Mi Trabajo Integrador Final titulado “La psicología comunitaria en Argentina. Un común, una comunidad” surge a partir de una inquietud personal por la especificidad del rol de lxs psicólogxs en el área comunitaria. El mismo consta de tres ejes, a saber: “El grupo no es una isla”, pensado con la intención de destacar la importancia del abordaje grupal a la hora de intervenir en la comunidad, rompiendo con todo tipo de lógica proveniente de la antinomia individuo-sociedad y promoviendo de esta manera una perspectiva integral. Otro de los ejes, “Un común: la comunidad”, basado en el desarrollo teórico-práctico de nociones pertenecientes a la psicología comunitaria, en el cual prevalece como principio rector la participación activa de la comunidad. Por último se encuentra “Cronología de voces oprimidas”, eje en el que me voy a detener en el presente escrito situando como centro de escena las voces de autorxs pertenecientes a nuestro territorio con el fin de valorizar sus aportes. Al mismo tiempo, pretendo comprender el estado actual de la psicología comunitaria poniendo en marcha un proceso de historización.
Ahora bien, tras interrogarme acerca del por qué han sido desvalorizados los aportes de nuestro territorio, establezco tres desmantelamientos subjetivos, dos de ellos propuestos por Ana María del Cueto en “La Salud Mental Comunitaria”. Por un lado, aquel que remite a la dictadura militar del `76, la cual intentó hacer desaparecer no solo prácticas y teorías sino también una manera de hacer pensar, de sentir y de actuar. Por otro lado, el desmantelamiento que comienza en 1990 y culmina en el año 2001 con el ataque al neoliberalismo.
Incorporo un tercer desmantelamiento, correspondiente a la mal llamada “Conquista del desierto”, siendo el primero en ocurrir en tiempos cronológicos. Bajo una narrativa épica se oculta la realidad de los pueblos nativos a través de una versión discursiva caracterizada por la historia de proyectos “civilizadores” desde el “Estado Nacional” por sobre la “barbarie”, a partir de una posición de enunciación eurocéntrica en las que otras formas del saber son transformadas no sólo en diferentes, también en carentes, arcaicas, primitivas, tradicionales, premodernas.
Siguiendo con la génesis de la desatención de los aportes de nuestro territorio, ¿podría decirse que nos hemos acostumbrado a permanecer en silencio? Si bien respondo a la pregunta de manera afirmativa, pongo en evidencia numerosos trabajos que han intentado romper con esta posición. Tal es el caso de la Investigación Acción Participativa, cuyo autor es O. Fals Borda, quien cuestionando el colonialismo intelectual que gobierna la academia en América Latina, propone este tipo de investigación basado en un modo de hacer ciencia a partir de la inclusión de lxs sujetxs involucradxs, viéndose fortalecida la organización social.
Doy comienzo a otro desmantelamiento subjetivo trazando una línea genealógica que establece un antes, un durante y un después de la dictadura militar ocurrida en el año 1976. En la etapa previa al golpe, a pesar de la existencia del sistema manicomial, fueron surgiendo nuevas experiencias cuestionadoras de aquel sistema, proponiendo nuevas formas de pensar y trabajar en nuestro campo. La externación fue una de las fuerzas resistentes al viejo modelo asilar, cuyas intervenciones eran pensadas teniendo en cuenta a toda la comunidad. Asimismo, en las calles se respiraba una ardiente lucha por lo que en resumidas cuentas podría mencionarse como el derecho a la salud.
Si bien el fin de los progresos en el campo de la Salud Mental había empezado antes de esta fecha, la dictadura consolidó y amplió el desmantelamiento iniciado en 1974. El proyecto de la dictadura fue incorporar al país en el proceso de mundialización capitalista. Con este fin se empeñaron en desarticular cualquier oposición tildándola de subversiva y, en consecuencia, atacando centros de estudio y organizaciones gremiales. Como consecuencia se produjo una desvalorización de los abordajes grupales y comunitarios, así como el pensar en la sociedad y en la política, destruyéndose valores comunitarios, participativos y democráticos.
Años más tarde, entre la década del ´80 y del ´90, la hegemonía en nuestro campo intentó ocultar lo ocurrido. Bajo el lema de “importar las novedades” se quebrantó toda praxis social solidaria, siendo los abordajes psiquiátricos farmacológicos claras referencias del intento por adaptarse al capitalismo financiero a partir de la promoción de abordajes exclusivamente individuales, y bajo la dependencia de teorías provenientes de Europa.
Llegando a la actualidad, podría decir que la psicología comunitaria se halla en plena transformación. De a poco se van gestando espacios que apuestan por la incorporación de lo comunitario. De hecho, a nivel académico nos encontramos con la incorporación a la currícula de materias correspondientes al área. También se van sumando cursos de Extensión, como “Introducción al campo de la Psicología Comunitaria”, destinado a estudiantes del primer y segundo año de las carreras de Licenciatura y Profesorado de Psicología de la Universidad Nacional de La Plata, con el fin de brindar un mayor acercamiento al campo de la psicología comunitaria a través de una formación integral en problemáticas de salud mental desde perspectivas de derechos humanos y género.
Siguiendo con las transformaciones, la Ley Nacional de Salud Mental Nº 26657 representa otro ejemplo de avances que enriquecen a nuestra disciplina al otorgar importancia a los abordajes interdisciplinarios e intersectoriales, considerando la Atención Primaria de la Salud y orientándose al reforzamiento, restitución o promoción de los lazos sociales, sin olvidar el privilegio del abordaje comunitario por sobre la internación.
Ya para finalizar, quiero destacar que la puesta en memoria permite entender el presente, visibilizando cómo los desmantelamientos subjetivos siguen impactando en la actualidad. Si bien la psicología comunitaria es un área plagada de obstáculos, siendo el distanciamiento por parte de muchxs profesionales entrevistadxs un claro reflejo de la falta de recursos, los salarios bajos, la encrucijada de lo político-partidario junto con otras dificultades presentes en la misma, pienso que todavía queda mucho por hacer para devolverle a la comunidad psicólogxs pensadxs como agentes de cambio, facilitadores de recursos vinculares, con una fuerte impronta social y política.