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Reivindicar derechos y reconstruir la historia también es salud mental

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Licenciada en Psicología Martina Solimano, recientemente egresada de UNLP. Msolimano93@hotmail.com

Estos últimos días hemos visto circular frases, charlas, banderas, hashtags y diversas actividades para conmemorar el Día de la Salud Mental, establecido a nivel mundial el 10 de octubre.

Por otro lado, en nuestro país se celebra el 13 de octubre como el Día del Psicólogue. Una fecha no sólo para decirnos “feliz día”, sino una oportunidad para rememorar una historia que condensa luchas, resistencias, retrocesos y avances, los cuales hicieron posible que tengamos un día para reivindicar nuestra profesión.

En este marco, y aún con los efectos de la pandemia mundial por todes conocida, no es cosa sencilla preguntarnos de qué hablamos cuando hablamos de Salud Mental. ¿Es algo en sí misma? ¿Podemos escindirla de la Salud comprendida de modo integral? ¿Hay Salud Mental sin condiciones equitativas de acceso a los servicios sanitarios, sin el pleno cumplimiento de los Derechos Humanos, sin oportunidades económicas, sin políticas públicas que se orienten a los diversos modos de ser, desear, hacer? Y particularmente en cuanto a les psicólogues, ¿qué rol nos incumbe cuando nos nombramos como “profesionales de la salud”? ¿Qué lugares se espera que ocupemos desde el imaginario social?

Para abordar esta problemática tan compleja, retomaré mi Trabajo Integrador Final (TIF) con el cual concluí la Licenciatura en Psicología este año, comentando varios puntos que entran en diálogo con el tema que acá nos convoca.

El trabajo, titulado Análisis del Plan de Adecuación a la Ley Nacional de Salud Mental nro. 26.657 presentado por el Hospital Interzonal Especializado en Neuropsiquiatría de Agudos y Crónicos Dr. Alejandro Korn, surgió tras reflexionar acerca de la dificultad observada para concretar transformaciones en el campo de la Salud Mental a nivel institucional, profesional y de políticas públicas al que pareciera asistirse hoy en día. El mismo consiste en un análisis del Plan presentado hace un año por el mencionado Hospital para adecuarse a los lineamientos de nuestra Ley Nacional de Salud Mental (en adelante LNSM). Para ello, el interrogante central utilizado como guía radica en la pregunta por la factibilidad de la implementación de dicho Plan tal como se encuentra planteado discursivamente, teniendo en cuenta principalmente dos cuestiones: las representaciones de la locura propias del paradigma biologicista que continúan arraigadas en nuestra sociedad y la historia de luchas que nos atraviesan en materia de abordajes en Salud Mental.

Con el objetivo de llevar a cabo tal análisis, trabajé con diversas dimensiones. Por un lado, tomé en cuenta el marco ético-normativo que entra en juego en la problemática, y, por otro lado, realicé un desarrollo teórico-conceptual.

Hablar de la LNSM no implica solamente mencionar el suelo legal que ampara nuestro accionar y orienta las prácticas y abordajes en esta área. Significa retomar la historia y poner sobre la mesa los juegos de poder y los debates que se dieron en torno a su sanción, los cuales siguen tensionando el campo hoy en día. Los antecedentes rectores que fundan esta Ley -tanto su marco normativo internacional como aquellos vinculados específicamente a la disciplina psicológica- datan de un largo recorrido. El camino no ha sido tarea sencilla. Las luchas de poder dentro del campo de la Salud, la defensa de la legitimidad del ejercicio profesional y las disputas por generar y concretar prácticas superadoras del paradigma positivista marcaron la agenda. Aún queda mucho por hacer, y el cambio cultural que debe darse no es sin memoria y sin reivindicación de nuestros derechos.

