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Días de viento

  • Producciones artísticas
  • Dispositivos comunitarios
  • N° 5
  • Psicología Comunitaria

Lic. María Elisa Benetti. Recibida en La universidad de La Plata. Ex residente de la RISAMC en Río Negro y rotante en Trieste Italia. Especializada Psicoanálisis con niños en Uces con Beatríz Janin. Miembro fundadora de Fórum Infancias Gualeguaychú y la Red de Salud Mental Perinatal Gualeguaychú. Actualmente coordina un grupo de Revisión de Situaciones clínicas para psicólogas y psicólogos de todo el país en modalidad virtual y presencial; asesora y capacita cooperativas de trabajo, trabaja en la clínica y es mamá de un niño que tiene seis años. Cantante, siempre está aprendiendo algún instrumento, disfruta de la naturaleza y la fotografía de aves. Integra la primera batucada femenina “audaces” y cada vez tiene más ritmo.

                                                                          Agosto de 2008. Valcheta.

Estoy en la línea Sur. Cerquita de la meseta de Somuncura, hasta acá me han traído, mis huesos y un pedazo de mi alma. Rotación le dicen, pero me sabe más a desarraigo…

Vengo a conocer la parte más lejana del sistema Rionegrino de Salud Mental.

He llegado con muchas expectativas. Me he traído el violín, intuyendo acaso algo de “silencio necesario” para conocernos, para poder gestar algunas notas, para acompañarnos.

Mas nunca imaginé que íbamos a enmudecer en este modo.

A mi llegada, una colega me saludó y me dijo “vení, te llevo. Acá te quedás, luego te iremos diciendo…” El centro de Salud al lado de las vías, sin otras casas cercanas, interperie.

Esperé, cataratas de palabras, historias acunantes de bienvenida, luego chorros y quizá apenas una gotita, pero nada, ahí aprendí que la gente y el paisaje se contagian e intuí de ojos achinados por el viento, el frío, la expropiación, el alcohol.

Y así he estado, hoy ya es el día 20 y nadie me ha dado más que las indicaciones necesarias para hacer mi trabajo.

Me siento perpleja y tengo miedo, cuando quedo más sola el techo del centro de salud donde nos alojamos mi instrumento y yo, parece que va a arrancarse por completo y salir volando.

“La mandaron el mes de los vientos dottora”. Menos de 10 palabras tuve dedicadas hoy. A punto de llorar,  siento que el viento es demasiado y que esto se desarma. No sé qué hacer, ni a quién llamar. No hay nadie cerca. Los míos están a más de 1000 kms. Y nada saben de mí.

Resignada voy a acostarme. Pensando si sería mejor hacerlo bajo la cama, por si me quedo sin techo.

Un último vistazo por la ventana antes de soltar la birome.

En la plaza de enfrente, tierra y remolino, en el paraíso del juego tres pequeños lugareños.  Entendí que el viento es fuerte según a quien le sopla.

Día 28, antepenúltimo.

Ya voy desarrollando mucho mejor la comunicación no verbal, estar en una comunidad mapuche es como un postgrado intensivo de cómo callar y tolerar el silencio del otro.

Huenchupam, mi enfermero parlanchín, el de las 10 palabras, me ha invitado a un almuerzo del pueblo, en mi plaza de enfrente. “Hay asado hoy” y ahí fui….

“Coma, coma dottora que es potranquita mamona”. En la línea Sur, en las mesetas corren libres caballos salvajes. Libertad/fragilidad.

Quien los caza es el dueño, toda una proeza, mucho más cuando se captura las yeguas con sus potrillos, de carne más blanda.

La imagen se quedó en mí, se me coaguló en la garganta, la potrillita mamando, la vida fértil truncada. Y supe que era un momento definitorio, no solo iba a tragar un animal doméstico (para mí). Estaba aceptando su cultura ancestral, aceptando a cada uno de ellos. Recibiendo lo mejor que tenían para darme. Y tragué.

A partir de ese momento me hablaron (mucho más) y me contaron que se les gasta el alma cada vez que se va alguien que ha estado solo un tiempo.

Tierras difíciles para habitar…

El mapuche, su silencio y su ferocidad sumisa.

Me duermo, descompuesta por el almuerzo, sabiendo que no ha habido bienvenida, pero sí habrá despedida.