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¿DISIDENTES DE QUÉ?

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  • N° 2

Matías Huili. Magíster en DDHH (UNSAM). Lic. Prof. en Psicología (UNLP). Activista marica no binaria. // Candelaria Sajama - Activista trans. Lic. Prof. en Psicología (UNC). Integrante de Fundación Huésped y ATTTA. candeladsajama@gmail.com

Dentro de las luchas de las minorías sexuales e identitarias, existen diferentes pugnas respecto a la tensión disidencia sexo-genérica y diversidad sexual. Mientras que la diversidad sexual alude a una construcción que acepta identidades y sexualidad normativas -y por ende veladas por ficciones performativas propias la heterosexualidad obligatoria (Rich 2013)-, la disidencia sexual reniega de cualquier normalización.

Es interesante cómo esto se expresa en la última década a partir de la concreción de marchas y contra-marchas. Un caso ejemplificador es el de la Marcha denominada “Marcha del Orgullo disidente” o “Encontrolazo” que concentró durante 12 años a todas las personas sexo-disidentes no conformes con las consignas propuestas por las organizaciones que se forman en la marcha del orgullo LGTBIQ+, la mayoría sostenidas sobre el eje de la visibilización de las personas LGTBIQ+, y exigencias que van dirigidas al Estado.

En la actualidad la expresión “disidencias” ganó mayor terreno entre los activismos y se plantea, por un lado, como la alterización de ciertos sectores de los feminismos respecto a la posibilidad de prescribir un campo de lo inexplicable dentro de ciertos parámetros de generalización y sustancialización de la población de personas sexo-disidentes y de identidades no hegemónicas; y por otro, como la posibilidad de estas personas de nombrarse.

En este contexto, algunos sectores de las disidencias observamos que la diversidad sexual contenida en el acrónimo LGBTIQ+ alude, muchas veces, a la búsqueda de su inclusión al interior del modelo heterenormativo y a la institucionalización de sus demandas, más que a la constitución de un agente político que cuestione -de alguna manera- la liberalización de las consignas políticas, de modo de generar una agenda política tendiente a reducir la precariedad a las que somos expuestas las personas con identidades y expresiones de género disidentes.

Leticia Sabsay (2006) remarca la necesidad de agudizar críticamente la mirada sobre aquellos sistemas democráticos que se autodenominan “inclusivos de la diversidad”, ya que tras ese receptáculo cuasi-ilimitado se están gestando esencialismos de lo diferente respecto a lo propio, discursos proto-tolerancia y nuevas políticas de control.

En “El sexo de las locas” (1984), el activista Néstor Perlongher advertía sobre una incipiente homonormalización de la comunidad gay que, al intentar ampliar el ámbito de la normalidad, arrojaba a los bordes de lo humano a lxs nuevxs excluidxs: travestis, locas, chongos (Perlongher, 1984). En consonancia nos preguntamos ¿Quiénes irán a parar “a los bordes de lo humano” como nuevxs excluidxs si la normalización se vuelve imperativo de las luchas de las personas sexo-disidentes?

Junio, el mes de salida del segundo número de la revista Poiética, se ha convertido por primera vez en el “mes de la diversidad”. Posee su origen en un hecho con impacto global ,llamado la revuelta de Stonewall, acaecido el 28 de junio de 1969: en un bar de Nueva York llamado “Stonewall Inn”, concurrido por hispanoparlantes, afros, homosexuales, lesbianas, trans, drag queens y principalmente por personas queers del guetto,  fue una redada donde la policía llevó a cabo una de las tantas razzias que realizaban con frecuencia en aquel bar, amparados en las leyes americanas que prohibían desde las expresiones consideradas homosexuales hasta vestir con prendas del “sexo opuesto”. Por entonces, los controles rozaban lo absurdo, ante la duda, la corroboración era -a partir de la violación de la intimidad- el tocamiento de los genitales de quien se presuma infrinja dichas leyes.