Hablar de Salud Mental implica referirnos a una cuestión de salud pública y de Derechos Humanos, y es por ello que concierne a les psicólogues intervenir en la plena implementación de la LNSM. Ley que, al comprender a la Salud de manera integral y al ser humano como un ser multideterminado, entiende que no puede garantizarse la Salud Integral de las personas si aquellas no tienen acceso a la Salud Mental y viceversa, siendo estos factores que inciden en el derecho de todo habitante a la vida, y a su dignidad y desarrollo.

Por otro lado, la LNSM demanda el cierre de las instituciones psiquiátricas monovalentes, con el objetivo de sustituirlas por dispositivos de atención en salud sostenidos de un enfoque humanista con base en la comunidad. De allí que el Decreto 603/2013 haya determinado que deban desarrollarse para cada monovalente, proyectos de adecuación a dispositivos comunitarios, siendo que la sustitución definitiva debía cumplir el plazo del año 2020 (artículo 27).

El Plan elaborado para el Hospital Alejandro Korn (como también los planes para el resto de los Hospitales Psiquiátricos de la Provincia) se ha impulsado al límite del vencimiento de la fecha estipulada para su presentación. Asimismo, el plazo de su sustitución ha caducado.

Si bien no es un dato menor que el Plan se haya presentado en un contexto de crisis económica y sanitaria agravada por la pandemia, donde son insoslayables las consecuencias de las políticas neoliberales de desfinanciamiento generadas por el anterior gobierno al mando Mauricio Macri, la realidad en 2021 dista bastante de las metas que propone la ley.

La desmanicomialización que promueve no implica derribar los muros del neuropsiquiátrico, ya que la institución es mucho más que el establecimiento edilicio. Consiste en llevar a cabo una serie de medidas que buscan garantizar y restituir los derechos de las personas con padecimiento mental, atravesadas por una historia de vulneración de los mismos e institucionalización aplastante de su subjetividad.

Otro de los ejes centrales de la Ley insiste en la idoneidad de les psicólogues (entre otres profesionales) para ocupar cargos en servicios, instituciones y jefaturas que antes no le estaban permitidos, democratizando el ámbito de la Salud Mental. Además, se orienta hacia un verdadero y eficaz trabajo interdisciplinario en favor de la comunidad y no de los intereses de ciertas profesiones. También trabaja sobre una nueva concepción de las personas con padecimiento mental, de los procesos de salud-enfermedad e incorpora al consumo problemático de sustancias como una cuestión más de Salud Mental.

Los modos de conceptualizar y abordar la Salud Mental han ido cambiando con las transformaciones sociales, culturales e ideológicas, y con las diversas herramientas legales y éticas que fueron surgiendo en cada época. No siempre se pensó a la Salud más allá de la ausencia de enfermedad, ni a las personas con padecimiento mental como sujetos de derechos, ni a les psicólogues como trabajadores de la salud y agentes de cambio social.

Reflexionando específicamente sobre nuestra profesión, podemos decir que tenemos un día del psicólogue como modo de rememorar, según el decir de Domínguez Lostaló (1997), algo así como la “declaración de autonomía e independencia de los psicólogos” tras finalizar el Primer Encuentro Nacional de Psicólogues y estudiantes de psicología el 13 de octubre de 1974 en Córdoba.

¿Qué pasaba por esos años? Años en los que ya había comenzado una fuerte represión sobre nuestra carrera -la cual fue cerrada en varias oportunidades producto de la dictadura cívico-militar-, empezaba la persecución, desaparición y asesinato de psicólogues y estudiantes, la eliminación de textos y documentos, el cierre y desmantelamiento de prácticas progresistas en materias de salud, entre tantas otras atrocidades.

Fue en el recién mencionado Encuentro donde se definió a le psicólogue como trabajadore, como aquelle capacitade para realizar una tarea para la cual fue formade. Y esto no es poca cosa de afirmar, porque reitero, no siempre fue así. No siempre les psicólogues formaban psicólogues, ni la práctica era reconocida y remunerada, ni siempre hubo una ley que respalde nuestro quehacer.

