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De tiempos instituyentes a la barbarie infinita. Avatares de la Salud Mental en la Argentina.

  • Artículos
  • N° 8
  • Terrorismo de Estado

Ana María del Cueto Psicóloga (UBA) Psicoanalista, Analista Institucional. Fue Profesora de Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de La Plata, Directora de Proyectos de Extensión del Área Socio Comunitaria y es Profesora De Seminarios De Posgrado. Fue Profesora de la Facultad de Psicología de la UBA. Coordinó la Carrera de Psicodrama y Procesos Grupales en la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo. Fue Directora investigadora de Proyectos CFI en la Provincia de Tierra del Fuego. Directora Nacional del Proyecto Pibes Unidos ( PNUD-UNICRI). Supervisora y analista institucional de equipos interdisciplinarios en diferentes provincias. Capacitadora en Organismos Gubernamentales. Profesora Invitada en Universidad Nacionales del país y del extranjero. Autora de múltiples artículos.

“Freud y Marx han descubierto por igual, 

detrás de una realidad aparente,

 las fuerzas verdaderas que nos gobiernan.

Freud el inconsciente. Marx, la lucha de clases”

Marie Langer

Esta historia que intento narrar se construye de los textos recuperados de la distintas asociaciones que florecieron durante la década del 60 y de la primera mitad de los 70, de los Foros de profesionales de distintas disciplinas, de historias individuales y colectivas en donde se destaca el grosor político ideológico, el nivel de conciencia política que imperaba entre los trabajadores de la salud mental y en las comunidades. Nominar algo, nombrarlo, evoca sin duda un movimiento, algo que emerge como acontecimiento en un tiempo y espacio histórico, afectivo, político, de deseo. Evoca una cadena de sueños y acciones. Permítanme hablar en nombre propio y también por delegación, para ocupar un lugar, para que aparezca una voz. La memoria… la historia…  la construimos selectivamente y no solamente es producto de nuestros pensamientos. Son hechos, acontecimientos que emergen aquí y allá privilegiando lo que insiste, repite, provoca, se refugia, dando cuenta de lo acontecido. Estos acontecimientos esconden sueños, recuerdos, decepciones, nacen y los habitamos de distintas formas y maneras, plenas de contenido y expresiones, las sensaciones que nos provocan pasan más por un conocimiento sensible de rechazos y aceptaciones que por la lógica de nuestra conciencia. Nos inspiran imágenes, ideas y afectos hechos de trazos, de trueques de palabras, de deseos, de imágenes, de ofuscaciones. Los itinerarios que hemos trazado han dejado huellas personales, grupales, concentrándose en tiempos y espacios compartidos. Por los que estamos, por los que no están y también por los autores de los libros que leímos, por los que escuchamos, por las experiencias dadas. Es así como se imprimen los trazos, los pliegues de los hechos, de las lecturas e ideas que nos han precedido.

Lo que intentaré trasmitir es un fragmento particular, sesgado, de esa historia inaugural plena de mitos que contiene los acontecimientos del pasado como las líneas de una mano nos hablan de la vida trascurrida. Si queremos historia las vicisitudes de la salud mental en la Argentina, se impone en verdad componer varias historias.   No se trata de desandar lo hecho. Sino más bien construir, en una especie de varios mundos paralelos, un conjunto de historias parciales, de proyectos, de experiencias, de teorizaciones, de prácticas, de habilitar un legado que la dictadura militar primero y el neoliberalismo de la década del 90 después, forcluyó. Los regímenes totalitarios son en ese sentido verdaderos laboratorios de investigación ya que están   presentes no solo en lo visible y concreto de nuestra vida cotidiana sino también en esa realidad invisible del afecto y del deseo y también el mundo de las ideas y las prácticas. Serializan  modos de sentir, pensar y actuar totalitarios y que se componen  con la política de terror. Junto a la desaparición física de personas la, dictadura cívico militar que imperó en nuestro país durante los años 1976 a 1982, intentó hacer desaparecer prácticas y teorías. Intentó hacer desaparecer una manera de pensar, sentir y actuar.  En ese sentido produjo subjetividad social. Desaparece el sujeto como sujeto de derecho y desaparece el sujeto desde lo ético, se ataca su forma de pensar, se atacan sus pensamientos y sus afectos. Existieron a mi entender dos desmantelamientos subjetivos contemporáneos: del 75 al 82 y del 90 al 2001 con el ataque del neoliberalismo, que vino por más.

