Select Page

El turno, a veces…

  • Artículos
  • Dispositivos comunitarios
  • N° 5
  • Psicología Comunitaria

Mara Belén García Licenciada y Profesora en Psicología; Facultad de Psicología - UNLP. Psicóloga en Centro de Atención Primaria de la Salud “Malvinas Argentinas”.

(Ilustración de portada de  Maria Garrido Requena)

 

El día y hora pautado para “el turno” de L, no concurrió nadie a la cita.

L llegó cuando pudo, sin adultos/as referentes, y desde ese día, también cuando podía, se dejaba ver. La primera vez que nos encontramos fue un encuentro a medias, y me asombró la profundidad y el vacío que generaba su mirada, enmarcada en un cuerpo que cabía en una talla 12. El relato que poco a poco fue desplegando en encuentros que no respetaban ningún encuadre, impactaba, generaba dolor y preocupación.

Al principio, nunca venía el día y hora que se pautaba. A veces permanecía 15 minutos, a veces 1 hora. A veces llegaba sin dormir, a veces con angustia, a veces en estado de exaltación, lo recurrente era el “a veces”.

Cuando llegaba y yo estaba ocupada, alguien del equipo se encargaba de ofrecerle participar de alguna propuesta ya pensada; poner sellos, armar recetarios, pegar cartelería en sala de espera, doblar folletos…, durante un tiempo, aun ya habiendo finalizado “su turno”/espacio disciplinar, optaba por quedarse en la institución haciendo “algo”, comenzaba a socializar también en esos “otros” espacios. La institución educativa lentamente comenzaba a ser un lugar de asistencia nuevamente también. Comenzaba a construirse una red intrainstitucional e intersectorial, de cuidado y acompañamiento, nos dejaba saber por dónde circulaba, con quiénes, sumándose más personas a las estrategias; y cuando esto no pasaba, se ponían en acción también otras medidas de intervención.

Aunque con dificultad se sostenían entrevistas con el grupo de crianza, y otras instituciones en juego. Desde algunas instituciones solo se pedían informes sin sumarse al trabajo de intervención, y la familia planteaba ya no poder destinar tiempo a la situación. Todo parecía poco, pero L venía cada vez más regularmente al CAPS, se habían instalado todos los controles y seguimientos de salud precisos, a la escuela también concurría aunque con dificultad sostenía todas las clases, las conductas de riesgo iban cesando, y comenzaban a aparecer vínculos de cuidado con algunas amistades.

 

Turno 1.a

“—La vida es una sala de espera —dijo el señor calvo, pisando el cigarrillo con mucho cuidado y mirándose las manos como si ya no supiera qué hacer con ellas, y la señora anciana suspiró un asentimiento de muchos años y guardó el frasquito justo cuando se abría la puerta del fondo y la otra señora salía con ese aire que todos le envidiaron… Pero entonces no se tardaba tanto, pensó María Elena, tres personas antes que ella, pongamos tres cuartos de hora, claro que en una de ésas el trámite se hacía más largo con algunos (…) La señora anciana hizo notar que la otra señora había salido casi enseguida, pero el señor de pelo colorado había tardado una eternidad.”

Julio Cortázar (1914-1984). Segunda vez
(Alguien que anda por ahí, 1977)

 

Aún recuerdo que si bien como estudiante y graduada, había recorrido variados espacios de formación, extensión, y que en ese momento ya ejercía profesionalmente en algunas instituciones privadas, las situaciones que llegaban a la consulta institucional pública, en su mayoría, sorprendían, exigían un trabajo de creación y elaboración de estrategias novedoso, y que el “caso a caso” parecía inabarcable.

Frente a algunas posibilidades de intervención muchas dudas y cuestionamientos venían a mi mente, y también eran recibidos de otros colegas (aun ocurre en varias circunstancias, y muchas veces en la intersectorialidad), “y cuando aparece ¿dejás esperando otros/as pacientes citados para darle un espacio?”, “¿supervisaste?”, “¿eso es clínica? de qué tipo?”, “¿a dónde pensás que vas a llegar con esto?”, “¿No te habrás involucrado mucho, y ya no podés sostener la distancia?”. Fue difícil también encontrar un espacio de supervisión donde esto no se reiterara, y se pudiera poner en tensión aquello que podría tener de habilitador el planteo in situ de algunas cuestiones de la clínica, cuando se trabaja puntualmente en instituciones públicas y del primer nivel de atención; donde justamente los ejes de promoción y prevención de la salud buscan reinstalarse como centrales, y donde la presencia/mirada psi a veces escasea o justamente se estigmatiza bajo la generalización de la “psicología individual de diván”.

Interrogantes, inquietudes respecto de por qué sostener “para todos/as” lo normativo de un tipo de encuadre; las tensiones y complejidades que se ponen de relieve al momento del desarrollo de estrategias de intervención integrales en salud mental, en qué momento algunas herramientas muy propias de lo psi, dejan de ser necesarias para transformarse en obstáculos; son planteos, (en el mejor de los casos) constantes en el trabajo en marcos institucionales de atención en salud.

