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Bio-lencia cotidiana. Habilitar la voz-habitar un cuerpo y potenciar la vida

  • Artículos
  • género y salud mental
  • N°9

Marina Perez, estudiante avanzada de psicología, adscripta a la cátedra de Psicología Social en la facultad de Psicología UNLP. Recibida en la Facultad de Bellas artes UNLP de Licenciada en artes plásticas e ilustradora científica.

Investigación en violencia de género

En el siguiente trabajo me propongo abordar la violencia de género desde lo intersubjetivo, lo transubjetivo y lo intrasubjetivo. Visibilizando cuestiones fundamentales de dos dispositivos clínicos y una propuesta de intervención.

Para comenzar a hablar de violencia de género paradójicamente voy a mencionar lo que implica dejar de hablar, el silencio.

Lo primero que se le roba a una víctima de violencia es su voz, su posibilidad de hacer lazo y la naturalización que ello conlleva va fracturando los vínculos de la víctima, va desarmando su red afectiva. Aparece una desautorización yoica, los recuerdos disociados no es que no aparezcan en la conciencia, sino que surgen escindidos de afectividad y por lo tanto vaciados de contenidos. La elaboración de lo traumático mediante la palabra y la consecuente ligazón a la vida, a un pasado, presente y futuro es lo que queda de alguna manera bloqueado en un presente continuo donde la falta de voz no solo no permite nuevos vínculos sino que no aloja la posibilidad de un tiempo suplementario, donde se pueda en el presente relanzar un futuro.

Esta encerrona trágica, conduce a un aislamiento peligroso, donde la destitución subjetiva y las catástrofes psíquicas que, como bien menciona Irene Fridman (2019) en su libro Violencia de género y Psicoanálisis, trae correlatos físicos y efectos a largo plazo de un problema que excede lo individual para invitarnos a pensar en lo relacional, en los dispositivos y su funcionamiento a nivel terapéutico.

Pensar en dos dispositivos, el dispositivo individual o grupal, permite diferentes accesos a la realidad de estas personas, en su mayoría mujeres, donde los marcos teóricos y las intervenciones serán diversas y provocarán la posibilidad de una salida y una esperanza vital digna o bien la intervención iatrogénica que no sólo puede llegar a re-victimizar a la persona, sino que puede obstaculizar una elaboración subjetiva sumamente necesaria provocando a largo plazo efectos hasta límites corporales, entre otras consecuencias que son de un orden de gravedad mayor.

 

Intervenciones y marcos conceptuales del psicólogo, ideología

La posición ideológica del psicólogo/a y su rol será determinante ante estos casos. El consecuente atravesamiento y la transversalidad del marco teórico que sustenta la praxis, invisibilizan lineamientos ideológicos frutos del patriarcado y el capitalismo, a tal punto que no se repara en el lugar de supuesto saber del analista, en el lugar que se pone en juego su contratransferencia, esta carga valorativa que se evidencia en su modo de hacer, sentir y pensar de un dogmatismo obtuso.

De este modo ciertas corrientes psicoanalíticas, en su afán por respetar dogmáticamente a ciertos tecnicismos heredados, obturan la posibilidad de las víctimas de habilitar su voz. Este exceso de dogmatismo teórico-práctico genera una rigidez en los modos de intervenir que se traducen no solo en una ineficiencia clínica, sino también en un retroceso subjetivo para quienes han sido víctimas de violencia de género.

Llevará a mayores consecuencias en vez de a una posibilidad de recuperación y de resignificación de su proyecto vital, ya destituido, ya fragmentado en la cotidianidad de esta persona que ha perdido el piso y las catexias libidinales gradualmente, ya que nada de esto suele ser súbitamente, como tantas cosas que, silenciadas e invisibilizadas, van provocando cambios no de los más deseados, y si el psicólogo/a no puede estar atento/a a este proceso, o no puede estar en su propia posición subjetiva teniendo recursos quizás sea arrastrado/a a la naturalización y a mayores grados de violencia.

Esta pérdida de visión y de escucha es bastante común en un sistema que obnubila, que genera subjetividades anestesiadas e individualistas, cultos al narcisismo y al supuesto saber, búsqueda de un amo perdido, que deja abierta la grieta al goce de muchos, donde importa más que la persona entre desde un “diagnóstico”, en una estructura, en una cierta patología; perdiéndose la escucha, y sobre todo la escucha del silencio.