Quisiera compartir estas reflexiones, breves, personales, sobre estos acontecimientos del pasado privilegiando lo que insiste, repite, provoca, se refugia, dando cuenta de lo acontecido. Hablar de los recorridos de la salud mental en la Argentina, sin duda plantea la pregunta sobre el contexto histórico, político y social en el que esas historias se han dado. Estoy centrándome en los años en los que florecía la anti psiquiatría en el mundo occidental y los vientos de cambio pegaron fuerte en nuestro país. Estos itinerarios han trazado gritos y susurros personales, grupales, colectivos, de tiempos compartidos. Recorreré muy brevemente el movimiento anti psiquiátrico, la creación del Instituto Nacional de Salud Mental, la creación de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires, el protagonismo de las universidades de Córdoba y Rosario y la creación y postulados de la Federación Argentina de Psiquiatras. Datos de revistas y fragmentos de libros personales salvados del naufragio producido en las almas y en lo factico por el terrorismo de estado que la dictadura cívico militar instaló en nuestro país de 1976 a 1982, produciendo uno de los desmantelamientos subjetivos más efectivos que pueden mi intelecto y mis afectos conocer.

Como aquello que insiste en la memoria aparece una y otra vez de variadas formas, hoy nos encontramos con una nueva generación de trabajadores y trabajadoras de la salud mental que levanta las mismas banderas a partir de una ley.  Lo celebro. Y me gustaría brevemente acotar que, si bien es cierto que la ley reglamenta la atención de aquellas personas que tienen padecimientos mentales y sus derechos, en realidad la problemática planteada dentro del campo de la Salud Mental de una sociedad concierne a una problemática de la subjetividad. Nos habla del bienestar en la vida cotidiana. Nos habla de cómo las personas viven, se relacionan, gozan con su propio cuerpo y su relación y goce con el cuerpo de otro. Su sexualidad hace a los éxitos y fracasos. Nos hablan del tipo de vida social cotidiana y qué continente da a las personas de esa comunidad, esa vida. Nos habla de los sufrimientos que surgen al insertarse en la vida laboral. Nos habla de las violencias, del amor y sus costumbres. De la solidaridad y de su historia.

Intentaré construir en plano un conjunto de historias parciales, proyectos, experiencias que habilite un relato en el aquí y ahora. En nuestro país, la salud mental a partir del año 1956 forma parte de la Salud Pública. En este año se crea el Instituto Nacional de Salud Mental, inspirado en la ley inglesa del año 1944, que crea en ese país el Servicio Nacional de Salud Mental. Esto que parecería banal ha marcado el desarrollo de la salud en el plano público, insertando la misma en el sistema de asistencial global cuyo funcionamiento es regulado por las políticas generales en salud.  No nos debe extrañar por lo tanto que los procesos de cambio en Salud Mental hayan surgido siempre por fuera de las estructu­ras de la psiquiatría oficial y fueran llevados adelante por la lucha y movilización del conjunto de los trabajadorxs de la salud mental.

Hagamos un poco de historia… Durante la década del 50/60, en Francia, Italia e Inglaterra, y también en nuestro país, llegan aires de cambio al hospital psiquiátrico,  adquiriendo matices particulares en cada uno de estos países, y son parte de renovaciones culturales que abarcan las artes, las ciencias, la política y el pensamiento. Es así como confluyen en el Hospital Psiquiátrico tanto intelectuales surrealistas, médicxs y psicólogxs freudianos, militantes marxistas. Es impensable pensar estas renovaciones sin el psicoanálisis (Freud, sus seguidores y detractores), el movimiento surrealista (Artaud, Nizan, Dalí), la filosofía y la política. Sus principales exponentes son David Cooper, quien acuña el término anti psiquiatría, Ronald Laing y Franco Basaglia. Y es con esos postulados y sus experiencias particulares que se van desarrollando los instrumentos de desalineación que intentan abrir las puertas del hospicio, y es así como comienzan con los primeros clubes terapéuticos intrahospitalarios (Paul Balvet).