Recién en 1985 pudimos tener la Ley de Ejercicio Profesional de la Psicología, mientras que hasta ese entonces debíamos vérnosla con leyes restrictivas. Es decir, las primeras promociones de egresades, las cuales datan de inicios de los ’60, ejercían una profesión sin ley y tenían un rol laboral imprecisamente definido. Pero rápidamente, estas condiciones decantaron en la necesidad de agrupamiento gremial, científico y profesional. Es por ese entonces, entre 1962 y 1968 que iban surgiendo las primeras asociaciones, y, paralelamente, el campo de nuestra práctica se ampliaba hacia la psicología grupal y comunitaria. En este recorrido, resulta esencial incluir el legado de Pichón Riviere, quien dio lugar a otro nombre para les practicantes del psicoanálisis, definiéndoles como “agentes de cambio social”. Este pionero en psicología de grupos buscaba mejorar la calidad de vida de les “pacientes” dando lugar a un enfoque innovador en el asilo. Poco tiempo después tuvieron lugar las primeras “experiencias piloto”, así llamadas por haber transcurrido de modo fugaz, en un intento sólido por modificar tanto los abordajes y el rol de les profesionales como a toda la comunidad.

Estas experiencias de avance que sientan los antecedentes innovadores en materia de Salud Mental, como sucedió históricamente, dan cuenta de la censura y las resistencias al cambio por parte de los sectores hegemónicos, que terminaron por abolir varias de las mismas. Los nuevos enfoques, al cuestionar la institución psiquiátrica que dichos sectores económicos y de poder representaban -y aún representan-, constituían una amenaza al atentar contra sus privilegios y por ello, pese a las resistencias, fueron silenciadas durante la última dictadura.

A partir de 1980, con la llamada “Resolución de los 3 NO”, podemos vislumbrar por qué la psicología pasaba a verse como una “práctica vergonzante”. La misma establecía 3 tareas que no incumbía a les psicólogues: el psicoanálisis, la aplicación de drogas psicotrópicas y la psicoterapia. Es decir, éramos definides por la negación de la actividad, dejando la práctica restringida al rol de colaboradores de médiques y psiquiatras, y a la elaboración de informes.

Nuestro quehacer quedaba entonces retraído hacia lo científico y lo privado, ya que de otro modo no sería sino un factor “peligroso” para la época, un elemento de subversión dado su potencial desalienante (Domínguez Lostaló, 1997). Pero esto no impidió que se fuera construyendo una práctica por los márgenes, que fue legitimando una psicología a partir de sus efectos.

La necesidad de declarar la autonomía profesional que ya se venía sintiendo, no cesaba pese a las persecuciones y el control social autoritario. Se había creado recientemente, en 1973, la Confederación General de Profesionales, siendo la Confederación de Psicólogues (COPRA) uno de sus entes fundadores, lo cual iba dando lugar a reclamos gremiales y a la acción laboral concreta en el ámbito gremial.

Estas primeras asociaciones allanaban el camino luchando por la autonomía de la profesión. Específicamente en 1972, la organización gremial de la provincia de Buenos Aires había impulsado crear una ley de Ejercicio profesional. Se inicia así una primera organización entre la ciudad de La Plata y Mar del Plata para preparar un proyecto de ley previsto para 1975. Pero el mismo fue postergado e interrumpido posteriormente durante los sangrientos años que vinieron.

Una vez retomado el gobierno democrático, pudo materializarse el respaldo legal por el que tantes compañeres batallaron. Bajo el lema “hacer legal lo legítimo”, se sanciona en Buenos Aires la Ley Provincial 10.306, de suma relevancia en diversos aspectos: dictamina la creación del Colegio de Psicólogues (encomendándole cuidar la salud de la población, el trabajo de les colegas y al propio campo, redactar y aprobar el Código de Ética Profesional, entre otras tareas) a la par que habilita prácticas y delimita las incumbencias profesionales. Es decir, defiende la disciplina, tras una historia marcada por el silenciamiento, la prohibición y la sumisión de nuestro accionar al modelo médico hegemónico, a la vez que obliga a actuar en favor de la comunidad.