La falta de palabra es el acto de mayor violencia que se puede ver representado en una persona, el despojo de la posibilidad de decir. Esto se obtura de muchas maneras, las violencias en plural, aclaro por la diversidad que acontece a diario, quitan la emergencia de pensamiento autónomo y sobre todo las palabras posibilitadoras de lazo, el recurso más importante perdido muchas veces, en una sociedad que ha vivido bajo impactos socio-económicos, gobiernos de facto, acontecimientos que no ligan a la vida -más bien adormecen- y enmascaran el interés de unos/as pocos/as y la fuerza y poder sobre otros/as.

¿Qué es lo que se reproduce de este sistema en los dispositivos de salud mental,  y qué es lo que no se puede escuchar?

Menciono a Fridman (2019) para poder pensar esta catástrofe, esta destitución,

la ya muy famosa sentencia Freudiana- “ya no creo en mis neuróticas”- ha obturado la posibilidad de elaborar uno de los traumas catastróficos por excelencia que produce mayor aparición de patología borderline o trastornos narcisistas… (p.23)

 

  Riesgos de iatrogenia y re-victimización

Existe cierto tipo de abordaje psicoanalítico que solamente trabaja la violencia, como bien menciona Fridman (2019), padecida desde la óptica deseante intrapsíquica, aumentando así la vivencia de culpa y re-victimización, impidiendo la elaboración de los sentimientos que despierta ser víctimas de violencia.

Pensar la norma patriarcal llevada a su máximo exponente de la mujer como objeto de deseo produce sujetos desvitalizados a los cuales lo único que los constituye es el deseo del otro. Perder ese pilar psíquico, ese objeto único, es demasiado peligroso para la estabilidad psíquica sobre todo si ha sido destruido cualquier otro tipo de red vincular que pueda contener y sostener a esta mujer en la salida de un vínculo de estas características. Tema que tomaré como importante en la intervención que puede verse grupal de la propuesta del hospital Ramos Mejía (Construcción de un espacio grupal para el abordaje de la violencia contra la mujer en el sistema público de salud. XII Congreso Internacional de Investigación y Práctica Profesional en Psicología. Universidad de Buenos Aires 2020).

Esto podría incrementar la vulnerabilidad, el hecho de que se asista, y se re-victimice  provocando, por lo tanto, menor posibilidad de hablar y asociar, deteriorándose subjetivamente en mayor medida la posibilidad de confiar en el espacio donde se va a buscar una escucha, convirtiéndose en un cuidado que se transforma en asistencialismo y que, ante todo, identifica a la mujer que ha recibido violencia con una posición subjetiva negativa que llevará a mayores niveles de vulnerabilidad, haciendo de estas situaciones o acontecimientos de violencia más que un estado pasajero un modo de estar en el mundo, provocando más que sentimientos de protección en el espacio y de seguridad, un sentimiento de desprotección. Nada más traumatizante que esto, lo que incrementa la violencia y el deterioro.

Estas voces fueron silenciadas, imposibilitadas y muchas veces lo es también la elaboración, es un desafío con el tiempo, hacer de estos recuerdos escindidos, una historia, una puesta en palabras con otros/as.

Posibilidad de memoria, de historización, que hará que se pueda relanzar algo del orden del deseo propio y de su propia historia, con una posición activa frente a lo ocurrido y sobre todo, con la red vincular necesaria que reactiven un aparato psíquico escindido y bloqueado por las circunstancias, incrementadas por el aislamiento y la falta de recurso simbólico o más bien la pérdida gradual de ellos.

Según Fridman (2019), se pueden encontrar muchas similitudes entre este silenciamiento y lo ocurrido con los desaparecidos por la dictadura argentina. Imposibilidad de denunciar que, junto a la impunidad de la que gozan tanto los que ejecutan violencia de género como quienes ejercen violencia política, producen efectos subjetivos y simbólicos de orden traumático, reproducción del poder del ejercicio de lo siniestro que viene epocalmente a circular con mayor rapidez a través de las redes, de la informática y su velocidad, que es tan real como la vida cotidiana de las personas, haciendo un efecto dominó discursivo y provocando efectos subjetiva y  físicamente, desmoronando toda potencia vital.

