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Salud Mental y terrorismo de estado. ¿El Acompañante Terapéutico es auxiliar de un modelo (psico)terapéutico derruido por el neoliberalismo?

  • Artículos
  • N° 8
  • Terrorismo de Estado

Rodrigo Héctor Falcone, MP 54866. Me gradué como profesor y licenciado en psicología en la UNLP. Tengo experiencia trabajando en hospitales públicos y privados de la provincia de Buenos Aires. Me he desempeñado como psicólogo y como acompañante terapéutico en otras oportunidades.

La situación del racismo como mecanismo de estado analizada por Michel Foucault en la clase del 17 de marzo de 1976 es el primer eje a articular en el marco más amplio de la temática de la salud mental y el terrorismo de estado, con sus consecuentes efectos en la práctica e identidad profesional de lxs psicólogxs. Al mismo tiempo, quisiera reflexionar sobre el rol del acompañamiento terapéutico, viendo que en los últimos años ha proliferado esta figura en el campo de la salud mental, adicciones y personas con discapacidad, al punto tal que hoy se podría decir que muchxs colegas hacen acompañamientos y muchos acompañantes emplean herramientas de la psicoterapia, ampliándose de esta manera las miras y perspectivas de nuestras incumbencias. Esperamos poder sacar de su lectura consecuencias que nos permitan tomar posicionamientos respecto a los presupuestos ético-políticos que nuestras intervenciones conllevan en la actualidad.

Foucault (1976) plantea que el racismo es la condición que necesitan los estados modernos para justificar sus asesinatos y genocidios. También el aislamiento y el encierro de lxs criminales y lxs locxs son aceptados mediante presupuestos racistas. El racismo en el ejercicio del poder, dice Foucault, es la condición para ejercer el derecho a matar. El asesinato puede ser directo o indirecto al exponerlos, multiplicar el riesgo o expulsarlos. Pensemos en las condiciones de vida de las personas que acompañamos en los manicomios, las barriadas, confinados en la pobreza o trabajando extensas jornadas en condiciones salariales, de infraestructura y equipamiento paupérrimas. Es la paradoja de un estado que debiendo garantizar la vida, te deja morir. Generando año tras año mayor marginalidad y carestía. Una tecnología de biopoder que hace vivir vacunando a la mayor parte de la población, a la vez que te deja morir en condiciones de pobreza, indigencia, salariales o pensionales bajísimas respecto del costo de vida. Recordemos que es la primera vez en la historia que se patenta una vacuna en plena pandemia, desfilando las inclemencias mientras el mantenimiento de la salud y la vida se convierte en exclusividad.

¿Cómo no reproducir lógicas crueles, ni quedar entrampado en encerronas trágicas? ¿Cómo no ser un activista del acceso a los derechos del acompañadx en lugar de un voyeurista de las vulnerabilidades sociales?

Otro texto que voy a tomar para señalar algunas ideas, prácticas y políticas que generan contrapuntos entre la doctrina de Esquirol y las llamadas por Bonnafé “Post esquirolianas”,  (Psicoterapia Institucional y políticas de sector en Francia) es el artículo de Rafael Huertas.

El posesquirolismo, quiso superar el manicomio como lo había definido Esquirol en 1819, como el instrumento más eficaz contra las enfermedades mentales. Hacía rato que el asilo de alienados había entrado en crisis;

la cronicidad, la falta de voluntad terapéutica, la segregación del loco y la burocratización de la institución – determinada por el gran número de pacientes ingresados y por la indiferenciación de los mismos-, son algunas de las razones por las que se cuestionaron los principios esquirolianos y se aboga por una visión más integral del tratamiento de la locura que no tenga en el manicomio tradicional el eje del dispositivo asistencial.

Cuestionaban el carácter tutelar y no terapéutico de los asilos, el saber psiquiátrico, la rígida relación entre lo normal y lo patológico. Proponían un tratamiento pleno basado en la continuidad de la relación cuidador-cuidado como factor eficaz de cohesión terapéutica, el respeto por reproducir las condiciones medioambientales del usuarix y la integración de la prevención en sus tres niveles, profilaxis, cura y post cura. El primer esbozo de salud mental fue la incorporación de los principios de salud pública a la atención psiquiátrica. Los primeros cimientos de una atención comunitaria iniciada en la Francia post Segunda Guerra Mundial de la mano de psiquiatras marxistas.

La política de sector se proponía separar lo menos posible al enfermx de su familia y su medio, se reconocen los problemas sociales que no soluciona la hospitalización, muy por el contrario, es esta misma quien los agrava mucho más. Se propone romper con el aislamiento manicomial y desarrollar servicios psiquiátricos en la propia comunidad. La psiquiatría de sector asume entonces la responsabilidad de la salud mental por sectores, en cada uno de los cuales desarrolla sus actividades un equipo interdisciplinario, dotado de un espectro de efectorxs de salud muy diverso que excede lo meramente hospitalario: centros de día, hogares, talleres protegidos.