Podría aquí hacer mención a la fuerte pregnancia y atravesamiento del modelo biomédico de atención en las lógicas institucionales, y salud/Enfermedad, a la genealogía histórica de la identidad y rol profesional del/la psicólogo/a, y hasta aventurarme a incluir la perspectiva de género, en lo que hace a los cuidados e intervenciones en salud (sobre todo primer nivel de atención).

Cuando surgió la posibilidad de crear una red interna de contención, en principio a L, y a su espacio psicoterapéutico, la discusión al interior del equipo institucional no fue precisa. ¿Podía acaso considerarse que eso no era terapéutico? ¿Que el conjunto del equipo de salud no debía comprometerse en el acompañamiento de esta situación? ¿Acaso no es clínica toda estrategia que invite a que cada sujeto sea protagonista activo de sus procesos? Pero saliendo de la estructura de pensamiento y planificación específica para ese espacio, era fácil encontrarse con otros cuestionamientos y miradas, por la omnipresente la división que se establece entre clínica individual, especializada, mayormente psicoanalítica-asistencial por un lado, y dispositivos de tinte más comunitarios o grupales. Esta línea tajante que a veces obstaculiza abordajes, es aquella que se intenta visibilizar, registrar, para justamente abordar, pensar, y de-construir en cuanto haga falta.

Incluso si salimos de las consideraciones teóricas-académicas-formativas propias del ámbito de la psicología, y nos posicionamos en el marco de la garantía de derechos, la Ley Nacional de Salud Mental y Adicciones, sancionada en el año 2010 (Ley 26.657), encontramos que promueve el reconocimiento e impulsa el abordaje integral de los padecimientos mentales, introduciendo el debate sobre la necesidad de dejar de pensar el sufrimiento subjetivo solo desde lo individual, para incluir el abordaje desde la concepción de complejidad y del colectivo/comunidad.

Las prácticas desde la psicología deben abordar la tensión que genera pensar el padecimiento humano, la prevención de la salud, también como emergente de procesos socio-históricos, culturales, políticos…, y cómo trabajar desde la complejidad y el conflicto en cuanto a las practicas institucionales lo requieran. Propiciar desde su lugar critico-reflexivo, prácticas tendientes a la superación de miradas y prácticas fragmentarias. Identificar esas tensiones y ponerlas en circulación se vuelve indispensable en las prácticas, principalmente “a veces”, cuando los instituidos no alcanzan.

Podría asegurar que las prácticas en el primer nivel de atención/ de tensión, se debaten entre una lógica binaria que distingue como antagónico, la mirada académica y biomédica de práctica disciplinar, asistencial, ortodoxa, individual, en dispositivos fragmentarios, y una mirada integral, interdisciplinar, intersectorial, de abordaje comunitario.

La construcción de un posicionamiento comunitario siempre es con otros/as, en corresponsabilidad, para una creación y elaboración práctica y conceptual de una postura crítica, dialéctica y reflexiva. Es por ello que siguiendo a Alicia Stolkiner, quien plantea que la interdisciplina nace de la indisciplina de las disciplinas, podríamos decir que solo desde el interior de las prácticas, estos movimientos de legitimación de prácticas comunitarias, de psicología situada, puede abrirse paso.

 

Turno.1. b

  “—Menos mal que quedamos pocos —dijo María Elena—, estos lugares deprimen.
—Hay que tomarlo con filosofía —dijo el muchacho—, no se olvide que va a tener que volver, así que mejor quedarse tranquila. Cuando yo vine la primera vez no había nadie con quien hablar, éramos un montón pero no sé, no se congeniaba, y en cambio hoy desde que llegué el tiempo va pasando bien porque se cambian ideas.”

Julio Cortázar (1914-1984). Segunda vez
(Alguien que anda por ahí, 1977)

 

Cuando llega “el/la/le paciente al turno”, cuando “falta al turno”, se reprograma, se da de baja, casi automáticamente se universaliza y homogeniza un estado de las cosas, un tiempo, una práctica, un lugar, y eso, en atención primaria, en salud mental, “a veces”, “el turno” no alcanza, la medida de orden no incluye a todos/as/es, y lo que queda en los márgenes puja, nos mira, busca, de otras formas; y nosotros/as/es debemos mirar, buscar, pensar, de otras formas también.

También pensar en la aplicación de la psicología a la comunidad, es reduccionista, por ello es que se incorporaron nociones que apuntan a la necesidad de interacción, con un objetivo que habilite nuevas formas de lazo, que promuevan nuevos posicionamientos subjetivos, u abordajes comunitarios de los mismos.

