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Género y Psicoanálisis

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  • N° 2

Lic. Valentina Vitale. Egresada de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de La Plata en el año 2016. Residente de Psicología del último año del PRIM -Programa de Residencias Integradas Multidisciplinarias- de Berisso. Mi formación y clínica se enmarcan dentro del Psicoanálisis de orientación lacaniana

Dibujo: Juliana Vitale

 

Pensar en el significante que nuclea este número de la revista dispara mis asociaciones en dos direcciones: por un lado a pensar cómo las cuestiones de género se inscriben en nuestra sociedad actual y, por el otro, a interrogarme de qué manera se articula con el Psicoanálisis en tanto praxis. En este punto resuena con un valor particular aquella frase que Jacques Lacan (1988) profirió en “Función y campo de la palabra y el lenguaje”: 

“Mejor pues que renuncie quien no pueda unir a su horizonte la subjetividad de su época. Pues ¿cómo podría hacer de su ser el eje de tantas vidas aquel que no supiese nada de la dialéctica que lo lanza con esas vidas en un movimiento simbólico?” (p. 309)

Aquí Lacan nos invita a enlazar nuestra práctica a la subjetividad de la época y a lo social, al orden simbólico como la dialéctica que opera como resorte de nuestras vidas. A mi modo de ver no podemos -como practicantes del Psicoanálisis y/o agentes sanitarios- desconocer las coordenadas simbólicas, ideológicas, jurídico-políticas, culturales, socio-históricas y económicas que configuran modos particulares de subjetivación en un tiempo y espacio determinado. En este sentido en el año 2012, y producto de la militancia de la comunidad trans, nuestro país pasa a ser uno de los primeros en contar con una legislación en relación al género poniendo de manifiesto un hiato entre éste y el sexo biológico, así como con lo que desde el Psicoanálisis llamamos sexuación como elección subjetiva. Nuestra Ley Nacional de Identidad de género (n° 26.743) fue la primera en despatologizar y desjudicializar la identidad de género, acuñando el término de identidad autopercibida, la cual es definida como “Se entiende por identidad de género a la vivencia interna e individual del género como cada persona la siente, la cual puede corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento, incluyendo la vivencia personal del cuerpo” (art. 2°). Asimismo, contamos desde hace tiempo con diversos movimientos -como los feministas y de la diversidad sexual- que vienen militando una transformación social, así como con diferentes iniciativas estatales y organizacionales que intentan operativizar esta ley, aggiornando la administración pública y las prácticas sanitarias a la luz de la perspectiva de género y de diversidad.

A pesar de estos enormes avances a nivel nacional, desde adentro del Sistema Público de Salud considero que falta mucho por recorrer para estar a la altura de estos cambios. Aún hoy las prácticas y el discurso sanitario no logran funcionar completamente bajo los principios de la ley, a pesar de que muchas veces se ofrecen capacitaciones profesionales o la práctica misma nos presenta situaciones donde se hace necesaria la aplicación de la misma. Esto no es exclusivo del sistema sanitario, sino que es un reflejo de lo que se produce y reproduce en nuestra sociedad a modo de resistencia: desde las puertas de los baños que siguen con sus carteles de Damas y Caballeros, las repetidas ocasiones de discriminación a personas no cisgénero, así como la existencia de sectores que se oponen a las luchas feministas y de diversidad sexual. ¿Qué propicia las prácticas segregativas, cuando no el odio?

Propongo hacer una aproximación de lectura de estas prácticas desde dos vertientes que, por supuesto, no son exhaustivas: la social y la psicoanalítica. Para ello me serviré de los aportes de la antropóloga Rita Segato (2010) quien sitúa que el orden patriarcal cuenta con una maniobra ilegítima para instaurar su ley. A diferencia de las leyes del Derecho (las cuales están legitimadas) la ley patriarcal se impone solapada, requiriendo para mantenerse de la repetición diaria (velada o manifiesta) de dosis de violencia. Dirá “(…) entiendo los procesos de violencia, a pesar de su variedad, como estrategias de reproducción del sistema, mediante su refundación permanente (…)” (p. 111) Dentro de esta variedad destaca la violencia psicológica (a la que llama moral) como la más eficiente dentro de los mecanismos de control social y de reproducción de desigualdades, debido a su diseminación masiva, su arraigo a valores religiosos y familiares, y la falta de otras formas de designación de la conducta. De esta manera este sistema de dominación impone su norma siendo una de ellas la heterosexualidad, a la vez que establece una jerarquía entre los géneros. Incluirá dentro de este tipo de violencia sutil la ridiculización, la coacción moral, la intimidación, la condenación de la sexualidad, entre otros.  Sabemos que varios de estos fenómenos están a la orden del día cuando se trata de sujetos no cis género. Podría pensarse aquí que la violencia no solo es propiciada por este sistema sino que es su causa, ya que es reproduciéndola cada vez que se refuerza la estructura.