 

  Asistencialismo versus apertura vincular 

 Desde marcos más concretos, tomaré como referencia para el análisis, el trabajo realizado por el equipo del hospital Ramos Mejía.

El trabajo en equipo, permite desde lo vincular no sólo el armado de lazos sino de contención y de escucha compartida:

 

ventajas que un dispositivo grupal incorpora al tratamiento de las consecuencias psíquicas de la violencia, destacando el trabajo sobre el aislamiento que las víctimas sufren, así como el armado de redes afectivas que los grupos posibilitan (Pena y otros, 2020).

 

Una lógica relacional que abre el espacio al diálogo con pares en situaciones de vulnerabilidad similares y donde se promueven no solo la empatía sino la circulación del poder de la palabra en posiciones de simetría.

Ocurre en ocasiones que se produce una asimetría en el/la analista, en donde no siempre se lleva el rol con la revisión necesaria frente a posiciones omnipotentes, autocráticas, y/ o piadosas, cayendo de alguna manera en fragilidades que traen consecuencias en la paciente, viviendo más un asistencialismo que imposibilita un fortalecimiento para una reinserción saludable en la vida social.

La condensación del tiempo, algo habitual en hechos traumáticos, provoca en las victimas mayor riesgo de marginalidad y de ausencias laborales, de estudio, de espacios en los que frecuentaban habitualmente, algo de orden de lo cotidiano se rompe para entrar en un tiempo que por el shock provoca anestesia temporal muchas veces; y total en el peor de los casos, donde no hay redes o registros de personas cercanas que puedan visibilizar dicha situación, dejando a esta persona en una lógica de deterioro cotidiano, invisibilizada por la naturalización de la época.

Época en que la velocidad de las redes sociales, la falta de empatía y el exceso de individualismo anulan la escucha de todo lo que molesta a la funcionalidad del sistema -funcionalidad asegurada por la robotización- y al exceso de rendimiento y/o producción como valores imperantes de la época, a cualquier costo. El neoliberalismo propone un tipo de subjetividad que se aleja por sobre todo de lo vincular como relación de inconsciente a inconsciente para hacer prevalecer el goce individual.

Estas variables, implican el incremento de consumos problemáticos; libidinizan incluso objetos terapéuticos, como medicación psiquiátrica -por ejemplo-, obturando de esa manera la posibilidad de investir la palabra y su monto de afecto, haciendo uso del continente sin el contenido, en una cultura de la imagen que opera como pantalla y negación de las fallas ontológicas del sistema. Haciendo no solo de la violencia de género un arreglo más de la reproducción funcional de un sistema mercantilista y hostil sino negando lo que nos antecede y nos atraviesa, con todo el desafío que ello nos implica.

Nos atraviesa, como bien menciona Rita Segato (2018) en su libro Contra-pedagogías de la crueldad, una relación de poder, ejes que atraviesan las relaciones vinculares, en estos casos de los agresores con sus víctimas, intentando no caer en un reduccionismo causal de odio, como son los delitos de odio tan difundidos, mono causales, por ira, emocionalmente ligado a lo violento y lo íntimo y de las motivaciones personales; para abrir el eje de la afirmación, de poder, que se expresa ahí por un mandato, mandato de masculinidad, eje horizontal con su fratria masculina, afirmación de poder exigida por un mandato, de apropiación de un “territorio” de un cuerpo feminizado.

Nuevamente, podemos ver que lo relacional y la diferencia son puntos cruciales de lo que nos interpela, y nos lleva indefectiblemente a no poder pensar ningún hecho fuera de su circuito psicosocial, donde los límites son no sólo difusos, sino imposibles, únicamente de manera abstracta es posible conceptualizar ciertos aspectos con el fin de analizar sus efectos, pero un cuerpo biológico, un cuerpo libidinal, está indefectiblemente situado en un contexto que posibilitará o no su emergencia y su reproducción como ser hablante, sexuado y mortal.