En nuestro país, se emparentó con un movimiento político militante que abarcó todos los estamentos sociales y, por ende, a los que comenzaron a nombrarse como trabajadores de la salud mental.  Este movimiento no dividía la atención de la salud mental de una práctica comunitaria que deriva inevitablemente en pensar la salud mental como un bien colectivo madurado desde la propia producción subjetiva de esa comunidad. En este sentido la salud mental es pensada como una producción cultural.  La consigna que atravesaba cualquier práctica era Liberación o dependencia englobando en los mismos distintos grupos sociales y distintos grupos políticos.  Hasta el año 1966 el modelo asilar predominó tanto en la asistencia dada desde el Estado como en las prácticas privadas y en su reproducción en la Universidad. Coexistió sobre todo en Buenos Aires con el desarrollo del psicoanálisis en nuestro país y con gran cantidad de psicoanalistas que concurrían a los Hospicios. Por otro lado, se crearon las carreras de psicología que se abrieron a partir del 56-57 y cuyos egresadas/os jugaron un papel predominante en los acontecimientos que se sucedieron luego.

Cuando se crea el Instituto Nacional de Salud Mental se impulsa con intereses no del todo claros, una reforma de la psiquiatría en la Argentina, lo que se ha dado en llamar la reforma del 66. Los dos grandes núcleos de esta reforma, lo constituían un proyecto de privilegiar las comunidades terapéuticas en los Hospitales Psiquiátricos y el Plan Goldemberg para Capital Federal, que postulaba la creación de centros periféricos en la ciudad y los servicios de psicopatología en los Hospitales generales, que fue lo único que logró una reformulación, aunque fuera parcial, de lo asilar. Las comunidades terapéuticas tuvieron distinto tipo de desarrollos en experiencias puntuales, algunas privadas y en algunas el modelo se aplicó en las salas de internación en hospitales generales. Esto aparentemente de vanguardia si pensamos que fue hace más 70 años, tenía un costado que hizo encender la mecha.  El plan auspiciado por el instituto, en realidad consistía en un conjunto de programas de carácter técnico destinados a “modernizar la psiquiatría”. Los técnicos convocados a tal efecto eran los encargados de realizar las transformaciones excluyendo al conjunto de trabajadores de la salud mental, a los estudiantes y todo tipo de discusión político ideológica en aras de una tecnocracia reformista.

Durante estos años, surge la Federación Argentina de Psiquiatras (FAP) el 8 de octubre de 1959, que ocupa un lugar de liderazgo entre los trabajadorxs de la salud mental poniendo en el centro del debate tres cuestiones

  • que hablar de la salud mental es sin lugar a duda una cuestión política,
  • la necesidad de discutir un modelo alternativo de atención en términos político-ideológicos
  • solo es posible con la participación del conjunto de los trabajadores de la salud mental  y que asegure el consenso en la comunidad.

Lo que transforma cualquier acción en salud mental en una intervención en la salud mental comunitaria.

Y se crea y está en pleno funcionamiento la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires en 1962, muy comprometida en relación con la defensa del rol profesional y con la necesidad de la formación de post grado, y con una estrecha relación con la carrera de psicología que se dictaba en Buenos Aires, en la Facultad de Filosofía y Letras. La participación en ambas de los primeros graduados, hizo que la lucha por la legitimidad política y científica, por los límites del campo y de sus participantes, que era desigual frente a los otros grupos de profesionales, tuviera avances considerables. No me explayaré en la situación de nuestra disciplina frente a los profesionales médicos y la APA.