Ahora que nuestro suelo legal está más firme que en aquellos años, ahora que nuestro marco normativo se para formalmente desde el paradigma humanista, ahora que ya contamos con experiencias en abordajes comunitarios y con procesos reformadores del sistema sanitario (con el claro ejemplo de la reforma rionegrina, más allá de los avatares con los que han tenido que lidiar), ¿cómo continuamos? ¿cómo podemos concretar el pasaje desde un imperativo ético de Derechos Humanos hacia la implementación de dispositivos técnicos que los cumplan (Oñativia & Di Nella, 2008)?

El hecho de que la LNSM esté en vigencia hace más de 10 años, no ha garantizado su pleno cumplimiento. Los sectores de poder que buscaban mantener la hegemonía en otros años son los mismos que operan en la actualidad con la complicidad de los medios de comunicación masiva (exceptuando algunos medios alternativos).

Si bien se han corporizado avances significativos durante los últimos años, el hospital psiquiátrico tal como funciona no es sólo un dispositivo de control sobre los cuerpos de los sujetos, también continúa siendo un lugar de prácticas deshumanizantes. En 2019, frente a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), nuestro propio Estado reconoció las denuncias numerosamente realizadas sobre los tratos inhumanos en los monovalentes del país[1]. Evidentemente, la convivencia en la práctica de los paradigmas humanista y biologicista empantana la tarea por poner en plena vigencia la LNSM.

Realizar un análisis crítico del Plan de Adecuación presentado por el Hospital Alejandro Korn es una tarea que excede los alcances de este artículo, pero retomaré algunos puntos que pude indagar a partir de mi TIF.

Desde la sanción de la Ley se han motorizado iniciativas en el Hospital para efectivizarla, pero el mismo no ha sido ajeno a denuncias, informes y noticias acerca de las pésimas condiciones y prácticas degradantes que suceden al interior de los muros. Pese a ello, desde el gobierno de la Provincia de Buenos Aires y desde el Hospital, se afirma estar trabajando interministerialmente en la implementación de este Plan que fue producto de años de trabajo articulado entre trabajadores, integrantes de distintos Servicios y áreas, y diversos organismos (entre ellos el CELS, la Comisión Provincial por la Memoria, el Movimiento de Desmanicomialización de Romero).

El documento del Plan es un texto sintético que incorpora diversas aristas, reuniendo propuestas acordes a todos los lineamientos de la LNSM. El énfasis está puesto no sólo en el componente sanitario, sino también en una visión holística que incluye componentes habitacionales, culturales, contextuales, productivos, entre otros, los cuales hacen a un abordaje de la Salud comprendida como integral. Es decir, no sólo se orienta a los cambios en el abordaje tratamiento de les usuaries del Servicio de Salud Mental, sino que en todo momento se promueve la participación comunitaria e intersectorial en la construcción de las políticas públicas.

Puntos particularmente significativos de dicho documento muestran un relevamiento de información y registro de datos que dan cuenta de la situación actual de las particularidades de la población, de las salas, de los dispositivos y de los recursos (humanos y materiales). Es así que se favorece un análisis de la factibilidad de las transformaciones año a año, contemplando la incidencia de posibles vicisitudes. A partir de ello, el Plan establece metas específicas con plazos puntuales, según distintos sectores, focalizando en la planificación participativa. En este sentido, promueve un compromiso implícito inicial hacia la tarea y otros actores sociales.

Uno de sus principales objetivos radica en la refuncionalización de todo el Hospital, en pos de llegar a una transformación institucional, organizacional y urbanística alejada de la idea asilar positivista, borrando los límites físicos del predio e incorporándose al resto de la comunidad de Melchor Romero. Este punto es prioritario para hacer cumplir la LNSM, dado que pone atención en la integración social y laboral, en la comunicación con las necesidades de la población local, apuntando a la prevención y promoción de la salud.