El cuerpo “afectado” por modos de ser, de sentir y de pensar que atraviesan a estas personas en sus contextos, y en su intimidad, reproduce el goce y la violencia provocando desbordes en lo cotidiano, que será una fuerza que no sólo está sostenida desde un modo intrapsíquico, sino que lo relacional, lo inter y lo transubjetivo estarán en juego, en un sistema donde el patriarcado reina con su poder y su goce desmesurado.

 

  En ese sentido la bio-lencia es un ejercicio de “prestar el oído” y “escuchar la vida”, no como diagnóstico médico (que opera como la sanción judicial), sino como expresión de una fuerza vital montada en un complejo dispositivo tecnológico que se resiste rizomáticamente a adaptarse a los circuitos informáticos de la lógica maquínica que controla la vida (Di Palma, 2017 p. 11)

 

Y de la lógica colonizadora de la sociedad disciplinaria y de control no ya de los cuerpos sino de las mentes, como bien plantea Foucault, haciendo más invisibles algunos dominios y más difíciles de identificar en el día a día, y en la reproducción de lo que emerge como síntoma.

 

Propuesta de intervención: El arte y la posibilidad de despatologizar. Donde las palabras no del todo alcanzan, allí la creación poética-la novedad  

Una propuesta de intervención será la artística. La producción de situaciones de encuentro en espacios de taller pictórico y de dibujo permite no solo el intercambio sobre lo que se crea, y lo que potencia la vida, sino el encuentro con la imagen que en su proceso primario y junto a la emergencia del inconsciente permite hacer más visibles muchas cosas que poseen mayor resistencia desde la palabra, promoviendo una regresión al servicio del yo que posibilitará la inspiración y elaboración.

Despatologizar para retornar luego al discurso hablado, encontrando en él, en el reencuentro y la relación con una vía sublimatoria un goce vital, creativo y de reparación, a través de este acto creativo habrá lugar para un sujeto que podrá mantenerse enlazado a la realidad sin caer en el vacío.

Crear la posibilidad de un discurso novedoso, producir subjetividad. Acompañando este proceso desde intervenciones mínimas, promoviendo la autonomía que ha sido debilitada.

 

  La resistencia alegre -para ponerlo en términos termodinámicos- no es una fuerza que se opone en sentido contrario al poder, intentando detener su avance, sino diagonal, aprovechando ese mismo poder para impulsar la vida en nuevas direcciones. (Di Palma, 2017 p. 14)

 

Resistencia que será posible en la producción de nuevas subjetividades y en la conciencia de lo que el sistema empuja como reproducción de su goce mortífero, en la desnaturalización y cotidianidad. Allí emerge la posibilidad de una conciencia tanto de lo sintomático singular como de los síntomas psicosociales con sus obstáculos y sus posibilidades.

Por lo tanto, pensemos en una resistencia alegre, promotora de nuevas subjetividades y productora de otros sentidos posibles. Ya no ligada a la patología, sino a su identificación de estas mujeres, con nuevas imágenes de sí mismas, de otras identificaciones amorosas y creadoras, de una cotidianidad diferente donde el círculo vicioso de la violencia sea sustituido por un círculo virtuoso y libidinal, mantener la apertura… a un cuerpo  afectado por la cercanía de lo vital y no de lo siniestro, allí habrá movimiento y no en la reproducción de la coacción o el rechazo a la ajenidad que nos habita.

Anexo a continuación un trabajo basado en una experiencia de encuentro con una ex alumna hija de desaparecidos durante la dictadura argentina

 

Anexo

Espacio taller

Situación que se construye

Producción pictórica por alumna en el espacio taller año 2012, el trabajo está orientado a que el alumno o alumna pueda, a partir de la tela en blanco, producir una imagen que le sea significativa, evocando ésta un discurso que le subyace, y desde la producción alojar un fuera de sentido, que emerge en la pintura como disciplina, la proyección en la tela de la evidencia de la escisión del yo y del inconsciente.

Lo interesante de este caso y en la cual se constituye un encuentro, solo una vez producido un encuentro, ¿nunca antes?

Un mundo toma forma, se estructura un orden a partir de sus elementos (Labandeira, 2006) esto permite pensar la singularidad enunciativa y el acontecimiento, a través de  un vínculo de inconsciente a inconsciente donde podríamos pensar en Berenstein (2005) y la noción de vincularidad, es que se aloja lo ajeno de este sujeto, ajeno tanto para mí como docente como para ella como alumna, de su propia historia de lo que no tiene vía de ser narrado de otra manera, que emerge ante la tela en blanco, comienza pintando la casa de sus padres de su infancia, Marcela hija de desaparecidos en la dictadura militar sufría de síntomas recurrentes entre ellos desmayos y pánico.

