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¿Qué lugar tienen las prácticas de cuidado de la salud mental, la ética y el discurso analítico en el escenario neoliberal?

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  • N° 7
  • Salud Mental

Sofía Decandia, Licenciada y profesora en psicología. Diplomada en Salud Mental y DDHH

Corre junio del año 2022. Acabamos de atravesar una pandemia que irrumpió de manera sorpresiva la vertiginosa vida a la que nos había lanzado el capitalismo más voraz de nuestra época. Si bien aún hay cuidados que sostener y “olas” de contagios que transitar, la sociedad y el estado han adquirido conocimientos sobre el COVID – 19 que permiten a la comunidad disminuir las condiciones de alerta y estrés.

Podríamos pensar que arribamos a un momento bisagra de la historia, un momento de pausa, tiempo de comprender (Lacan, 2002), que nos refresca nuestras posiciones éticas profesionales, pero también la corresponsabilidad que nos exige nuestro quehacer en sociedad.

El neoliberalismo y su construcción de subjetividad se vieron trastocadas al tiempo que el valor del estado y la propia comunidad se resignifican para pensar una salida colectiva al malestar social.

Partamos del contexto ¿de qué hablamos cuando hablamos de sociedad capitalista y de movimiento neoliberales?

Si buscamos definiciones populares en el gran buscador web encontramos las siguientes:

La RAE define al neoliberalismo como:

“Teoría política y económica que tiende a reducir al mínimo la intervención del Estado”

Por su parte Wikipedia lo define como:

“una forma de liberalismo que apoya la libertad económica y el libre mercado», cuyos «pilares básicos incluyen la privatización y la desregulación».

Otras expresiones asociadas al neoliberalismo son «Consenso de Washington», «pro-mercado», «mercado libre», «libre comercio», «capitalismo financiero» y «monetarismo».

Por tanto, es el neoliberalismo el funcionamiento social que fragmenta los cuerpos, presta filtros, fragmenta las familias, los grupos de crianza. Regala a un precio altísimo la idea de que los problemas son individuales, que el malestar es patrimonio de sujetos aislades y el padecimiento contiene una mitad meritocrática y la otra biológico-hereditaria. Es decir, el dispositivo transforma en culpa personal lo que es producto de su sistema. Oculta en su slogan “mereces lo que sueñas”, “sé feliz sin frenos” que la frustración -contracara del éxito-  de las personas es justamente lo que mantiene su funcionamiento activo, la venta desmedida de terapias de autoayuda, el management, el counseling, los fármacos antidepresivos y toda la oferta farmacéutica destinada a ello.

Jorge Alemán considera una interesante diferencia entre sujeto –que no puede ser construido– y subjetividad –que es construida y producida–, es una diferencia política, debido a que el neoliberalismo se toma de la última para hacer funcionar su maquinaria capitalista.

La subjetividad producto del neoliberalismo es denominada por el autor como “empresario de sí mismo”, alguien que “gestiona y organiza” su vida, la relación consigo mismo y con les demás, como una empresa. Vínculos que ubican a las partes como empleador, deudor, peón o como rey, patrón, jefe. Relaciones asimétricas, competitivas, que pasan al acto sin mediar lo simbólico. La inmediatez se disfraza de desapego, el miedo y la angustia se solapan en el mercado de actividades “de despeje”. Abundan los “ataques de pánico”.

Esta subjetividad concibe la vida al mejor estilo de una imagen –de sexualidad, deporte, vínculos y trabajo– a modo de medir el nivel de rendimiento, la optimización de recursos y competencia, que enfrenta al sujeto con una exigencia constante que le frustra continuamente ya que nunca alcanza ese ideal y siempre está endeudado. Es decir, nadie es amo, ni jefe, de una u otra manera se caerá en la frustración.

Este discurso capitalista, construido de esta manera supone un rechazo del amor.

¿Qué lugar tienen las prácticas de cuidado de la salud mental, la ética y el discurso analítico en este escenario?

Retomemos las preguntas de Jorgen Aleman (2016):

¿Qué impide al neoliberalismo consumarse como “crimen perfecto”? ¿Qué hay en el sujeto que no sea colonizable por la estructura del capital? ¿Cómo el discurso analítico, que impera sobre la singularidad del sujeto, puede generar un hecho político que trascienda a esa singularidad? (p.110)

El capitalismo rechaza la diferencia que constituye a cada sujeto, aquello que lo hace incomparable, irrepetible, irreductible y no evaluable o comercializable. Y es ahí donde es posible ubicar un espacio -común- posible. Ético, además, en tanto pueda contemplar lo irreductible, lo accesible de cada persona. Es a través de las políticas públicas desde donde podremos alcanzar las condiciones necesarias para pensar la salud mental, pero no individualmente, sino como la Ley Nacional de Salud Mental N° 26657 lo postula, como un proceso determinado por componentes no solo psicológicos, también económicos, sociales, biológicos, culturales, y cuyo mejoramiento implica la garantía y adquisición de derechos humanos. Si lo que nos interesa es el malestar de las personas, jamás será posible abordarla por fuera de los derechos humanos y las condiciones en las que éstos son posibles.

Nuestra ética, entonces, implica, pensar lo común, pensar la comunidad, la corresponsabilidad y hacer de nuestra práctica un quehacer que emancipe a les sujetos del neoliberalismo para reencontrarse con su comunidad, con lo común que une, con la posibilidad de pensar la salida al malestar de manera colectiva.

Jorge Aleman sostiene que la condición de posibilidad de una experiencia política transformadora es lo que denomina “Soledad: Común”

De esta forma, no hay posibilidad de pensar un acontecimiento político sin las marcas de la “Soledad: Común” (en otras palabras, de un colectivo de singularidades).

El Código de ética de les psicólogues de la provincia de Buenos Aires, afirma que la función de les psicólogues no se agota en el tecnicismo de su práctica; debe ser consciente de su responsabilidad ética como intelectual frente a la sociedad que lo demanda para asistir y colaborar en la comprensión del contexto en el que desarrolla su tarea.

 

Lo que nos mueve no son billetes electrónicos, ni mercancías, nos mueve el deseo de hacer del padecimiento individual y solitario un malestar comunitario. De abrir las puertas de “la de-presión”, para pensar la “presión-de” y desde allí ser facilitadores de vías sublimatorias para nuestra comunidad. Una por una, partiendo de las singularidades, y no de la insistencia en homogeneizar. Situación a situación, de modo situado, territorio por territorio.

Por tanto, el empuje al cual debemos adherirnos desde una posición ética y política para perpetuar las prácticas neoliberales es el de las políticas públicas inclusivas y equitativas que contemplen las intersecciones de los grupos. Nuestro éxito es justamente corromper la idea de éxito, para pensar entre el todo y la nada: lo posible.

 

 

Referencias

Aleman, Jorge (2016) Horizontes neoliberales en la subjetividad,Grama ediciones,

Lacan, Jacques “El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada Un nuevo sofisma”. En Escritos 1. Editorial Biblioteca Nueva, S.L, pp.200.