Sin embargo, no podemos dejar de tener en cuenta los factores económicos y políticos en juego. Muchas de las propuestas del Plan sólo podrían concretarse con una distribución del presupuesto comprometida a dar cumplimiento a la Ley. La misma ordena al Poder Ejecutivo a incluir en los proyectos presupuestarios un incremento en las partidas destinadas a Salud Mental hasta alcanzar un mínimo del 10% del presupuesto total de salud (art. 32). A pesar de ello, el presupuesto se ha destinado en los últimos años a sostener los neuropsiquiátricos, mientras que nunca se alcanzó el porcentaje que la Ley prescribe.

Un dato no menor arrojado por el relevo de información indica que desde el 2010 (año de la sanción de la LNSM) a la fecha en que se escribió el documento, la población del Hospital descendió en 503 personas, siendo que 343 de ellas fallecieron. Se arrojan datos que permiten vislumbrar el grado de cronificación de les usuaries según el Servicio al que pertenecen (Agudos, Subagudos, Rehabilitación y Atención en Crisis), siendo que muches de elles fueron internades en los últimos años.

Si bien desde el documento no se desconocen estas desventajas ni los factores negativos, resulta clave hacer foco en las fortalezas destacadas mayormente en el recurso humano, las redes de apoyo, la grupalidad -las cuales hacen a la factibilidad psicosocial- ya que el presupuesto en políticas públicas para la Salud Mental Comunitaria no está garantizado en lo inmediato.

Otro punto importante es que el Plan privilegia los sectores más vulnerados de la sociedad incluyendo propuestas particulares para la atención de mujeres y disidencias, niñes y adolescentes, usuaries cronificades, adultes mayores, entre otres, siguiendo la modalidad de Cuidados Progresivos.

Claramente el documento da cuenta, discursivamente, de una línea humanista y garantista de derechos. Pero, como sabemos, el modelo médico hegemónico pugna por sostener el Poder y el Saber. Asimismo, las concepciones que ligan a las personas con padecimiento mental y/o consumo problemático de sustancias con “peligrosidad” y demandas de encierro están fuertemente arraigadas en el imaginario social.

Los antecedentes en transformaciones del sistema de salud nos permiten estimar que el salto cultural podrá efectuarse progresivamente con un trabajo territorial comprometido con los Derechos Humanos y desde una perspectiva de género, el cual no estará exento de estas tensiones y luchas de poder.

Cabe a nosotres, les psicólogues, seguir apostando a la construcción de subjetividad, a revindicar nuestro rol de trabajadores de la Salud, al trabajo con la vulnerabilidad a través de la participación y la grupalidad, rememorando una y otra vez la historia que nos atraviesa. Y ello no será sin Memoria, Verdad y Justicia Social.

 

BIBLIOGRAFIA:

Domínguez Lostaló, J.C. (1997). “30 años de práctica profesional del psicólogo” conferencia en las primeras jornadas sobre la formación universitaria y práctica profesional del psicólogo. 13 de octubre de 1989. Ficha de cátedra Psicología Forense. UNLP

Oñativia, X. & Di Nella, Y. (2008). Derechos Humanos y Psicología Forense. De un Imperativo Ético a un Dispositivo Técnico. En Di Nella, Y. (comp.) Psicología Forense y Derechos Humanos (pp 97-120). Vol. 1. Buenos Aires. Koyatún Editorial.

Ley Nacional 26.657 de Salud Mental y Adicciones (2010).

Ley Provincial 10.306 de Ejercicio Profesional de la Psicología (1985).

Solimano, M. (2021). Análisis del Plan de Adecuación a la Ley Nacional de Salud Mental nro. 26.657 presentado por el Hospital Interzonal Especializado en Neuropsiquiatría de Agudos y Crónicos Dr. Alejandro Korn.

[1] Recuperado de https://www.cels.org.ar/web/2019/02/estado-argentino-reconocio-violaciones-de-ddhh-en-hospitales-psiquiatricos-y-se-comprometio-a-garantizar-su-cierre/