En el despliegue temporal que se da en el taller en su obra comienza a darse cada vez más forma a la casa y el contexto de sus padres, en este proceso el momento más importante que ambas transitamos fue cuando pintando, Marcela empieza a sentir que se va a desmayar, y me lo comunica. Mediante este trabajo ella venía hablando sobre lo ocurrido, logramos ambas hacer de esa situación donde emerge lo traumático un encuentro posible, ella no llega a desmayarse sino que ante mis palabras de “ahora no estás sola, podes llorar, no es necesario que te vayas, estoy acá con vos.” Marcela llora, llora mucho tiempo y logra por primera vez no irse de este mundo temporalmente, para poder narrar con alguien los hechos que no podía decir, que no podía representar.

Esta situación me condujo a años de interrogantes y grandes hallazgos tanto en mi persona como en mi entorno, como una situación puede potenciar la vida y puede armar una posibilidad, un devenir diferente, como plantea Spinoza en sus estudios sobre pasiones alegres y pasiones tristes, con respecto al afecto y el cuerpo. Que nos confronta con la mera representación teórica y la asociación libre, llevando en muchos casos a un reduccionismo y a la vivencia por parte del paciente de mayor soledad y cristalización de su sufrimiento.

La noción de afección es enteramente diferente de las tan transitadas de ‘vivencia’ o ‘sentimiento’; indica en la filosofía de Spinoza -retomada por Deleuze- la capacidad de todo viviente de afectar y ser afectado.

En este caso Berenstein (2004) menciona la heterogeneidad radical, y este no estar en el lugar del otro sino hacer con el otro. Lo ajeno, lo específico y singular del otro en este caso se hace visible y se le da un lugar.

Pensar la pintura y el acto de contemplación que conlleva me permite y me permitió pensar en una narrativa que escapa a la demanda de velocidad de la época, a un detenimiento necesario y un tiempo donde algo de lo singular puede encontrarse.

De la propia historia, en un sistema donde la velocidad y el consumo llevan a  una identidad de sujeto consumidor, subjetividad consumidora entre el consumo y la adicción, garantía de satisfacción, el consumidor no puede realizar ninguna experiencia subjetiva, sustituye un objeto por otro, en Lewkowicz, “subjetividad como producción”, y su relación con el filósofo surcoreano Han, Byung- Chun (2010) quien  propone una noción de  tiempo en el capitalismo, en una sociedad de consumo que lo que más falta es la narratividad, posibilitada no solo por una temporalidad diferente sino por una subjetividad que se encuentra anestesiada, en una sociedad paliativa del me gusta y la homogeneización, reafirmada por un narcisismo que no hace lazo ni vínculo amoroso. La evitación del dolor solo conduce a una anestesia colectiva y a una subjetividad de consumo, de garantía de satisfacción inmediata, donde la plenitud se antepone al proyecto ligado a las promesas del mercado. El sujeto ha desaparecido tras el objeto que lo satisface y desde entonces lo constituye.

Para Franco “Bifo” Berardi (2003), estamos atrapados, además, en un frenesí de socialización forzada. Producir y trabajar implica estar conectados. La conexión es trabajo. La obsesión económica provoca una permanente movilización de la energía productiva. La aceleración produce una contracción del tiempo disponible para la elaboración consciente y, por consiguiente, una pérdida de la sensibilidad (que también tiene consecuencias éticas) ya no se tiene tiempo para extraer significado y placer de la experiencia.

Detenernos en actividades de contemplación como la pintura, no solo favorece que emerja algo del orden de lo reprimido sino permite en cada singularidad el encuentro y la posibilidad de un discurso propio, de algo de lo singular, desde la producción plástica y la novedad que abre nuevas vías de comunicación y disfrute, dando lugar a la sublimación en cuanto satisfacción pulsional pero vuelta a la realidad.

 

*Obra que ilustra el artículo: “La Belleza del Exilio” óleo sobre tela

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