.

La historia de Beatriz produce una gran conmoción. Graciela nos dijo: “las torturas que sufrió Beatriz fueron de las peores torturas que hubo, y no por lo del corazón, sino por la tortura emocional que le causaron. Nosotrxs notamos, cuando fuimos a arreglar el desastre que dejaron en el departamento donde ella vivía, que faltaban cosas que no entendíamos para qué se las habían llevado. Por ejemplo, cartas de mi mamá o el diario íntimo de mi mamá, fotos de infancia. Beatriz siguió haciendo interpretaciones en el cautiverio. Eso te lo cuentan lxs compañerxs y les decía: “miren, tenemos siempre que higienizarnos, mantenernos, porque mientras tengamos una presencia digna y seamos dignxs con nosotrxs mismxs, vamos a tener una posibilidad de resistencia”. Como esto fue así, a pesar de los tres paros cardíacos, y de las fracturas -no sé si fueron las rodillas lo que le rompieron o las caderas- pero sé que ella para llegar al baño se tenía que arrastrar. Le pusieron esos recuerdos íntimos de papel higiénico. Ella tuvo que elegir: o se limpiaba con eso o no se podía limpiar. Y yo te voy a decir una deducción mía, de por qué debe haber sido muy terrible para ella encontrar eso. Porque eso lo tiene que haber aconsejado unx colega. Y ella siempre decía que lxs psicólogxs, por más reaccionarixs que fueran, siempre tienen una base humanística, siempre es una persona a la que le interesan las otras personas, y ella descubrió allí que no era tan así como creía. Porque yo te puedo asegurar que a esos milicos, eso no se le ocurre. Ver la escritura de mamá en esas circunstancias… Ahora, estos hijos de puta, cómo se las ingeniaron para insultarnos a lxs tres, porque además por ser escritos allí también me aluden a mí. Es como si dijeran: mirá lo que hacemos nosotros con la escritura de ustedes. Además los escritos de mi mamá, las primeras cartas de cuando Beatriz se fue a los primeros campamentos. Tenían todo guardado, eso se llevaron ¡y lo hicieron para eso! Para torturarla, para quebrarla esta vez, por dentro”.

“Estas cosas no se les podían contar ni a Milagros, ni a Lucas. Entonces le fui haciendo un lugar de la casa donde iba guardando documentación sobre Beatriz, para que ellxs lo leyeran cuando fueran grandes. O sea, la promesa fue esa: esa información la vas a tener, pero en el tiempo.

“Yo me acuerdo una vez que Lucas, más o menos de once años, estaba la televisión prendida, vivíamos allá en la casa de provincia y aparece una de las primeras fosas con cuerpos, restos. De golpe escucha eso en el noticiero, y le da como un ataque de locura, que lo actúa, y dice: “entonces a la tía ratatatatá. ratatatatá…”. No podía detener a esa criatura, su cuerpo mismo era la metralla, no le bastaba la palabra. Por lo que se estaba dando cuenta de todo.

“Cuando unx está segurx de quién es, o sea que no estás dependiendo de lo que te dice la mirada del otrx para ser, porque la mirada del otrx va a proyectar sobre vos todo tipo de cosas, entonces no le tenés miedo al humor, sabiendo que a lo mejor hasta entras en contradicción con vos mismx. Cuando vos me decís qué es lo que me permitió la escritura, una de las primeras cosas que te permite la escritura es dar voz a lxs distintxs personajes internxs. Entonces puedo hacer una escena donde hable Graciela personaje y Beatriz personaje, y reprocharle: “pero mirá lo que me viniste a hacer, el desastre que me armaste”. No tengo problema. En otra escena puedo decir exactamente lo contrario: “yo estoy orgullosa de lo que hiciste”. Pero creer que unx tiene que tomar una sola opción y no permitirse las otras no es sano, porque el ser humano no es así.

“Entonces te estás disfrazando de una identidad falsa, que en algún momento se te va a caer o que te va a imposibilitar la acción, y lo primero es la verdad con unx mismx. Cuando te decía por teléfono que las decisiones, lxs militantes, no venían y las consultaban con la familia, y sabían que las consecuencias eran para todxs, eso no lo podés aceptar siempre sin conflicto. Cuando Beatriz decide no irse del país, sabe que la están buscando, viene y me muestra: “mirá, tengo mi pasaporte en regla, podría irme hoy a Montevideo si quiero, pero no me voy a ir”. ¿Qué iba a hacer? ¿La secuestraba yo? Y le pregunté por qué, me dijo: “Porque no, porque yo quiero cumplir una misión que tengo que cumplir adentro”, cosa que hizo. Y mis hijxs, papá y yo, le pregunto, me dice: “vos te tenés que ir del país”. Yo estoy casada con un abogado, no es tan simple. Le digo que además está papá después de pasar por el suicidio de mamá, ¿vos decís que te vas a dejar atrapar y yo me voy a ir? No tenía respuesta para eso. Esa escena la tengo escrita. Es una de las que me costaría publicar, no sé si lo voy a hacer, pero a mí me sirvió escribirla. Porque me acuerdo muy bien de esa tarde. Vivía en ese momento en Uriburu y Las Heras, las dos sentaditas en un sillón que era chiquitito como aquel, y ella cita una frase de Perón que nunca la pude encontrar en ningún lado: “Perón dice que el pueblo argentino está amortizado en la pobreza, vos y yo estamos amortizadas en el dolor”. Cuánta fragilidad.”