Durante ese año 1968, se realizó una mesa redonda   “El quehacer del psicólogo en la Argentina de hoy” en la APBA, de la que participaron los graduados Isabel Calvo, Ricardo Malfé, Diana Averbuj y Osvaldo Devries. Valga el recuerdo de Beatriz Perosio, presidente de la APBA que es secuestrada y desaparecida por la dictadura cívico militar durante 1976 como tantxs psicólogxs en esos tiempos.

Durante ese año, el instituto convoca al II Congreso Psicon 68, invitando a un selecto grupo de profesionales, también a la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires (APBA), Federación Argentina de Psiquiatras (FAP) y a un grupo de trabajadores de la salud mental, intentando armar una imagen oficial de la psicología. Limita  además la entrada estudiantil. La intencionalidad de los encuentros tenía muy presente que los dispositivos de saber conforman dispositivos de poder, creando  una red económica, política, judicial y epistemológica que atraviesa todo el entramado de relaciones sociales.

La Federación Argentina de Psiquiatras (FAP), la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires (APBA) y numerosos grupos sociales y asociaciones estudiantiles rechazan la invitación del instituto y promueve un Congreso paralelo con muchísima concurrencia, el centro del debate es el debate político ideológico de prácticas y teorías. ¿Dónde?

En la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Córdoba, germen del Cordobazo.  Recordemos que estallaba el mayo francés y que un  año más tarde asistíamos al Cordobazo. Vemos cómo lo político-ideológico transversaliza prácticas y teorías. En ese tiempo, debido a debates internos que correspondían al momento político, social e ideológico, la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), se divide en Plataforma y Documento dando lugar al estallido de la institución.

Por otro lado, en Rosario se crean los Encuentros de la revisión crítica de la psicología en la primavera de 1968.

Un personaje insoslayable en ese momento histórico, Marie Langer, en el prólogo de la revista Cuestionamos, afirma:

Freud y Marx han descubierto por igual, detrás de una realidad aparente, las fuerzas verdaderas que nos gobiernan. Freud el inconsciente. Marx, la lucha de clases

Escriben en el primer número de Cuestionamos (1971) Bauleo, Bleger, Baremblit Dubcovsky, Marotta, Matraj, Pavlovsky, Ulloa, Marie Langer, Gillu Garcia Reynoso, por nombrar algunos de los profesionales. Florecen innumerables escritos que buscan analogías y diferencias entre psicoanálisis y marxismo. Y dentro de una perspectiva nacional se debaten temas como psicoanálisis y antiimperialismo. La publicación en formato de revista de la revista Argentina de Psicología de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires, cuyo presidente era Roberto Harari, dan lugar a la expresión de los primeros psicólogos graduados y un movimiento potente que no siempre tuvo el reconocimiento que se merece en los cambios impulsados con su trabajo en los hospitales y en los centros de salud y en las comunidades terapéuticas,

Pero ¿qué se cuestiona? ¿el psicoanálisis en sí? ¿la ciencia y el método que tiene por objeto teórico el inconsciente, con todas sus implicancias? Se cuestionan las omisiones que comete el pensamiento psicoanalítico y su práctica, las afirmaciones fuera de contexto, el psicoanálisis puro que piensa al sujeto fuera de su momento histórico, social. El elitismo, el aislamiento, la cofradía, la corporación, el credo.

El asesinato del Che en Bolivia y el Cordobazo irrumpe y despierta. Desadormece. Produce un acontecimiento que forma una línea de ruptura con lo que viene siendo. Produce, junto con múltiples movimientos sociales, culturales, académicos, sindicales, una nueva subjetividad social. Que habla de lucha, de cambios, de en todo momento y en todo lugar. La ilusión y la certeza de que otro mundo es posible. Como siempre, con avances y retrocesos. Y es así como resplandecen prácticas micropolíticas alternativas en el terreno de la salud mental, que incluyen lo comunitario en sus múltiples expresiones. Por nombrar algunas de estas prácticas:

La comunidad terapéutica del Hospital Raballos en Paraná Entre Ríos. Goldemberg en Lanús. Raúl Camino en Colonia Federal (Entre Ríos) y Wilbur R. Grimson en El Centro Piloto del Hospital Estévez (Lomas de Zamora), que luego creará la Comunidad Terapéutica de Vicente López. El Centro Materno Infantil de San Isidro con García Reynoso. Los planes de erradicación de villas miseria. Las salas de internación por tiempo limitado en hospitales generales. Un ejemplo de ellas fue la del Hospital Pirovano cerrada en 1975, coordinada por Gilberto Simoes, Jacinto Armando y Arturo Roldán, que funcionaba con asambleas de pacientes y terapeutas, con terapias individuales y grupales, con altas consentidas y de puertas abiertas. Surgen las primeras comunidades terapéuticas con el aliento de Cooper, Laing, Guattari, Artaud. Y nuestros compañerxs.  En donde el arte, el teatro, la política, los grupos, se mezclan y dan otro sentido a lo que acontece en el entre todos. Y los vientos de cambio también llegan a las aulas de la carrera de psicología de la Universidad de Buenos Aires, que pertenecía a la  Facultad De Filosofía Y Letras, se crea un nuevo plan de estudios acorde a la época, se nombra Decana a Pichona Ocampo y un grupo de apoyo que sostiene, y vaya mi recuerdo a la materia “Aspectos Psicológicos de la Organización Social”, presidida por  Enrique Pichon Rivière y su titular Luis Tosí, fue desaparecido en el año 1978 junto con otros compañeros y compañeras que poblábamos sus aulas. Fue una de las primeras carreras en cerrase a mediados de 1975 produciendo un éxodo difícilmente olvidable.

Pero todo se oscureció. En nuestras vidas, en nuestra práctica, en la política, en el arte, en la literatura. Con la diáspora que se produjo, muchos nos quedamos en nuestro país confinados en pequeños grupos temerarios y confiables. Otros compañerxs se exilaron en países que los acogieron solidariamente: México, Nicaragua, Cuba, Brasil, España y también allí en el lejano norte, enriqueciéndose con las prácticas y teorías innovadoras de lxs profesionales que migraron para sobrevivir.

Queda una deuda pendiente en este texto.  Enumerar con nombre y apellido a todas y todos los que desde distintas líneas teóricas, distintas especialidades, confluían en pensar una salud mental  que produjera cambios en formas de sentir pensar y actuar.

Pero todo vuelve… con cambios…en distinta situación histórico social pero impulsado por una ley que habla de procedimientos en relación a los padecimientos mentales y también de derechos de las minorías excluidas…Y un conjunto de trabajadores y trabajadoras de salud mental que, desde una posición político-ideológica y académica potente, promueven con sus luchas que la aplicación de la ley sea posible contra todas las adversidades…

Valgan estas palabras como testimonio y como deseo de un quehacer implicado.

 

Ahí adentro, en un castillo

“Ahí dentro, el azar de la existencia ha puesto
a los médicos, los monitores, los enfermeros,
los esquizofrénicos (y a mí).
Todo eso en un mismo lugar,
alrededor de un castillo.
En una clínica psiquiátrica: La Borde”
Philippe Bichon Revista Topia 2013

 

Entre otros, los textos consultados fueron:

Cuestionamos Documentos de Critica a la ubicación actual del psicoanálisis. Enero 1972 Compilación Marie Langer – Buenos Aires Granica Editor.

Del Cueto Ana Maria (2014) Breve Introito sobre la salud mental en la Argentina en  La salud mental comunitaria Fondo de Cultura económica. Buenos Aires.

Revista Argentina de Psicología Año 1, N°3, marzo 1970. Asociación de Psicólogos de Buenos Aires.  Buenos Aires Editorial Galerna

Revista Argentina de Psicología Año 2, N°7, marzo 1971. Asociación de Psicólogos de Bue-nos Aires.  Buenos Aires Editorial Galerna.