Siguiendo a Stolkiner y Ardila (2012)

entendemos que las prácticas que buscan garantizar la integralidad del cuidado en salud son aquellas que trabajan siguiendo algunas apuestas: el trabajo en equipos interdisciplinarios; la importancia del cuidado de los vínculos en la atención, la corresponsabilidad por la salud del otro/a, la expansión de los espacios para que suceda el cuidado, la valorización de otras maneras de producción de conocimiento saludable (como la inclusión de saberes populares); y un miramiento por la diversidad de modos de subjetividad, las disputas simbólicas y los deseos de usuarios/as y los trabajadores/as. Desde esta perspectiva, no es posible aislar la salud mental de la salud en general, salvo por finalidades operativas o de acción.

Por ello es que se prioriza al momento de pensar las estrategias y “los turnos”, “el a veces”, las situaciones, las demandas, los obstáculos, las tensiones, y no los encuadres disciplinares (más allá de que no se abandonan, y se ponderan). Esa inversión es necesariamente compleja, hasta incluso conflictiva. La interdisciplina como evolución de las demandas de asistencia, de acompañamiento, de co-construccion, también requiere de un proceso de elaboración, creación, en actos, en situación, que es atravesado por muchas variables, favorecedoras y obstaculizadoras también. Conlleva poner en cuestión “la propia disciplina” y su demarcación, límites y potencialidades. Las demandas no tienen etiquetas disciplinarias, Jean Piaget en 1979 ya decía

nada nos compele a dividir lo real en compartimentos estancos, o en pisos simplemente superpuestos que corresponden a las fronteras aparentes de nuestras disciplinas científicas, y, por el contrario, todo nos obliga a comprometemos en la búsqueda de instancias y mecanismos comunes. La interdisciplinariedad deja de ser un lujo o un producto ocasional para convertirse en la condición misma del progreso

En el acompañamiento de L, la imposibilidad de pensar en dispositivos intersectoriales que superaran las intervenciones recortadas a la finalidad de cada institución, fueron un gran obstáculo, pero también habilitó un recorrido que dejó abiertos interrogantes, y posibilitó pensar estrategias de cuidado integral para muchas otras situaciones, se establecieron intentos de mesas participativas, proyectos y actividades de promoción y prevención para esa franja etaria, y se sentaron bases de trabajo en equipo e interdisciplinar dentro de la institución, que aun dan frutos en estrategias de contención, acompañamiento y construcción de intervenciones comunitarias dentro y fuera del área programática.

 

Turno. 1.c

El análisis y explicación de todo esto desde referencias teóricas y meta-teóricas es posible, fue deliberadamente puesto en tercer plano, para justamente evidenciar que no con toda la teoría llegamos a la práctica, sino que debe darse un “entre”, ese “a veces” que nos invite a investigar, leer, releer, de-construir y construir todas las veces que haga falta.

 

El turno

Finalmente, la importancia y foco puesto en que viniera siempre, en el día y hora pautado, fue dando lugar a poder pensar en quién viene, a dónde, cuándo y para qué.

 

Bibliografia

  • Augsburger, AC. y Gerlero, S. (2005). La construcción interdisciplinaria: potencialidades para la epidemiología en salud mental. KAIRÓS, Revista de Temas Sociales Universidad Nacional de San Luis Año 9 – Nº 15 (Marzo /2005)
  • Bang, C. (2015): Los profesionales de salud y salud mental en prácticas comunitarias: descubriendo una experiencia participativa de promoción de salud mental en red. Revista Facultad Nacional de Salud Pública 32(supl. 1), 134-142. Medellín-Colombia.
  • Bang, C. y Stolkiner, A. (2012) Aportes sociológicos para pensar la comunidad en prácticas de participación comunitaria en salud. XIX Anuario de Investigaciones (pp. 115-122). Facultad de Psicología – Universidad de Buenos Aires.
  • Corin, M.; Redes y puertas en Salud Mental Comunitaria en un Centro de Salud y Acción Comunitaria (CeSAC N° 24) del sur profundo de la CABA. VERTEX Revista Argentina de Psiquiatría. 2013, Vol. XXIV: 47 – 54
  • Montero, Maritza Teoría y práctica de la psicología comunitaria : la tensión entre comunidad y sociedad.-Archivo
  • Piaget, Jean, 1979. “La epistemología de las relaciones interdisciplinarias”, en Mecanismos del desarrollo mental, Ed. Nacional de Madrid, p. 141
  • Stolkiner, A. (2015) Salud mental: avances y contradicciones de su integración a la salud comunitaria En el libro “¿Qué hacer en salud-Fundamentos políticos para la soberanía sanitaria”. Comp. y Edición Leonel Tesler, Ed Colihue, Buenos Aires. 57-70, ISBN 978- 978-684-306-5
  • Stolkiner, A. y Ardila Gómez, S. (2012). Conceptualizando la Salud Mental en las prácticas: consideraciones desde el pensamiento de la medicina social / Salud Colectiva latinoamericanas. Vertex Revista Argentina de Psiquiatría, XXIII (101), 52-56.