Por otra parte, el Capitalismo como infraestructura económica produce una subjetividad individualista que se sostiene sobre la base de una infinidad de desigualdades que rompen y fragilizan los lazos. Éste, también, no cesa de producir su malestar en la cultura. Capitalismo y Patriarcado, finalmente, se enlazan. Segato nos permite advertir que si bien es preciso un movimiento con una sensibilidad ética para que se ponga en juego la eficacia de la ley, no será sin articularse -de un modo moebiano podríamos conjeturar- a la capacidad de la ley para mediar y administrar la convivencia de costumbres diferentes e incidir en la moral, las costumbres y los prejuicios.

¿En qué puede contribuir a esta lectura el Psicoanálisis? Si hay algo que el movimiento LGBTI pone de relieve es que el género y el sexo biológico no son lo mismo: los genitales no determinan unilateralmente el modo en que un cuerpo se sexúa o su género. Desde el Psicoanálisis estamos orientados a escuchar a los sujetos teniendo en cuenta estas distinciones, no así algunos sectores de la sociedad que se encontraron con ellas a partir de lo novedoso de los movimientos sociales. Quizás despabilarse de lo heteronormativo implica advertir que nuestro género no es natural, haciendo que la elección del mismo y de la orientación sexual sean puntos de llegada y no de partida. La sexualidad es traumática para todo sujeto y cada cual inventará un modo de hacer con ella. ¿Será el rechazo un modo de defenderse de lo éxtimo que nos habita? ¿Será efecto de captar que mujer y hombre son solo semblantes entre otros? Retomo la praxis psicoanalítica a la luz de la ley: “Los efectores del sistema público de salud, ya sean estatales, privados o del subsistema de obra sociales, deberán garantizar en forma permanente los derechos que esta ley reconoce” (art. 11°). Unir a nuestro horizonte la subjetividad de la época tal vez tenga que ver con no quedarnos replegados en los consultorios, participando de los debates democráticos[1] -sensibles a las formas de segregación- y conformando equipos de trabajo. También, con escuchar a los sujetos respetando y velando por sus derechos, así como alojando la singular manera de habitar el cuerpo de cada quien. Esto conllevará no ser guardianes del control social, habilitando o rechazando el acceso a las prácticas sanitarias que un sujeto solicite (cuestión que la ley se encarga de esclarecer al situar el derecho del sujeto a acceder a las prácticas con su mero consentimiento). Nuestro lugar será el de intervenir cuando alguien nos lo pida en nombre de un padecimiento. Solo allí prestaremos una escucha respetuosa que acompañe el devenir de un sujeto para desandar sus elecciones, desde una ética que no sabe de ideologías ni de moral sino que entiende que el saber está siempre del lado del sujeto.

 

Referencias bibliográficas:

Asssef, J (2013). La subjetividad hipermoderna. Nueva Escuela Lacaniana (Bogotá) Edición Junio 2013. Disponible en http://nelbogota.blogspot.com/2013/06/jorge-assef-la-subjetividad-de-la-epoca.html

Lacan, J. (1988) Función y campo  de la palabra y el lenguaje en Escritos 1. Buenos Aires, Ed: Siglo Veintiuno

Laurent, E. (2000). El analista ciudadano en Psicoanálisis y Salud Mental. Buenos Aires, Ed: Tres Haches.

Ley Nacional de Identidad de Género  n° 26. 743. Disponible en http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/195000-199999/197860/norma.htm

Marx, K. (1859) “Prólogo a la Contribución a la Crítica de la Economía Política”. Disponible en https://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/criteconpol.htm

Regueiro De Giacomi, I. (2017) El derecho al reconocimiento de la identidad de género de todas las niñas, niños y adolescentes: a 4 años de la Ley que abrió el camino a nivel mundial en Derecho a la identidad de género de niñas, niños y adolescentes. Elementos para comprender y decidir. Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal de México, México D.F.

Segato, R. (2010) La argamasa jerárquica: violencia moral, reproducción del mundo y la eficacia simbólica del Derecho en Las estructuras elementales de la violencia. Buenos Aires, Ed: Prometeo Libros

 

[1] Laurent, E. (2000). “El analista ciudadano” en Psicoanálisis y Salud Mental. Buenos Aires. Editorial Tres Haches.