Aquella noche de 1969, sin previo aviso y vestidos sin uniforme, la policía comenzó a perseguir a todas aquellas personas que no tenían cédula de identificación. Ante las golpizas y detenciones arbitrarias por parte de la policía, comenzaron los insultos, los piedrazos, las corridas al grito de “gay power”, vale aclarar que gay en aquel entonces era una identidad mucho más similar a lo que hoy se conoce como queers.

Se considera que, si bien Stonewall es tomado como la primera protesta masiva, existían grupos organizados antes de aquel 28 de Junio. Como en abril de 1966, cuando la Mattachine Society de Nueva York se revela contra el cierre de las barras gays y las políticas gubernamentales de cancelación de licencias para vender bebidas alcohólicas en los establecimientos homosexuales; o en mayo de 1965, la Janus Society protesta en Filadelfia contra un restaurante que se negó a servirle a un grupo de personas homosexuales y lesbianas.

Ahora bien, ¿de qué manera un hecho con tanta distancia en el tiempo produce que los Estados, los medios de comunicación masiva a partir de redes sociales copen de consignas políticas y logren hegemonizar la circulación de sentidos detrás de las mismas? ¿Cuáles son las consignas de las personas sexo-disidentes detrás de la irrupción de aquellos sentidos?

Cabe además preguntarnos ¿Cuánto recuperamos de nuestras memorias sexo-disidentes latinoamericanas a la hora de reivindicar estas fechas? Proponemos hacer una genealogía con algunos hechos de la historia local, para sostener un debate con las consignas que han marcado la historia de las luchas que signan de alguna manera un horizonte de lo posible respecto de generar un contexto de sentidos políticos que produzca la emergencia de lo disidente como aquello que denuncia la precariedad impuesta, esa condición políticamente inducida en la que ciertas poblaciones adolecen de falta de redes de apoyo sociales y económicas y están diferencialmente más expuestas a los daños, la violencia y la muerte.

Por el año 1967 surgió en Argentina el primer grupo de diversidad sexual del país y de América Latina la agrupación “Nuestro Mundo”, que invitaba, desde sus boletines y fanzines, a la liberación sexual (nominada como “liberación homosexual). Es así como, años más tarde (1970), este colectivo se transformó en la organización “Frente de Liberación Homosexual (FLH)”, que bajo su manifiesto político “Sexo y Revolución”, tuvo a Néstor Perlongher[1] y Manuel Puig[2], como dos de sus principales referentes. Esta organización reunió a minorías sexuales y disidencias de diversas vertientes ideológicas. Sostenían sus fuerzas en incorporar a las sexualidades e identidades de género no normativas en el debate político. EL FLH editó hasta meses antes del comienzo de la última dictadura cívico-militar la revista Somos, que alcanzó ocho publicaciones, en tiradas de hasta quinientos ejemplares por fotoduplicación y distribuidas a mano.

En 1984, en el marco de la vuelta a la democracia, los activistas Carlos Jáuregui[3] y César Cigiutti[4] formaron la Comunidad Homosexual Argentina (CHA) con el objetivo de luchar contra la represión y los edictos policiales heredados de la dictadura militar.

El 2 de julio de 1992 se realizó la primera marcha del orgullo encabezada por las siguientes organizaciones: la CHA, la Sociedad de Integración Gay Lésbica Argentina (SIGLA), también Transexuales por el derecho a la vida (TRANSDEVI), y el Grupo de Investigación en Sexualidad de Investigación Social (ISIS), la Iglesia de la Comunidad Metropolitana (ICM) y la Convocatoria Lesbiana, alrededor de 300 personas fueron parte de la movilización. Debido a la estigmatización que existía en la época la primera marcha estuvo signada por máscaras de cartón para evitar que la identidad de quienes formaron parte pueda ser reconocida.