Acerca de los inicios de la militancia de Beatriz, Graciela nos dijo que Beatriz también había estudiado la carrera de Psicología en la Universidad del Salvador. Ya estando en el secundario, empezaron sus intereses por las situaciones sociales. “Nosotrxs vivimos otra iglesia. Nosotrxs nos criamos al lado de los curas del Tercer Mundo, la Compañía de Jesús en aquella época estaba partida en dos, con “servicios de inteligencia” desde las distintas facciones, era terrible. El Papa, que hoy en día está cumpliendo una función dentro de todo, moderadora, entonces era un hombre de Guardia de Hierro. Cuando la gente, por ejemplo, ahora habla sobre la función represora y cómplice de la Iglesia, dicen cosas ciertas, pero peca por omisión porque también hubo otra Iglesia, y no fue solo Carlos Mugica, otra Iglesia que estuvo al lado de los que luchaban por un mundo más justo, participando, arriesgándose, cuidando y aun escondiendo personas en peligro.”

Para Graciela fue necesario publicar antes de que la dictadura terminara. Hacerlo como acto de afirmación personal. Allí surgió el libro “Del luminoso error”.

Ella nos dijo: “Ese no es un libro que empieza como libro, es decir no fue pensado como unidad, ni para la publicación. Los primeros textos son de los 18 años. Siempre pensé que me iba dedicar a la academia, que iba a ser una docente universitaria y centrarme en la investigación, nunca pensé que iba a publicar poesía. Cuando nos echan en masa de la universidad, yo ya estaba en la estatal como Ayudante de Primera rentada. A mí se me cayó el mundo porque era el plan que había hecho.

“En ese momento, me ofrecieron un taller que había sido el de Bratosevich en Martínez, viajaba hasta allá. Y dando clases a lxs demás, despierta mi interés por la escritura, aunque no fuera escritura crítica. Y cuando viene la derrota de Malvinas, cuando pensamos que de alguna manera la Dictadura iba a terminar, quise publicar. Salió una edición desastrosa, muy desprolija, llena de erratas, pero la hice. Además, no me importó demasiado, no es que averigüé, busqué poetas y editores para ver a dónde convenía sacarlo. No. Porque no era mi intención, lo saqué como acto vital. Después la vida me fue mostrando un camino posible, interesante. No es que no me doliera más lo de la universidad. Cuando Alfonsín vuelve a abrir la posibilidad de entrar, yo ya estaba muy complicada, mi hijx empezaba a tener algunos problemas de salud y no me atreví a retomar la docencia universitaria. Pero bueno, fue de esas cosas que no hubiera querido perder. Entonces “Del luminoso error” es un rejunte de cosas, de anotaciones íntimas muy pegadas a lo que unx anota para sí, para un diario. Después ya no, los otros libros “Brechas del muro”, que es el que tiene el poema dedicado a Beatriz, ya es otra cosa. Ya va despegando de esto.”

La presencia de Graciela es conmovedora, su voz cuando canta ópera, recita poemas, rememora la historia de su familia. Su pasión por la poesía es admirable, como la manera en que juega con los sentidos y las palabras.

Graciela nos dijo: “Parte de mi identidad es ser hermana de Beatriz Perosio, no voy a renunciar a eso jamás; tampoco voy a renunciar a las partes mías propias, que no son estrictamente el hecho de ser hermana de Beatriz Perosio. El problema es limitarte a cualquiera de las dos opciones. Yo soy la hermana de Beatriz Perosio, soy Graciela Perosio, la escritora, soy la mamá de Lucas, soy la abuela de Laura y Gael. Todos esos personajes son yo, y puedo seguir… Cada libro mío es distinto, parece escrito por unx escritorx diferente. No me hace problema. Así me aburro menos. Así soy más verdadera, más plena.”

 

 

Brechas del Muro

para Beatriz, con el amor viejo

 

      “es mero muro es mudo mira muere”

        Alejandra Pizarnik

es muro   un mero muro   un muro  para morir un muro

mudo es miedo mudo de la muerte muerdo el muro   el muro miente

MIERDA el muro

muro de muerte

siento el musgo del muro el mero musgo muelo mi mente

contra el muro   el muro es un muelle que se hunde en

oscuros mares   mero musgo   mero musgo del muro para mi

muerte Mierda

es muro es mero muro es mudo mira muere

la vida por los amigos   di la vida    di mi muerte mi mera muerte

mi mera vida contra el muro contra el

muro siempre

mira es mero muro   mira   el muro muere

 

(De Brechas del muro, 1986)