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Acompañamiento terapéutico en la escuela: un posicionamiento entre la ternura y el modelo social de la discapacidad.

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  • N° 3

Agustina Duffó. Licenciada en Psicología. Facultad de Psicología UNLP (MP. 56.053) Profesora de Psicología. Facultad de Psicología UNLP Egresada en sede Chivilcoy Acompañante terapéutica

El presente artículo se propone instalar algunas reflexiones sobre el posicionamiento del acompañante terapéutico de niñxs en la escuela; las mismas, basadas en el concepto de ternura (Ulloa, 1995) y en el modelo social de la discapacidad y cómo, desde esta postura, poder propiciar oportunidades para fomentar la socialización y la autonomía en niñxs con discapacidades.

Para comenzar el desarrollo, me parece apropiado utilizar el concepto de “ternura” desarrollado por Fernando Ulloa (1995):

La ternura es la coartación -el freno- del fin último, fin de descarga, de la pulsión (…) genera dos condiciones, dos habilidades propias de la ternura: la empatía, que garantizará el suministro adecuado (calor, alimento, arrullo, palabra) y como segundo y fundamental componente: el miramiento. Tener miramiento es mirar con amoroso interés a quien se reconoce como sujeto ajeno y distinto de uno mismo. El miramiento es germen inicial y garantía de autonomía futura del infante. 

La ternura es un concepto político, hace énfasis en la desarticulación de lógicas que implican el borramiento subjetivo. Por esto mismo es que me resuena en mi práctica como acompañante ya que, en el área de discapacidad aún se sostienen discursos medicalizantes, normativizantes, y sobre todo, exclusores.

Pensar el trabajo del acompañante desde la ternura es un posicionamiento, el cual implica, muchas veces, ir contra los discursos hegemónicos, sobre todo en las escuelas donde opera el “para todxs”, desde los uniformes hasta los contenidos.

Desde este lugar es que retomo una de las condiciones de la ternura desarrollada más arriba que es la de: “miramiento”. Tener miramiento es poder reconocer a le niñx como sujetx deseante, autónomx, invitarlx a participar, acercarlx a la palabra como poder transformador, que pueda hablar y hablarse.

Este miramiento se refleja en actos posibilitando que le niñx participe en los debates que se realizan en el aula, contestando preguntas de su docente, escuchando qué es lo que tiene para decir, compartiendo un recreo con sus compañerxs.

No es sin dificultades, ya que a veces las mismas resistencias provienen de lxs niñxs, naturalizando prácticas exclusoras de las que fueron objeto por mucho tiempo (y aún lo siguen siendo en ciertos contextos); entonces sucede que tienden a retraerse ya que el contacto con otrxs niñxs les asusta. Y allí es donde el acompañante entraría en escena y operaría como un mediador para que este vínculo pueda darse y favorecer la socialización entre pares.

Para lo mismo, me resulta interesante que lxs compañerxs del niñx acompañadx sepan qué es lo que está haciendo el acompañante.

Hace poco, un nene de la escuela en la que trabajo me dijo que él observaba cuando yo ayudaba a mi acompañadx y que “todos teníamos cosas que nos costaban más que otras”.

Esto me hizo pensar en el modelo social de la discapacidad, el cual entiende la misma como una característica más dentro de la diversidad de los seres humanos, y no como la característica que debe definir la vida de una persona, o que totaliza su destino en un marco de discriminación y exclusión.

Se considera a la discapacidad como producto social del encuentro entre características personales que limitan el desempeño en algún área del hacer humano y las barreras que existen en cada sociedad profundizando y consolidando estas limitaciones.

Los problemas que enfrentan cada día las personas con discapacidad no son resultado aislado de la deficiencia de la persona sino consecuencia de las barreras de la sociedad.

En este marco, y en la situación de la escuela, le acompañante terapéutico puede ser leídx como contribuyente al pleno derecho de la dignidad y la igualdad de derechos de lxs niñxs.

Para finalizar en lo que considero el posicionamiento del acompañante, quisiera reparar en la importancia del trabajo en equipo, tanto con lxs profesionales tratantes de le niñx (Psicólogxs, Terapistas Ocupacionales, Psicopedagogxs, etc.) como con lxs profesionales que componen la escuela (docentes de diversas áreas, maestrxs de apoyo a la inclusión, EOE) para diseñar estrategias de trabajo en conjunto tanto con le niñx como con su familia y entorno.

Por último, es crucial la supervisión del acompañante terapéutico, la cual puede ser llevada a cabo por la/el psicólogx tratante de le niñx como por otrx psicologx por fuera del tratamiento. Este espacio es imprescindible e interpela la ética del acompañante, debido a que se toma como un espacio de reflexión sobre la práctica, ya que la misma es muy cambiante y el trabajo exige el contacto con discursos muy diversos.

 

Bibliografía:

  • Cáseres,C. et al. (2017) “Derechos humanos en salud. En el camino de la implementación de la Ley Nacional de Salud Mental”. 1ª ed. Lanús. ADESAM, Asociación por los Derechos en Salud Mental.
  • Ulloa, F. (2011): “La novela clínica psicoanalítica. Historial de una práctica”. Libros del Zorzal, Buenos Aires.