En 1993, un grupo de personas travestis forma la primera asociación que las nuclea bajo  el nombre de Asociación de Travestis Argentinas (ATA), aún existente. Previo a este hecho, se produce la primera aparición de una travesti en un medio masivo de comunicación: Keny de Michelli, que visita varios programas televisivos con el objeto de hacer visible existencia travesti-trans. Años más tarde la ATA pasaría sumar otras siglas (ATTTA) para llamarse Asociación de Travestis, Transexuales y Transgéneros de Argentina expandiendo su representación en la mayoría de las provincias del país y sumando a la lucha a los varones trans. Sus fundadoras fueron Claudia Pía Baudracco, Belén Correa y Marcela Romero.

Como se ha planteado anteriormente en este artículo, las exigencias y reclamos frente al estado, y las modalidades que adoptaron las personas sexo-disidentes fueron heterogéneas en el tiempo, esto se ve reflejado en las mutaciones de las reivindicaciones en las diferentes marchas (compuestas por cada vez más organizaciones). En tal sentido algunas de las consignas que van a encabezar la marcha van a ir mutando en pos de las exigencias que como movimiento[5] consideran más relevante año a año, a saber: Visibles para ser Libres e Iguales (1994); La discriminación nos condena. La policía nos mata. Seguimos de pie (1996); En la sombra de la hipocresía, a brillar mi amor (1999); Amar y vivir libremente en un país liberado (2002); Somos todos y todas maravillosamente diferentes (2006); Nuestro festejo es reclamo: Igualdad. Libertad. Diversidad (2007); ¡Ley de Identidad de Género ya! (2011); Por más igualdad real: Ley Antidiscriminatoria y Estado Laico (2014); Basta de femicidios a travestis, transexuales y transgéneros. Basta de violencia institucional. Orgullo para defender los derechos conquistados (2017), fueron algunas de ellas.

A partir de lo heterogéneo de las consignas, ¿cómo es el mapa de sentidos que nos permite cartografiar la emergencia de una agenda política sexo-disidente?

Mientras tanto, perfora el presente la pregunta ¿DÓNDE ESTÁ TEHUEL? Su nombre vibra en las voces de quienes lo seguimos buscando. Su desaparición lleva la marca de algunas indiferencias. Otro caso que conmueve e interpela es el de Santiago Cancinos, un adolescente trans de 14 años desaparecido el 16 de mayo de 2017 cuando se dirigía a una institución educativa, hoy sus restos fueron hallados, no así los responsables de su muerte. Una de las consignas que resonó en la última marcha por Tehuel donde se pidió por su aparición y justicia, son la real implementación de la ordenanza 721/20 de Cupo laboral trans para que se aplique de forma federal en todas las provincias y que se incluyan a todas/os/es.

Hay quienes se han dejado introyectar por las pantallas y sus románticas agendas de “lo friendly” y “las buenas prácticas”. Es por ello, que debemos ejercer lo disidente como aquel borde que nos permite seguir haciéndonos la pregunta ¿Disidentes de qué?

[1] Fue poeta, sociólogo, antropólogo, militante trotskista, luego libertario y uno de los principales referentes del Frente de Liberación Homosexual en la Argentina, ​en la década de 1970. En enero de 1976 fue detenido y procesado penalmente, la detención y enjuiciamiento del poeta también marca el fin de la actividad del FLHA.

[2]  Fue un escritor argentino de relevancia mundial por sus novelas Boquitas pintadas, El beso de la mujer araña y Pubis angelical.

[3] Fue un activista LGBTIQ+ argentino, primer presidente de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA) entre 1984 y 1987. Alejado de la misma, en 1991 fundó además la asociación Gays por los Derechos Civiles y en 1992 encabezó la primera marcha del Orgullo Gay Lésbico en Buenos Aires.

[4] Activista argentino de los derechos LGBTIQ+. Es el presidente de la CHA (Comunidad Homosexual Argentina) desde marzo de 1996. ​

 

 

[5] Al hablar de movimiento, nos acercamos a la concepción que sostiene que “La acción colectiva habilita la construcción de un “nosotros”, de una nueva identidad política disruptiva y recursiva que se da en los momentos de irrupción en el espacio público, a la vez que las experiencias territoriales de los movimientos retroalimentan los momentos de visibilidad y reconfiguran también las identidades políticas y sociales (Wahren (2012).