La incorporación de otrxs profesionales y trabajadorxs no médicxs (trabajadorxs sociales, psicólogxs, acompañantes terapéuticos, docentes, etc.) fue otro punto importante en esta nueva dinámica de tratamiento de la salud mental. A diferencia de Foucault, Huertas destaca que la importancia del protagonismo de lxs profesionales de izquierda fueron decisivos en la génesis e implantación de estas políticas. También la necesidad de un contexto socio-económico keynesiano, el avance de los sindicatos clasistas y de las fuerzas parlamentarias de izquierda. Huertas sostiene que la ausencia de un grupo de profesionales con estas características es responsable de la imposibilidad de instaurar en Francia un servicio nacional de salud como el que se implementara en Inglaterra y EEUU en el apogeo del estado de bienestar luego de la segunda guerra mundial. La aplicación de los principios de salud pública a la atención psiquiátrica por esos años, permitía pensar en la viabilidad de unos servicios públicos bien dotados. En nuestro contexto latinoamericano, el inicio del modelo comunitario y desintitucionalizador se produce en plena crisis del estado de bienestar, a partir de los años 70. Cabe aclarar que el desarrollo de este modelo de estado bonapartista empieza a entrar en crisis mucho antes y que coincide con la consolidación de un movimiento de trabajadorxs de la salud mental bastante nutrido de experiencias y prácticas revolucionarias para la época, en la medida que se hallaban a la vanguardia en la puesta en marcha de un modelo de intervención territorial que incluía a las mayorías populares en la planificación de las problemáticas que los afectaban. En este marco, se entiende el rol del psicólogx como trabajador de la salud mental y emerge la figura del amigx calificadx en lo que hoy conocemos como acompañante terapéutico.

Situándonos en el contexto histórico-social contemporáneo, observamos que la última dictadura militar genocida en nuestro país, no ha dejado de producir efectos. Entre tantos, sentó las bases para legitimar políticas de cuño neoliberal que erosionan año tras año el presupuesto destinado a las políticas sociales. Cristalizó una identidad profesional pegada al consultorio privado, persiguiendo aquellas prácticas grupalistas e institucionales que buscaban la transformación de la realidad social por un orden más justo e igualitario. La flexibilización laboral, muy resistida en los últimos años, es parte de estas políticas implantadas a merced de la dictadura. En los prolegómenos del 2001 y con posterioridad hasta la actualidad, se avizora la crisis social que producen estas políticas mencionadas. Un modelo de estado garantista de los derechos humanos no termina de anclar, muy a pesar de su retórica políticamente correcta a los tiempos que corren, plasmada en una serie de leyes que tienden a la restitución de los derechos cercenados a punta de pistola por la dictadura genocida. En este contexto, se despliegan las tareas de acompañamiento terapéutico, hace tiempo realizadas por psicólogxs en formación o graduadxs, sumamente precarizadas en lo que hace a sus condiciones de contratación laboral pero con un potencial enorme en lo que hace al horizonte de su campo práctico y en territorios. Si el terrorismo de estado produjo un estado de soledades individuales, el AT dijo “–aquí estoy para reparar y hacer algo distinto”. Hoy los ATs están en lucha por el reconocimiento de su rol profesional y como trabajadorxs de la salud. Nuestra hipótesis, muy provisoria, podría ser la siguiente: el AT ocupó el lugar en la actualidad dejado vacante por las identidades profesionales psi, como consecuencia de su desaparición durante los años del terrorismo de estado y luego del mismo. Esto le permitió al estado garantizar algunas prestaciones a muy bajo costo, subejecutando el presupuesto sanitario y dejando pasar el ajuste. La gestión de lxs acompañantes a la par que desasfixia las labores de los equipos de salud, abarata el costo de las profesiones más consolidadas, como la psicología en este caso. Al mismo tiempo, muchxs profesionales se ven en la necesidad de hacer acompañamientos para mejorar sus ingresos. Lxs psicólogxs que se dedican a hacer acompañamientos enriquecen su perspectiva clínica, se desmonta el escenario del consultorio individual para montarlo en cualquier ámbito del espacio público o privado que pueda devenir psicoterapéutico por el hecho de estar ahí en disposición a realizarlo. Un café, la parada del colectivo, una plaza, un estadio de futbol, una asamblea, un paseo, pueden convertirse en un espacio propenso para ejercer la psicoterapia. Sobre todo en aquellos casos más difíciles desde el punto de vista de la adherencia al tratamiento, en los que es complicado establecer un contrato y un encuadre más tradicional.

Se podría concluir provisoriamente el rol del AT como un potenciador de las capacidades y derechos del acompañadx, fundamentalmente en su derecho a acceder a un servicio de salud. El AT es parte de ese dispositivo de apoyos que agencia al acompañadx con la comunidad de una manera única y singular y está enmarcado en una política restitutiva de los derechos. Esta salida con perspectiva en derechos es una alternativa potable ante la encerrona de un estado que hace vivir y deja morir, para evitar quedar sosteniendo por momentos por lógicas crueles y degradantes que lesionan a la persona humana.

El objetivo de esta articulación fue doble: por un lado, tomar nota de algunos antecedentes que dieron lugar, desde un pensamiento hegemónico, al ejercicio de la producción y reproducción de prácticas y discursos que han hecho posible se propicie el odio como genocidio y terrorismo de estado. Asimismo, se puso en tención el ejercicio del poder en los dispositivos tutelares esquirolianos, muy parecidos a los que contemplamos hoy día. Por otro lado, se describió la emergencia del rol del acompañamiento terapéutico en salud mental dentro del orden de las incumbencias de la psicología de corte esquizoanalítica de muy bajo costo. Quizá uno de los objetivos centrales del terrorismo de estado fue la despolitización y fragmentación de clase en diferentes sectores de profesionales y trabajadores en distintos rangos. La monotributización y tercerización de los trabajos en relación de dependencia. La lucha de lxs acompañantes terapéuticos por sus reconocimientos laborales y profesionales es un espejo de nuestra identidad profesional como psicólogxs en el campo de la salud mental. Es una página en la historia de nuestras incumbencias que todavía está por escribirse.

 

Referencias bibliográficas

  • Foucault, Michael. Clase del 17 de marzo de 1976.
  • Huertas, Rafael. Salud pública y salud mental: el nacimiento de la política de sector en psiquiatría.